MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Sin austeridad: el discurso vacío de la 4T

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Mucho se ha pregonado entre funcionarios y simpatizantes de la llamada 4T sobre la necesidad de ejercer una austeridad republicana. Sin embargo, entre el discurso y la realidad hay un abismo evidente. Es fácil hablar de recortes y sacrificios cuando se está fuera del poder, cuando sólo se es espectador. Pero una vez con las riendas del gobierno en la mano, esa misma exigencia de congruencia parece desvanecerse entre lujos, viajes y propiedades difíciles de justificar.

La famosa frase del expresidente “no puede haber un pueblo pobre con un gobierno rico” ha quedado enterrada bajo una montaña de incoherencias y simulaciones.

Durante años, los ahora funcionarios del movimiento criticaron sin cesar los excesos de gobiernos anteriores. Hicieron del combate a los privilegios y del ahorro presupuestal su bandera política. Pero hoy, muchos de ellos han replicado y, en algunos casos, superado esas mismas prácticas que antes condenaban.

En semanas recientes, los medios han documentado casos de altos funcionarios y legisladores identificados con el partido gobernante que ostentan estilos de vida totalmente alejados del ciudadano común: vuelos en primera clase, hospedajes de lujo, ropa de diseñador, propiedades millonarias… Todo esto mientras se insiste, desde el púlpito oficial, en la necesidad de “no gastar los recursos del pueblo”.

La contradicción es ofensiva. Resulta una burla para quienes sí luchan día a día para cubrir lo básico, mientras ven cómo quienes deberían ser ejemplo de sobriedad gozan de privilegios que parecen salidos de la élite económica que alguna vez juraron combatir. La famosa frase del expresidente “no puede haber un pueblo pobre con un gobierno rico” ha quedado enterrada bajo una montaña de incoherencias y simulaciones.

Algunos intentan justificar sus lujos con el argumento de que se trata de “recursos propios”, pero en política la percepción también importa. Y esa percepción que se proyecta es una de desconexión, de arrogancia, de hipocresía. ¿Cómo hablar de austeridad mientras se presume una “casita” de doce millones de pesos como si fuera algo común?

Esto no es un caso aislado; es parte de una tendencia creciente. La narrativa del cambio y la transformación se diluye cuando los actores políticos que la representan actúan como si estuvieran por encima de ella. Mientras las familias mexicanas enfrentan momentos económicos difíciles, los funcionarios que deberían estar a su servicio parecen más preocupados por acumular poder, influencias… y patrimonio.

La ciudadanía observa. Aunque algunos en el poder intenten minimizar estas incongruencias, el juicio social se construye con hechos. El discurso se debilita cada vez que se traiciona con la acción. Y más temprano que tarde, esa incongruencia cobrará factura.

Porque la verdadera transformación no se da con palabras ni con eslóganes: se demuestra con el ejemplo.

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