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Día de Muertos en Michoacán, negocio para unos cuantos

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“Las fiestas indígenas dedicadas a los muertos están profundamente arraigadas en la vida cultural de los pueblos indígenas de México. Esta fusión entre ritos religiosos prehispánicos y fiestas católicas permite el acercamiento de dos universos, el de las creencias indígenas y el de una visión del mundo introducida por los europeos en el siglo XVI”, señala Unesco.

Esta tradición que conservan los pueblos en Michoacán no la disfrutan todos y tampoco la derrama económica es para todos; se ha comercializado con ella y sólo accede quien puede pagar los costos tan altos.

La gran mayoría de los mexicanos celebra el Día de Muertos; algunos se reúnen con sus seres queridos y otros visitan los lugares que son más representativos de esta festividad, por ejemplo, Michoacán.

El estado recibe a sus visitantes principalmente en Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Copándaro, Morelia y Uruapan, entre otros lugares. Ahí pueden apreciar la gran riqueza cultural que existe en cada uno de los pueblos: las ofrendas, los altares, el recorrido de velas, los cultivos de flor; pueden asistir a los panteones a ser partícipes de la tradición de acompañar a los familiares que visitan a sus seres queridos que ya no se encuentran entre los vivos.

Es muy frecuente ver rostros con facciones e idiomas extranjeros y también personas de otros estados de la república, pero los rostros de los habitantes de esos pueblos y comunidades figuran en cantidades importantes; están detrás de sus puestos de artesanías o realizando las ofrendas en los panteones.

Esta tradición que conservan los pueblos en Michoacán no la disfrutan todos y tampoco la derrama económica es para todos: se ha comercializado con ella y sólo accede quien puede pagar los costos tan altos.

En un recorrido por la zona, tuve la oportunidad de conversar con varias personas que son originarias de la región. La primera me comentó que las ofrendas para las tumbas de sus familiares en este año tuvieron un costo de 10 mil pesos las más pequeñas. También me dijo que las ofrendas, tan impresionantes, se tienen que costear por completo, y para eso deben ahorrar todo el año.

En otro diálogo supe que se dedican a bordar con muchos meses de antelación para tener listas las blusas, los vestidos y otras prendas para venderlas en esas fechas porque eso es de lo que viven.

Estas son las personas que invierten grandes cantidades en estas fechas, unos en las ofrendas y otros en las prendas típicas con la intención de venderlas y recaudar recursos para sostener a sus familias.

En el otro extremo se encuentran los que se quedan con la mayor parte: los hoteleros y los dueños de los restaurantes.

Ese mismo recorrido me permitió darme cuenta de que esta bonita tradición poco a poco se va privatizando, pues sólo pueden asistir quienes tienen suficientes recursos para hospedarse al menos una noche, la alimentación, los traslados, etcétera.

Aunque es una tradición muy importante en el estado, pocos pueden trasladarse de un municipio a otro para visitar los lugares representativos. Los hospedajes son muy costosos: entre 3 mil y 10 mil pesos, la noche en una habitación sencilla. Los alimentos en los restaurantes también son costosos.

Es aquí donde se marca una diferencia profunda: los habitantes oriundos de la región, quienes contribuyen a embellecer las calles, los panteones y las plazas con sus ofrendas y altares, tienen que trabajar arduamente todo el año para ahorrar y poder recaudar lo necesario; no reciben apoyo de ninguna parte, o, si reciben, es muy poco.

Quienes se aprovechan son los grandes empresarios que acaparan al turismo internacional y nacional.

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