Gracias al lenguaje los seres humanos nos hemos podido entender, coordinar, crear y luego transmitir, de generación en generación, los avances, inventos, errores y horrores que hemos logrado y cometido. Sin el lenguaje no seríamos lo que somos.
Es cierto, también, que no siempre las palabras, sobre todo en poesía, quieren decir lo que dicen, pero, otras veces formulan y con mucha precisión, lo que se quiere expresar.
Por ejemplo, los discursos de Donald Trump antes, durante su campaña y actualmente como presidente de Estados Unidos, destilaban odio, racismo y xenofobia hacia todo lo que él y el grupo racista que lo apoya, consideran extranjeros indeseables, exaltando la supremacía blanca e incitando, incluso, a la eliminación física de aquellos grupos raciales que no pertenecieran a la raza blanca.
Cuando el lenguaje cumple la función de incitar a las pasiones más bajas del ser humano, los resultados de estos discursos fascistas, son obvios y están a la vista, 22 muertos en el paso Texas y 9 en Ohio y, como todo mundo sabe, no son los únicos, pues ocurren a diario a lo largo y ancho de la Unión Americana siendo las víctimas, negros, mexicanos, guatemaltecos, hondureños, hindúes, etc. ¿Qué demuestra lo anterior? que en el mundo existe un pequeño grupo de magnates que se creen superiores a cualquier raza humana y que se sienten con el derecho de humillar, explotar, e incluso aniquilar a todos aquellos individuos que se consideren inferiores por su raza, religión, preferencias sexuales o condición económica.
Esta ideología reaccionaria ha permeado en amplios sectores de la sociedad enajenándolos llenándolos de misoginia racista induciéndolos a realizar ejecuciones masivas, como la que estamos observando.
El mundo entero se horroriza con tales crímenes, pero estos no terminarán mientras no se termine una sociedad que valora más las ganancias que se obtienen por venta de armas que las muertes que se causan al hacer uso y abuso de ellas y que, para el colmo del cinismo manejan medios de comunicación que justifican estas matanzas.
No ha habido, ni hay, ninguna raza humana que pueda proclamar su supremacía, su superioridad, en ningún terreno, no hay pues la mínima justificación para el racismo, salvo la ideología reaccionaria y xenofóbica de una minoría rapaz y abusiva que se ha autoproclamado superior a todos que así lo expresa y que su discurso de odio asesino es creído y ejecutado por individuos inconscientes, tan enfermos mentales como los creadores de dicha ideología, que tanto daño han hecho y hacen al mundo entero.
Ese es el paraíso del sueño americano, un país que explota, divide, odia, margina y asesina a sus ciudadanos indiscriminadamente, solo por el hecho de tener diferencias raciales.
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