Desde hace aproximadamente un mes y medio se han registrado lluvias constantes en gran parte del país, catalogadas como lluvias atípicas, dada su intensidad, que ha puesto de manifiesto la falta de drenaje pluvial e infraestructura carretera eficientes, lo que ha resultado en inundaciones en zonas habitacionales y encharcamientos en vialidades. México vivió el junio más lluvioso desde 1941, con base en el informe emitido por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Coordinación General del Servicio Meteorológico Nacional.
Las sequías, las tormentas y las inundaciones; todos fenómenos relacionados con el agua, dominan la lista de catástrofes de los últimos 50 años, tanto en términos de pérdidas humanas como económicas.
El promedio climatológico entre 1991 y 2020 para junio a nivel nacional es de 99.8 milímetros de precipitación; en junio de 2025, los 155.5 milímetros acumulados en el país representaron una anomalía por arriba de lo normal de 55.8 %, ubicándose como el junio más lluvioso del registro histórico.
De acuerdo con el reporte El junio más lluvioso en décadas deja huella en la Ciudad de México, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), uno de los factores clave detrás de este incremento fue la intensa actividad ciclónica en el océano Pacífico y el Golfo de México. Desde el inicio de la temporada, el 15 de mayo, se formaron seis ciclones tropicales en rápida sucesión: Alvin, Bárbara, Cosme, Dalila, Eric y Flossie. Esta frecuencia es inusual, ya que varios de estos sistemas coincidieron en el tiempo o se desarrollaron casi inmediatamente uno tras otro.
Antes del inicio de las temporadas de huracanes y lluvias, el Servicio Meteorológico Nacional indicó que para este 2025 se esperan hasta 36 eventos atmosféricos, tanto en el Pacífico como en el Atlántico. En contraste, en junio de 2023, cuando fue de 39.2 milímetros, se registró un valor 60.7 % por debajo del promedio, por lo que se convirtió en el junio más seco desde 1941.
Así, desde hace años los científicos vienen advirtiendo fenómenos meteorológicos fuera de lo normal que dejan a su paso tanto pérdidas económicas como humanas. Las sequías, las tormentas y las inundaciones, todos fenómenos relacionados con el agua, dominan la lista de catástrofes de los últimos 50 años, tanto en términos de pérdidas humanas como económicas, señala un análisis exhaustivo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), México es uno de los diez países de Latinoamérica con mayor riesgo catastrófico por fenómenos naturales. El 45 % del territorio está expuesto a inundaciones, mientras que 40 % está calificado como zona sísmica. La Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS) calcula que las condiciones ponen en riesgo la integridad y la propiedad de 77 millones de personas.
Con estos datos podemos concluir que nuestro país está expuesto a desastres naturales dado su localización; sin embargo, estos seguirán incrementándose tanto en cantidad como en intensidad, dejando pérdidas económicas principalmente entre los más pobres.
Ante esta situación, es momento de que los gobiernos prioricen acciones y medidas tanto para mitigar los daños como para prevenirlos. Hay muchas maneras de hacerlo, pero se necesita principalmente voluntad política, conciencia, acción y presión social.
Los actuales dueños del poder político no tocarán los intereses de la clase poderosa, responsable en gran medida del desastre climático que vivimos. Hace falta un cambio: sin un modelo económico sustentable, que garantice el bienestar de toda la población y, al mismo tiempo, un mundo limpio y sano, las masas trabajadoras continuarán aportando su salud y sus vidas para alimentar el hambre voraz de ganancias de las grandes industrias.
Es necesario que el pueblo organizado tome el poder político y ponga en práctica una estrategia integral de protección al ambiente y a los recursos naturales, regulando a las corporaciones empresariales y aplicando los recursos necesarios del gasto público (y de las propias empresas), dirigida y operada por profesionales honrados y técnicamente competentes. Es decir, se necesita un gobierno popular que ponga los intereses del pueblo por encima de los del sector empresarial.
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