MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Tabasco, entre los estados con mayor desigualdad social

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Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Tabasc son las entidades del sur de la república mexicana que se mantienen consistentemente en los últimos lugares en desarrollo social, de acuerdo con una publicación de Forbes del 26 de noviembre de este año, basado en un análisis del Índice de Progreso Social (IPS).

La nota revela que “el avance es desigual y la persistencia de crisis estructurales en educación, salud y seguridad está frenando la movilidad social y la cohesión regional”.

Mientras los gobernantes no inviertan en mejorar la infraestructura que permita abaratar los costos de producción y por lo tanto elevar las utilidades, las empresas no vendrán a invertir en nuestro estado.

El estudio publicado por la organización México, ¿cómo vamos? señaló que el país se encuentra dividido en dos realidades sociales entre el norte y centro, y el sur. Agrega que, sin importar el año de observación y de un ligero avance a nivel nacional, “las desigualdades regionales persisten, son enormes y no se cierra con suficiente velocidad”, afirmó la directora general de la organización, Sofía Ramírez.

En lo que respecta a educación, Patricia Vázquez, directora de Mexicanos Primero, alertó que la educación básica se encuentra en su peor nivel en doce años y constituye uno de los principales frenos para el desarrollo del país, ya que la matriculación en educación primaria cayó un 4.2 %, en secundaria 2.9 % y 9.3 % en preescolar.

Ello, desde su punto de vista, requiere de una urgente inversión en la infancia que cursa estos niveles educativos, de lo contrario la deserción escolar en niveles superiores no sólo es un riesgo, sino que se convierte en algo que seguramente sucederá.

En lo que corresponde a salud, el estudio reveló que seis de cada diez personas (60 %) no cuentan con seguro social, por lo tanto se ven obligadas a pagar sus necesidades médicas en hospitales privados. Eso implica destinar menos dinero a alimentación, calzado, ropa, y ni qué hablar de recreo o actividades de esparcimiento.

Y por si eso no fuera suficiente, el 30 % de la población no cuenta con sanitarios, lo que refleja una aguda marginación que acentúa las diferentes carencias que padece ese tercio de la población.

En cuanto al problema de inseguridad, la cosa es más que evidente. El estudio indica que entre 2015 y 2024, diecisiete estados de la república registraron retrocesos en seguridad personal, y 22 entidades experimentaron incrementos en el número de homicidios en el último año.

En ese sentido, Elisa Sánchez, directora de México Unido contra la Delincuencia (MUCD), señaló que “el problema no sólo es criminal, sino que también está relacionado con una política pública de seguridad y justicia deficiente que no ha invertido en sus instituciones”.

Ante esta situación, ¿qué proponen los especialistas y ONG? Primero, la formalización de la economía: algo con lo que todos estaremos de acuerdo, porque más de uno podrá recordar que en este mismo espacio hemos denunciado que más del 60 % de la gente que trabaja, lo hace en la informalidad y en fuentes de trabajo que los propios afectados crearon, empleándose como vendedores ambulantes, pequeños comerciantes o prestadores de algún servicio.

Segundo, el financiamiento de la infraestructura pública para servicios esenciales: es decir, introducción de drenaje, agua potable, luz eléctrica, pavimentación de calles, etcétera.

Y tercero, la inversión urgente en instituciones de seguridad. En este último punto, mi opinión personal difiere un poco de este planteamiento, porque creo que lo que el gobierno ha invertido en asuntos de seguridad no es el problema.

El problema más bien es que se continúa esencialmente con la política de “abrazos no balazos” del sexenio anterior, sin que se vea para cuándo vaya el gobierno a actuar de una forma más decisiva para combatir la inseguridad.

Sin embargo, también creo que, al mismo tiempo, se tiene que trabajar en reducir la desigualdad social, algo que los apoyos monetarios por sí solos no resolverán si no van acompañados de generación de empleos, incrementos significativos de los salarios, y algo que el gobierno chileno ya se está planteando: que en lo que se refiere a impuestos, debe pagar más el que gane más, pero ahí es donde el gobierno mexicano ha dado muestras de no querer importunar a los multimillonarios a pesar de que su riqueza no ha parado de crecer durante la administración de la 4T. 

Finalmente, está el incremento del gasto social hacia los sectores más empobrecidos, cuya preferencia por las clases adineradas tampoco se ha querido modificar.

Creo que es necesario señalar que, como gustan decir en la Cuarta Transformación, “durante el periodo neoliberal”, las empresas exigían que el estado no se inmiscuyera en los asuntos de la economía, porque ahí la libre empresa, buscando siempre la máxima ganancia, es la que debe decidir cómo actuar: qué producir, cuánto producir y cómo producir.

Pero además, el estado debería reducirse a velar porque el gran capital estuviera libre de obstáculos, libre de fronteras que le impidieran expandirse, y garantizar la seguridad para que nada perturbara la libre marcha de los negocios. Todo eso, como todos lo podemos ver, sigue igual, a pesar de que al neoliberalismo se le haya declarado muerto y enterrado.

Guiados bajo esta lógica, las empresas nunca invertirán en un estado como Tabasco o cualquier otro de la región sureste, que por carecer de la infraestructura necesaria, eleve los costos de producción y disminuya las ganancias de las empresas.

Es decir, que un estado que no cuenta con las vías de comunicación y transporte adecuados nunca será atractivo para las empresas. 

Por esta razón, mientras los gobernantes no inviertan en mejorar la infraestructura que permita abaratar los costos de producción y por lo tanto elevar las utilidades, las empresas no vendrán a invertir en nuestro estado, porque ellas no son ningunas damas de la caridad, por más que un gobernante que se diga representante del pueblo les suplique que se pongan la mano en el corazón, simple y sencillamente porque el capitalismo no funciona así.

Por lo tanto, por más que se levante una banderita blanca y se diga que el neoliberalismo ha muerto, ahí están los resultados; no lo decimos nosotros, lo dicen las estadísticas, y ellas demuestran que el neoliberalismo está más vivo que nunca; que el gobierno del pueblo y para el pueblo aún no existe, y que somos nosotros quienes lo debemos construir. Mientras más pronto, mejor.

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