Durante la reciente visita de la presidenta Claudia Sheinbaum al municipio de Poza Rica, Veracruz, lo que se planteó como un recorrido de “supervisión” frente a las recientes inundaciones terminó convirtiéndose en un momento de repudio y confrontación contra el régimen político. Decenas de afectados la rodearon con reclamos y exigencias, desesperados por no recibir ayuda concreta más allá de las cámaras.
Las lluvias torrenciales derivadas de los remanentes del huracán Priscilla y de la tormenta tropical Raymond provocaron inundaciones, deslaves y el desbordamiento de los ríos Cazones y Pantepec, afectando zonas de Veracruz, Puebla, Hidalgo, Querétaro y San Luis Potosí. En Veracruz, los datos oficiales del gobierno hablan de 18 muertes y decenas de personas no localizadas, mientras que a nivel nacional el gobierno federal reportó 47 muertos y 38 desaparecidos. Más de 48 mil viviendas resultaron dañadas y alrededor de 150 municipios reportaron afectaciones, además de 108 interrupciones en carreteras federales, daños ocasionados por las lluvias acumuladas de más de 540 milímetros entre el 6 y el 9 de octubre.
Durante su paso por Poza Rica, Sheinbaum fue recibida con gritos de “¿Dónde están los desaparecidos?”, reclamos por la falta de transparencia y denuncias de que cientos de colonias todavía no han recibido apoyo alguno. También hubo manifestaciones contra la gobernadora Rocío Nahle, a quien habitantes acusaron de no actuar con diligencia. En uno de los momentos más tensos, jóvenes universitarios recordaron a estudiantes desaparecidos y pidieron que la presidenta interviniera para encontrarlos.
Sheinbaum respondió que no se ocultaría ningún dato y que se trabaja con la Fiscalía para registrar personas no localizadas, pero su llamado a tener “tantita paciencia” fue recibido con indignación y más reclamos. Muchos damnificados aseguran que llevan días sin recibir agua potable, comida ni apoyo médico.
Ya en su conferencia mañanera, la presidenta intentó justificar la falta de previsión del gobierno al afirmar que “no había condiciones científicas” para anticipar que las lluvias serían tan fuertes. Sin embargo, los informes del Sistema Meteorológico Nacional la desmintieron, pues durante más de una semana se estuvo advirtiendo sobre el riesgo de precipitaciones extremas y posibles inundaciones en la zona norte del estado. La omisión y la falta de respuesta oportuna del gobierno federal y estatal resultan, entonces, injustificables.
Ante lo trágico de la devastación y la tragedia, cientos de ciudadanos reclaman nuevamente la desaparición del FONDEN, el Fondo de Desastres Naturales, que anteriormente permitía movilizar recursos inmediatos ante emergencias. Hoy, sin esa herramienta, las respuestas quedan atadas a trámites burocráticos y reasignaciones presupuestales, mientras las familias siguen esperando.
Aunque el gobierno asegura que “no se escatimarán recursos”, en la práctica el abandono es evidente. Los damnificados denuncian que, días después del desastre, aún no llega ayuda fundamental: ni agua potable, ni alimentos, ni maquinaria para limpiar calles, ni atención médica.
La visita presidencial, cargada de cámaras y discursos preparados, contrastó con la realidad de las calles inundadas, las casas destruidas y la desesperación de la gente. Llegar tarde, con micrófonos y promesas, termina pareciendo un acto de propaganda más que de verdadera preocupación por las víctimas. Para los veracruzanos, la diferencia entre la “presidencia mostrable” y la gestión efectiva es cada vez más clara. La indignación social no solo refleja enojo: puede escalar hacia denuncias formales y movilizaciones multitudinarias.
Para que la visita de Sheinbaum no quede como un gesto vacío, los damnificados exigen transparencia total sobre las víctimas, entrega inmediata de víveres, maquinaria para limpieza, censos comunitarios confiables, restauración de fondos de emergencia, compromisos firmes de reconstrucción y supervisión ciudadana del proceso. La llegada de la presidenta a Poza Rica no puede verse como el fin de una crisis, sino como el inicio de una prueba real: si su “preocupación” es genuina, debe traducirse en eficacia. Porque los reclamos que hoy grabaron las cámaras pueden convertirse mañana en una factura política para quienes olvidan que gobernar no es posar, sino responder.
La tragedia que hoy vive el norte de Veracruz dejó al descubierto no solo la ineficacia del gobierno, sino también el despertar de un pueblo cansado de las mentiras. La gente ya no se deja engañar por discursos ni fotografías: ve con sus propios ojos la falta de respuesta, la soberbia del poder y el abandono que se vive en las calles. Morena prometió un gobierno del pueblo, pero solo ha demostrado desinterés y desprecio hacia quienes más sufren. Ante esto, no queda más que la organización y la lucha. Porque solo el pueblo unido, consciente y movilizado podrá arrancar de raíz la corrupción, la indiferencia y el cinismo de quienes gobiernan.
Hoy más que nunca, México necesita que su gente despierte, se organice y defienda lo que el poder le ha arrebatado: su dignidad, su voz y su futuro.
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