En un país golpeado por la desigualdad, la injusticia y el olvido de los más pobres, el Movimiento Antorchista Nacional se ha mantenido firme a una bandera que muchos han ignorado: la cultura como herramienta de transformación social. No se trata de un simple accesorio educativo o una actividad para llenar los tiempos libres; para Antorcha la cultura representa una vía hacia la emancipación del pueblo, una estrategia consciente y profunda para despertar la conciencia crítica de los más humildes.
A pesar de que hay evidencia clara de los ataques, las autoridades oaxaqueñas, encabezadas por el gobernador y los presidentes municipales involucrados, han optado por la complicidad del silencio.
El Movimiento Antorchista parte de una verdad que muchos acomodados prefieren callar: un pueblo educado, sensible y crítico es un pueblo imposible de manipular. Es por ello que, en Tlaxcala y en todo el país, Antorcha ha promovido no sólo el acceso a la educación formal, sino también a una formación cultural integral, mediante el teatro, la danza, la música y el deporte, como vías de identidad, dignidad y resistencia.
En Tlaxcala, esta visión se materializa en cada presentación artística, en cada estudiante que recibe apoyo para continuar sus estudios a pesar de la pobreza que enfrenta; muestra de ello son las casas del estudiante impulsadas por Antorcha que no sólo brindan techo y comida: ofrecen la oportunidad de adquirir una formación humana y cultural completa, para que los jóvenes entiendan su realidad, la cuestionen y luchen por transformarla.
Hoy esa misma cultura se transforma en un grito colectivo de indignación; la represión que viven los estudiantes oaxaqueños, quienes han sido agredidos y desalojados violentamente de sus albergues culturales por la policía y grupos vandálicos, es un atentado no sólo contra sus derechos humanos, sino contra el derecho del pueblo a organizarse, educarse y exigir justicia.
Los ataques al Albergue Estudiantil “Villas de Monte Albán” y al “Juan Manuel Celis Ponce” no son hechos aislados. Son parte de una estrategia de persecución política contra un movimiento que incomoda al poder por su capacidad de organización y por su decisión de educar a los hijos del pueblo con una visión crítica y combativa.
A pesar de que hay evidencia clara de los ataques, las autoridades oaxaqueñas, encabezadas por el gobernador y los presidentes municipales involucrados, han optado por la complicidad del silencio. Mientras tanto, los estudiantes, desprotegidos y vulnerables, continúan siendo blanco de la violencia institucional.
Ante esta injusticia, la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR) en Tlaxcala no ha permanecido indiferente: han tomado las redes y los escenarios para convertir el arte en denuncia, para transformar la cultura en un eco que resuene en todo México, porque cuando se silencian las palabras, la cultura grita.
Desde esta entidad, se han realizado campañas digitales y próximamente eventos culturales que conmuevan, movilicen y exijan justicia para los estudiantes agredidos. La FNERRR de Tlaxcala demuestra con hechos que la solidaridad de clase no tiene fronteras. La cultura no sólo embellece, sino provoca, despierta y transforma.
Hoy más que nunca es urgente exigir que el gobierno de Oaxaca garantice la seguridad de los estudiantes y detenga esta ola de agresiones contra quienes, con enorme esfuerzo, luchan por una educación digna y por un país más justo. No se puede permitir que la indiferencia oficial siga cobijando actos de barbarie política.
En esa lucha, Antorcha sigue encendiendo la llama. Con arte, con estudio, con organización. Porque la verdadera revolución comienza en la conciencia, encendiéndola con cultura.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario