Si no llueve, mal. Porque no se llenan las presas, no se recargan los mantos freáticos, se secan los acuíferos de donde se extrae el agua, se marchitan los plantíos, hay mortandad de ganado, se incrementan los incendios, escasea el agua potable y muchas calamidades más. Pero mal si llueve: se inundan las ciudades y pueblos, se desbaratan las vías de comunicación, se desbordan ríos, aparecen las goteras en las casas, se tapan los drenajes, hay zancudos y cunden las enfermedades; se desperdicia el agua de lluvia que no alcanza a captarse para recargar el subsuelo con el líquido necesario, se pierden cosechas; total que, siempre, nos va mal a los pobres.
La sociedad es capaz de producir tanta riqueza como nunca antes lo había podido hacer, pero los detentadores del monopolio de los medios de producción no han aprendido a compartir ni siquiera el pan con sus semejantes.
Repito: a los pobres, o sea al pueblo, a las clases desposeídas de toda riqueza porque no contamos con medios de producción y tenemos que conformarnos con percibir una minúscula parte de la riqueza social a través del salario, que no alcanza ni para la canasta básica, aunque se aumente nominalmente, pues en la realidad crece menos que los precios de los productos que necesitamos para sobrevivir.
Y es que el fondo de las cosas, bien visto el fenómeno, es ese. En la actualidad, la sociedad es capaz de producir tanta riqueza como nunca antes lo había podido hacer. Hay suficiente de todo cuanto la población necesita para vivir, si no con lujos, sí con todas sus necesidades satisfechas, pues la ciencia, la tecnología y la productividad del trabajo están suficientemente desarrolladas para que nadie en el mundo sufra de carencias esenciales por falta de comida, ropa, calzado, vivienda, agua potable, luz eléctrica, educación, salud ni nada.
Pero a pesar de que el hombre ha aprendido a partir las partículas microscópicas, los detentadores del monopolio de los medios de producción —que tienen bajo explotación asalariada a millones de seres humanos produciendo esa inmensa riqueza— no han aprendido a partir siquiera el pan con sus semejantes; se han adueñado hasta del progreso humano para su solo y propio beneficio personal, dejando que el resto sufra lo indecible por carecer de todo, hasta del derecho a la vida, del cual se les priva en el mundo entero, y que hoy podemos verlo en vivo y a color con los habitantes de Gaza, que son víctimas de una horrenda masacre por parte del Estado sionista y sus padrinos y auspiciadores, que son los imperialistas internacionales con Estados Unidos a la cabeza.
Pero lo que se padece en general es también una realidad en lo particular. Y las causas son las mismas. La clase dominante no está interesada en resolver de fondo las carencias y necesidades de las clases pobres porque no le interesan para nada estas ni su suerte o sufrimientos, sino la ganancia que puede extraer de ellas. }
Mientras sigan trabajando y produciendo riqueza —y, por tanto, ganancia para los ricachos de siempre— no hay problema, al cabo que los pobres se reproducen en suficiente cantidad para que no haga falta mano de obra a la cual extraerle plusvalía. Y pareciera que esta verdad económica nada tiene que ver con la realidad que vivimos todos los días por la falta de políticas públicas que garanticen una vida sin privaciones y digna, como la que establece idílicamente nuestra ley de leyes: la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la cual instituye una serie de derechos para cada uno de los mexicanos que, si se materializaran, viviríamos todos bien.
Pero pasan generación tras generación y nada más no pueden llevarse a la práctica, y no porque esté mal nuestra Constitución, sino porque con miles de argucias se esquiva su cumplimiento por parte de los poderosos, económica y políticamente hablando.
Desde luego que es mejor que llueva, pero hace falta inversión pública para sistemas de drenaje eficientes y eficaces, suficientes vasos captadores de agua pluvial, pero sobre todo un pavimento ecológico en las ciudades que permita la absorción del agua de lluvia para que penetre en el subsuelo, para que no se inunden y, además, se recarguen los mantos freáticos de los que extraemos el agua potable. Se requieren plantas de tratamiento de aguas residuales y plantas potabilizadoras para aprovechar el agua captada. Se requiere un plan hídrico nacional y local que contemple incluso el mejor aprovechamiento del líquido en la agricultura y la industria.
En fin, se requiere una inversión que resuelva de manera definitiva los problemas de sustentabilidad de la sociedad actual y futura, contemplando la urbanización y su crecimiento. Se necesita otra forma de enfocar el problema, poniendo en el centro de las preocupaciones de los gobiernos de todos los niveles las necesidades de la población, de las grandes masas empobrecidas, más que en mantener el estado de cosas actual para que todo siga igual.
El fondo es el necesario cambio de sistema económico, donde las relaciones de producción sean de colaboración recíproca en vez de la explotación del hombre por el hombre a través de la esclavitud asalariada, donde las clases sociales dominantes, al enfrentar sus intereses antagónicos al resto de la sociedad, necesitan del aparato del Estado para imponerse sobre las mayorías para que estas soporten y hasta —llegado el caso de gran manipulación— normalicen su miseria.
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