Siete de cada diez oaxaqueños viven en pobreza, casi tres millones de personas; las cifras oficiales no han variado en aquel estado desde 2018, cuando Morena asumió el poder con López Obrador y ahora, con la regenta. Uno de los estados más fascinantes culturalmente, pero al mismo tiempo económica y políticamente castigados y golpeados del país.
La gran mayoría de los oaxaqueños sobrevive como puede. Santos Reyes Yucuná es el ejemplo palpable de ello: hasta hace poco el municipio con mayor tasa de pobreza en México; se le suman también los pueblos como San Miguel Tilquiápam, San Lucas Camotlán, San Francisco Teopan, Coicoyán de las Flores, entre otros.
Miles de jóvenes no pueden completar sus estudios porque los gobiernos morenistas les truncan la posibilidad y pretenden condenarlos a la miseria, al abandono y al aislamiento.
Dinastías de los mismos de siempre han gobernado Oaxaca; basta con echarle un pestañazo a los diarios, a la historia, para darse cuenta de que son las mismas familias en el poder. Hoy, con un gobierno morenista, Oaxaca vive su peor calvario, y más aún en los municipios encabezados por morenistas: el de Miahuatlán, César Figueroa Jiménez, y el de Oaxaca de Juárez, Raymundo Chagoya Villanueva.
Oaxaca se ha convertido en el escenario de brutales desapariciones, como ejemplo, los ocho jóvenes privados de la libertad en las afrodisiacas playas del fondo del Pacífico en febrero. La juventud oaxaqueña vive una época difícil: se le agrede, se le asesina, se le desaparece, se le expulsa. Oaxaca es sinónimo de pobreza, de crimen, de represión y de masacres.
La vida para la juventud en Oaxaca transcurre con miedo, en particular para los jóvenes estudiantes de la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR) que viven —vivían, porque fueron desalojados con violencia— en albergues estudiantiles, una oportunidad que brinda el Movimiento Antorchista a muchachos de escasos recursos con el sueño de superarse académicamente, pero que ahora están en peligro por la soberbia de quienes gobiernan a nivel estatal y municipal.
En Oaxaca no hay “transformación educativa”, ni de salud, ni de empleo, ni de salarios, ni nada. La entidad carga con la cruz del rezago educativo, sobre todo en zonas rurales e indígenas; miles y miles de jóvenes no pueden completar sus estudios básicos y superiores porque los gobiernos morenistas de Miahuatlán y Oaxaca de Juárez les truncan la posibilidad y pretenden condenar a los estudiantes a la miseria, al abandono, al aislamiento.
Atajar el rezago educativo no es prioridad para el Gobierno estatal de Oaxaca ni para las autoridades locales arriba mencionadas; la educación para los hijos de los trabajadores parece estar vetada por políticos pigmeos. Si asistir a la escuela se convierte en una hazaña, la educación superior en Oaxaca es un sueño casi inalcanzable: sólo el 17 % de personas en edad escolar pertenecientes a comunidades originarias llega a la universidad.
La FNERRR y el Movimiento Antorchista están plenamente enterados de los hechos recientes en Oaxaca y el pueblo oaxaqueño debe conocer quiénes son los enemigos de la educación y quiénes, en un plazo muy corto, deben estar en el basurero de la historia. Por lo pronto, los antorchistas de Sinaloa y del país nos preparamos para respaldar la lucha de los estudiantes y de nuestros hermanos antorchistas de Oaxaca.
El Movimiento Antorchista está llamado por la historia a derribar el roble de la injusticia social en Oaxaca y en el país entero. El tiempo pondrá en su lugar a los gobernantes que, olvidándose de valores y hasta principios, sucumben a la estulticia y a la traición políticas de sus principales electores, los pobres. Formidable lección de lucha la que nos dan los oaxaqueños; tomémoslo como faro ante ese gigantesco mal que se llama injusta distribución de la riqueza nacional.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario