MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Lo que las lluvias ponen al descubierto

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Por todos lados vemos con justa razón quejas y más quejas sobre el mar de lodo que les cayó encima a los veracruzanos, hidalguenses, poblanos y potosinos con las recientes inundaciones que afectaron a estos estados de la república,  desaparecieron enseres domésticos, ganado menor y mayor y viviendas completas en algunos casos. Pero, lo mas grave, es la pésima calidad humana y nula empatía que exhibieron los gobernantes que antaño presumían su gran sensibilidad para colocarse al lado de los más pobres y necesitados. Toda la desgracia que trajo consigo los recientes desastres naturales, ha sido para evidenciar que la frase de “Primero los pobres” no fue mas que un slogan de campaña que se utilizó para convencer a los electores de emitir su voto a favor de quienes hoy nos gobiernan, pero que no es más que un conjunto de palabras vacías que no representa nada para quienes las utilizaron; no es ni mucho menos, una determinación que guíe la conducta de quienes detentan el poder actualmente.

Esta situación  que puede generar el desencanto de la gente hacia  toda la clase política y, en determinado momento provocar la apatía entre las masas trabajadoras orillándolas a la decisión de alejarse de la participación política, puesto que “todos son iguales”, no es mas que la consecuencia de que esa apatía ya ha existido con anterioridad, no es mas que la manifestación de la falta de politización de nosotros como electores para exigir que los políticos y candidatos demuestren en campaña tener el conocimiento y la voluntad de atacar los problemas de nuestro interés; es el resultado de dejarnos convencer por la vía fácil de una frase, o de algún “regalito”, sin profundizar en el análisis de la trayectoria política, la corriente ideológica, la preparación académica y hasta los antecedentes de quien solicita nuestro voto. No nos cuestionamos si conoce nuestros problemas, no preguntamos si tiene el conocimiento y la capacidad para darle solución, preferimos deslizarnos por lo más superficial, dejarnos llevar por la propaganda electoral y la mercadotecnia puesta en marcha en todos los medios de comunicación.

Nos negamos a escuchar críticas y cerramos los ojos a cualquier evidencia que pudiera hacernos dudar. Los mismos “debates” organizados por los diferentes partidos no están pensados para brindar información, están diseñados para echar humo en nuestros ojos y discutir lo meramente anecdótico, sin profundizar en problemas como el combate a la pobreza, la falta de vivienda, la insalubridad, los bajos salarios; no nos dicen cómo piensan generar empleos o combatir la creciente desigualdad, o qué obras piensan edificar para mejorar las vías de comunicación, cómo piensan desarrollar la producción agrícola o impulsar nuestra economía, entre muchas otros temas.

El resultado es que una y otra vez nos vamos con la finta de que ahora sí va a ser diferente, pero no nos aseguramos que efectivamente así sea. Esto sucede así porque cada vez elegimos de entre los mismos de siempre. Nos negamos a darnos cuenta que muchas veces, aunque se nos presenten bajo unas siglas y un color diferente, los personajes son los mismos. Todos pertenecen a la misma clase social; una clase que ya no puede fingir su desprecio hacia las capas mas pobres de la sociedad, que ya no puede disimular que no le interesan sus problemas, que los ve a las grandes mayorías empobrecidas como un estorbo que hay que soportar sólo porque a ellos hay que acudir cuando se necesite del sufragio que legalice el ascenso al poder de los políticos.

Por eso monopolizan por mínimo que sea cualquier apoyo que ha de llegar a las manos de los necesitados, acaparan todo tipo de dádivas que reparten entre los caídos en desgracia, porque llegado el momento, éstos deberán recordar quién les dio la despensa o quién les regaló un colchón o algún bono, para que vuelvan a votar por su “benefactor” aunque todo haya salido de los propios impuestos pagados por el “afortunado” que recibe el supuesto apoyo.

Por lo tanto, lejos de desanimarnos, nos debemos volver más críticos, más audaces para detectar cuando un personaje sólo quiere “dorarnos la píldora” como suele decirse; exigirle pruebas de que conoce las necesidades de sus (posibles) futuros gobernados y que sabe cómo resolverlos. Y si -como siempre sucede en estos casos-, entre el catálogo de opciones ninguno llena los requisitos, ninguno cuenta con un proyecto de gobierno apegado a la realidad, debemos disponernos a formar una fuerza capaz de llenar ese vacío, debemos proponernos formar un partido de nuevo tipo, integrado por todos los trabajadores de este país, que represente ahora sí los intereses de los olvidados de siempre. Para ello es necesario empezar ya con esta gran tarea; de lo contrario, seguiremos tropezando con la misma piedra.


 

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