Escribir sobre la muerte nunca ha sido fácil, pero siempre ha sido necesario y hasta provechoso referirse a los muertos. En Colima, gracias a los muertos, otra vez hubo asueto largo para muchos estudiantes y trabajadores, y la verdad, aún no me queda bien claro si la interrupción de labores se da, para aumentar la concurrencia y las ventas en la Feria estatal de Todos los Santos, o porque en verdad, somos un estado amante y respetuoso de las tradiciones a la muerte. Sin embargo, el historiador y cronista de la capital, Abelardo Ahumada, en reciente publicación en un medio local, refirió lo siguiente: "...las grandes romerías que ahora vemos en los cementerios colimotes y los famosos `altares de muertos´, no eran costumbres que prevalecieran en Colima apenas unas cuatro décadas atrás, pero todavía en la década de los 60´s y 70´s [1960-1970], a lo más que se llegaba en los panteones locales, era a llevar algún ramillete, o alguna corona de flores a los familiares muertos, y a rezarles quizá un rosario `por el descanso de su alma.´" ¿De donde apareció entonces - y de repente - tanta algarabía, respeto y devoción por los días de muertos? Pero bueno, diré como dijo un paisano de donde nací, cuando tenía oportunidad de echarse a dormir en el trabajo: "me sacrificaré".
Pero ya que hablamos de la muerte, aprovecho para compartir con mis escasos lectores dos tres comentarios que, amparado en mi proclive tendencia a la lucha de clases, quisiera dar a conocer.
Primer comentario. ¿Qué hacer ante la muerte?, es decir, no me refiero al hecho concreto que nos quita la vida, sino a la muerte futura, a la muerte como condición natural e inevitable de todo ser vivo; mi pregunta viene, porque nadie, o casi nadie, procuramos tan siquiera imaginar este muy desagradable suceso, y por lo mismo nos sorprende siempre sobre todo, cuando menos se le espera. Hace ya mucho que a mí me impresionó esta interrogante, y me gustó la respuesta que encontré una noche de invierno leyendo a un gran escritor soviético: Nikolái Alekséievich Ostrovski, su obra es la novela "Así se templó el acero", y de ella aprendí lo siguiente: "Lo más preciado que posee el hombre es la vida, se le otorga una sola vez y hay que saber vivirla de modo que al final de los días no se sienta pesar por los años pasados en vano, para que no exista una angustia por el tiempo perdido y para que al morir se pueda exclamar: «toda mi vida y todas mis fuerzas han sido entregadas a la causa más noble en este mundo, a la lucha por la liberación de la humanidad»." Sostengo y aclaro, amigo lector, que para muchos entre los que me cuento, nada en la vida se compara, con la causa más noble de liberar a la humanidad del sufrimiento de la ignorancia y la pobreza; pero además creo que todos los hombres buenos, si la buscan, pueden tener una causa muy noble en este mundo, como Nikolái Ostrovski.
Pero sobre el mismo tema, también le quiero recomendar -si usted me lo permite-, una magnifica película mexicana que se produjo allá por 1960, que aborda de manera muy profunda e inteligente el tema de la muerte, su título es "Macario", fue una adaptación basada en una novela de Bruno Traven, actuada magníficamente por Ignacio López Tarso, es considerada una de las 100 mejores películas del cine mexicano; de esta quiero rescatar el siguiente diálogo: " Hay que tener más respeto por los muertos, porque pasamos mucho más tiempo muertos que vivos. Total, en esta vida todos nacemos para morirnos, ¿y qué ganamos aquí?, algunos gustos, y a veces ni eso, muchos trabajos, muchas penas. Cuando nacemos, ya traemos nuestra muerte escondida en el hígado, o en el estómago, o acá, en el corazón que algún día se va a parar. También puede estar afuera, sentada en un árbol que todavía no crece, pero que te va a caer encima, cuando seas viejo..." Ya podemos imaginar la impresión de Macario, con estas ideas, porque como muchos, vive obsesionado por la pobreza que sufre y el temor a la muerte, y es esta última obsesión, la del temor a la muerte, la trama principal de toda su vida.
Segundo comentario. ¿Y cuánto cuesta morirse ?, y no me refiero a lo que cuesta perder la vida, sino a todos los gastos que han de hacer los muertos -a través de los vivos- después que mueren; esta es otra de las preguntas que nunca procuramos ni siquiera imaginar, pero que todos sabemos que existe y siempre exige una respuesta.
Citaré aquí datos de un conocido medio local, para darnos una idea aproximada y poder sacar conclusiones. De acuerdo a un análisis realizado por AF medios en la capital del estado, los servicios funerarios van desde los $10 mil y hasta los $40 mil pesos con ataúdes de madera, con gravados de imágenes religiosas y tapicería fina al interior, espacio de velatorio y servicio de carroza. A estos costos se deben sumar, la compra de gavetas que en un panteón municipal de la zona conurbada asciende a un promedio de $14 a $30 mil pesos por la adquisición mínima de un lote de cuatro gavetas en un mausoleo particular, sin olvidar los gastos por mantenimiento del lugar, la construcción de la cripta y gravados que tienen costos adicionales. Otros servicios que son contratados, son los arreglos florales naturales y artificiales, así como recuerdos y comida al concluir el novenario, que no son obligatorios pero que se han convertido en una tradición. De esta manera, el medio citado concluye que morir en Colima, cuesta al rededor de $27 mil a $55 mil pesos, y aclara que según la funeraria consultada, estos son precios "sujetos a modificaciones sin previo aviso".
Entonces, si tomamos en cuenta los datos laborales que da la Secretaría del Trabajo al mes de octubre de 2017, donde dice que en Colima son 146 mil 828 los trabajadores de la Población Económicamente Activa (PEA) que perciben menos de dos salarios mínimos diarios para vivir, y sabiendo que dos salario representa $160 pesos con 8 centavos por día, podemos fácilmente concluir, que para que un trabajador de estos, pudiera reunir la cantidad que cuesta un funeral mínimamente como el que se describe líneas arriba, necesitaría, por lo menos, dedicar todo su salario, de 344 días de trabajo continuo, es decir, de casi un año de trabajo, pero sólo le alcanzaría para un funeral. Ya podemos imaginar la doble tragedia que sufren los desempleados cuando les sorprende la muerte a su familia. Es terrible de creer pero cierto, el sistema de producción neoliberal, antes llamado capitalismo, ha convertido hasta a la muerte - y sobre todo a los muertos -, en una jugosa mercancía. No cabe duda que hasta para enfrentar los gastos de la muerte, los pobres necesitamos urgentemente estar organizados.
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