El capitalismo es como un gigantesco pulpo al cual no le dejan de salir tentáculos; le han salido tantos que al día de hoy tiene al mundo entero bien envuelto, apretándolo tanto que pareciera que quiere que reviente. Los grandes monopolios, sedientos de ganancia, generan nuevas extremidades para llegar más lejos o para poner sus brazos viscosos sobre una presa cercana hasta entonces no capturada. Las grandes empresas del mundo han llegado así a hacerse del control de la mayor parte de los países y de casi cada región dentro de cada uno de ellos.
Como parte de este proceso planetario, los capitales más poderosos escogen lugares de grandes y hermosas playas de varias regiones y dicen: “aquí aumentaremos nuestra riqueza a costa de todo y de todos”; luego, se busca disfrazar esta decisión por los gobiernos que inmediatamente bautizan al lugar como “polo de desarrollo turístico”.
Y así se ponen en marcha hacia el polo escogido un montón de capitales que estaban esperando para engordar: se desata inmediatamente una fiebre de construcción de hoteles, restaurantes, centros de diversión de todo tipo, redes hidráulicas, de energía eléctrica, de gas, drenaje y de todas las obras que requieran las empresas que prestarán los servicios turísticos. Así, se activan muchos sectores económicos, legales e ilegales, como todo mundo sabe.
El desarrollo anterior conlleva la atracción constante de cantidades ingentes de obreros que se pondrán a disposición de los capitales para que les “curtan la pelleja”, como dijo Marx, en las labores que de ellos se requieran.
Toda la obra así construida y las instalaciones flamantes se ponen a disposición de quien pueda pagarlas, pues solo de esta manera los capitales pueden engrandecerse, vendiendo sus mercancías, en este caso, de servicios turísticos, hospedaje, alimentación diversión, drogas, etcétera; el sector social al que están destinadas es el de la gente pudiente, de alto poder adquisitivo. Esta es la destinataria última, pues solo así quedará garantizado y sellado el negocio.
La otra cara de la moneda: el hospedaje, la alimentación, la recreación y la vida misma de la clase trabajadora que pone su fuerza de trabajo a disposición de estos monopolios turísticos no son del interés de los dueños del negocio, pues no es atendiendo las necesidades de esta clase de donde lograrán sacar su ganancia. Los ingresos que percibe la gran mayoría de los empleados no les alcanza para pagar los altos costos, muchas veces en dólares, de los servicios que contribuyen a brindar.
Es así que se llega a una situación crítica en la satisfacción de las necesidades de las mayorías. A nivel mundial resaltan en este sentido los ejemplos de las islas turísticas españolas de Ibiza y Palma de Mallorca en las que, en fechas recientes, miles de trabajadores residentes locales de estas bellas islas han salido a manifestarse contra la gentrificación, que no es más que la apropiación, por parte de los dueños del dinero, de los mejores espacios dentro de una comunidad.
Los residentes locales han protestado contra los extranjeros enarbolando la bandera de “no vengas a vivir a Ibiza” por ejemplo; pero por muy loable que sea la lucha de los que protestan contra la llegada de los residentes extranjeros, hay que decir que se quedan solo en la superficie, pues no protestan contra las causas que originan este problema; La llamada “gentrificación” no es más que un nombre complejo que se le pone a algo tan viejo como el capitalismo, que consiste en que este se allega clientes para vender sus mercancías más reditables. Los españoles en lucha no se dan cuenta de que mientras exista el capitalismo esto seguirá ocurriendo porque el capital tiene que vivir y desarrollarse a través de todas sus formas, entre ellas, la de los negocios turísticos.
En México, desafortunadamente, también tenemos nuestra Ibiza y nuestra Palma de Mallorca, ahí están Cancún y Los Cabos que en relativamente poco tiempo se han convertido en los grandes centros turísticos de México, produciendo casi los mismos problemas que los de allende el Atlántico.
Ocupémonos del problema de vivienda en Los Cabos. Según documenta la prensa local hay al menos 45 mil familias viviendo en zonas de alto riesgo en este municipio, esto quiere decir que uno de cada ocho habitantes vive en zonas peligrosas. Aunado a esto, 52 mil trabajadores carecen de vivienda, pues los precios de la vivienda “popular” están entre 1.5 y 2.5 millones de pesos. Si sumamos los dos grupos de personas y suponiendo que ningún individuo que está en uno está también en el otro, 97 mil personas no tendrían vivienda propia en Los cabos.
Ante este tremendo problema, la presidenta Claudia Sheinbaum fue en noviembre de 2024 a dar el banderazo de inicio de construcción de 500 casas para trabajadores, algo que cubre apenas el 1% de la gente que vive en zonas de alto riesgo.
En este contexto, antorchistas de Los Cabos han exigido al gobernador de la entidad, Víctor Manuel Castro Cosío que apoye a más de 2 mil familias organizadas a quienes se les ha negado el derecho constitucional a la vivienda, pues carecen de un terreno donde vivir y a quienes el sistema y la desatención de las autoridades han obligado a vivir marginadas y pagando altas rentas o a vivir en zonas de alto riesgo que ponen en peligro sus vidas y la de sus familias.
El gobierno de Baja California Sur se ha mostrado como un gobierno que respeta, a pie juntillas, el desarrollo capitalista neoliberal que se dedica a apoyar a los grandes negociantes pero a quién le importa poco la necesidad de vivienda de los trabajadores de su estado. Así se aplica el “primero los pobres” en aquel estado. Por nuestra parte recordamos a los compañeros en lucha por la vivienda que van con los trabajadores del mundo, con los que se resisten a que los avasallen los grandes negociantes con la venia de las autoridades locales, quienes los quieren ver exhaustos y viviendo en cuchitriles. La justicia solo se alcanzará con su lucha y unidad. Cuenten con el apoyo de los antorchistas sinaloenses que ya difundimos desde acá su problemática y que los apoyaremos en lo que esté a nuestro alcance.
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