El presente escrito sale después de dos meses de las elecciones del primero de julio del presente año. Las espumas del fragor de la contienda han bajado. La revisión del mensaje puede ser, entonces, más frío, con menos apasionamiento, para que la razón y una mayor objetividad tomen su lugar, acercándonos a un mayor criterio de verdad.
Si el primero de julio, hubo un triunfo avasallante en favor de MORENA y sus candidatos a la Presidencia de la República, a diputados federales y de los congresos estatales, Durango, como se sabe, el PRI fue prácticamente borrado del panorama electoral, pues sólo obtuvo el triunfo en el distrito local número 15; triunfo obligado, por obvias razones, por lo que su campaña fue muy cara, como pocas o ninguna lo han sido en ese distrito y en los municipios que lo conforman, principalmente en el Mezquital.
No podía ser de otra forma, porque de ese municipio surgió, por primera vez en la historia, un candidato indígena para este distrito; el candidato a vencer, Juventino Ramírez, cuya vida honrada y de gestión permanente en beneficio de su pueblo, es conocida en todo su municipio y buena parte del distrito, donde goza de una amplia simpatía del pueblo humilde, en el que surgió la esperanza de contar en el Congreso del Estado con un verdadero representante; pero también generó el miedo de quienes utilizan "su" partido, los puestos de representación y los gobiernos municipales en provecho de sus grupos y sus familias.
Para evitar el triunfo de Juventino, tuvieron que utilizar a manos llenas, sobre todo en el Mezquital, recursos públicos económicos, de personal y de vehículos, municipales y de algunas delegaciones federales; ejercer presión contra trabajadores; utilizar facciosa y discriminativamente programas y apoyos oficiales y amenazas de cancelación de los mismos (y otras menos ortodoxas). Esto, enfocado a doblar y corromper rebeldías reales o fingidas de liderazgos internos (sobre todo indígenas) contra la designación de su propia candidatura, "antidemocrática y no representativa" (eso argumentaron).
El invento de rumores por encargo, las amenazas y el reparto de recursos tuvieron por objeto un objetivo principal: debilitar la voluntad del pueblo, aprovechando su miseria, de la cual son causantes por acción u omisión; esa necesidad del pueblo, la confusión y el temor del que fue víctima, les permitieron triunfar, no sobre Juventino, sino sobre el pueblo mismo, que perdió una gran oportunidad de poner en el Congreso a uno de los suyos, que vive y lucha con ellos sin necesidad de disfraces ni frases escogidas, sino con hechos. Hoy Juventino sigue acompañando a su pueblo en la gestión por salud, por programas alimentarios y agropecuarios, por justicia social; no promete regresar al pueblo. Sigue en y con el pueblo, organizando, concientizando y luchando por un futuro mejor. Su voluntad y claridad, no han sido vencidas.
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