Michoacán está ubicado en el octavo lugar en la ficha estatal elaborada por México ¿Cómo Vamos?, pero en esa misma ficha se señala que es la décimo tercera economía más grande del país, lo que nos deja ver que es un productor de riqueza importante, pero al mismo tiempo esa riqueza no es generadora de empleos, y es por eso que los michoacanos están enfilados en el empleo informal.
La introducción de las máquinas a los procesos de producción ha propiciado el desplazamiento de la mano de obra, arrojando a los trabajadores a las calles y obligándolos a autoemplearse en lo que puedan, sin tener ninguna prestación ni un ingreso seguro.
Cada vez son más los desplazados por la introducción de maquinaria al campo y, por tanto, más los desocupados que ingresan al empleo informal.
A esos trabajadores, Marx los llama “ejército de desocupados”; es la fuerza laboral desempleada o subempleada en una sociedad capitalista como la nuestra.
Aunque el estado no se caracteriza por la presencia de la industria fabril, sí se caracteriza por la producción agrícola. La principal actividad económica de Michoacán es la agricultura, principalmente la producción de aguacate, berries, limón, entre otros. Es decir, no es un estado que se destaque por sus grandes fábricas, sino por sus grandes extensiones de cultivo, lo que lo ha posicionado como uno de los pioneros a nivel nacional en producción agrícola.
En este desarrollo se ha incursionado en la tecnificación del campo; se usan tecnologías avanzadas para que haya una mejor producción y, por ende, una mayor ganancia. Sin embargo, ha sucedido como suele suceder en las grandes fábricas: con la adquisición de las grandes máquinas, el trabajador se ve desplazado, y con la concentración característica del capitalismo, la tierra como medio de producción también se ha concentrado en unos cuantos, de modo que la gran mayoría de campesinos pasaron a ser obreros que venden su fuerza de trabajo en las tierras que un día fueron suyas.
En la zona de Maravatío se ve muy temprano en la mañana el desfile de camionetas cargadas de jóvenes y adultos cuyo destino son los plantíos de fresa, principalmente. En la zona de Uruapan, Tancítaro, Peribán, por mencionar algunos, sucede lo mismo: las camionetas van cargadas de jóvenes cortadores de aguacate.
En la zona de Zamora, Los Reyes, Tangancícuaro, el desfile de obreros agrícolas va a los plantíos de berries; en la zona de Tierra Caliente se encaminan a cortar el limón. Sin embargo, cada vez son más los desplazados por la introducción de maquinaria al campo y, por tanto, más los desocupados que ingresan al empleo informal.
Muchos de ellos acuden a las ciudades en busca de un empleo y se encuentran con que las ciudades están llenas de personas que, como ellos, salieron en busca de mejores oportunidades; pero también allí el capital hizo lo propio y, por ende, hay otro ejército de mano de obra en espera de ser contratada.
Y no les queda más que autoemplearse para poder sobrevivir: vendiendo dulces, limpiando carros, poniendo un puesto de ropa o un bazar, vendiendo cena o café en las mañanas. Es decir, están obligados a buscar la manera de generar ingresos para ellos y para sus familias. En esa situación se encuentra el 67.8 % de la población michoacana.
Tener un empleo seguro que garantice un ingreso es fundamental para los hogares, no solo michoacanos, sino a nivel nacional, pues de eso depende que puedan atenderse médicamente, que envíen a sus hijos a la escuela, que puedan adquirir alimentos sanos y nutritivos para su familia; porque, de lo contrario, seguiremos encabezando la lista de las carencias sociales como: rezago educativo, carencia de atención médica, carencia del acceso a la vivienda, entre otras.
Es urgente que se diseñen estrategias aplicables a la realidad en el estado, que contribuyan a la creación de más empleos para que disminuya el empleo informal y demos un paso hacia el progreso. Sin embargo, esto no se logrará de la noche a la mañana.
Es necesario que el pueblo, no sólo michoacano sino a nivel nacional, esté consciente de que urge un nuevo modelo económico que no concentre la riqueza, más bien que la redistribuya equitativamente para que todos puedan tener lo necesario: una vida digna y un futuro mejor.
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