Las intensas lluvias que azotaron recientemente los estados de Hidalgo, Veracruz y Puebla han dejado un rastro de muerte, destrucción y desamparo entre miles de familias trabajadoras.
Las brigadas antorchistas en los tres estados se han movilizado para llevar víveres, ropa y agua potable a las zonas más afectadas, así como para apoyar en la limpieza y reconstrucción.
Las fotos de tal suceso son abrumadoras; las desgracias por los fenómenos naturales siempre golpean a los más pobres. Veamos. De acuerdo con datos oficiales y hasta el momento de la redacción de este artículo, más de 60 personas perdieron la vida y decenas continúan desaparecidas, mientras que cientos de comunidades permanecen incomunicadas debido a deslaves, ríos desbordados y carreteras destruidas; desde hace poco más de tres días viven en la zozobra y el desamparo.
En Veracruz, uno de los estados más golpeados, se reportan alrededor de 29 fallecidos y dieciocho desaparecidos, además de más de 5 mil viviendas dañadas. Las lluvias arrasaron con calles, puentes y servicios básicos, dejando sin electricidad a miles de hogares humildes.
Poza Rica, uno de los más afectados, de acuerdo con medios que lo han documentado, sigue bajo el lodo, entre la pérdida de bienes, ropa mojada y la esperanza de poder pararse, y sólo porque el Movimiento Antorchista es quien ha acudido a su auxilio.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, acudió, pero sólo a “revisar” la zona afectada; llegó sin apoyos y a silenciar a la gente que la recibió con justos reclamos, pues para cuando acudió, las familias estaban desde hace tres días olvidadas.
El panorama en Hidalgo es similar; se han confirmado 21 muertos y 43 personas no localizadas, de acuerdo con datos oficiales. De los 28 municipios afectados, al menos 23 sufrieron daños severos.
Cientos de familias han perdido todo: sus casas, sus animales y los pocos bienes con los que sobrevivían. Huejutla, un municipio dañado, quedó incomunicado, sin acceso a él y sólo por vía aérea; compañeros que están en el lugar de los hechos han documentado que la situación se torna difícil y que, justamente por la incomunicación, es difícil acceder para que se les brinde apoyo.
Mientras, se muestra cómo las familias, como pueden, van sacando el lodo de sus hogares humildes, algunos cubiertos en su totalidad y destruidos, al ser de lámina y de un solo piso.
Puebla tampoco escapa a la tragedia. Se contabilizan trece personas muertas y cuatro desaparecidas, con más de 16 mil viviendas dañadas y decenas de localidades que permanecen bajo el agua. Los refugios temporales habilitados resultan insuficientes ante la magnitud del desastre.
Como era de esperarse, hasta ahora los afectados han recibido apoyo sólo de jóvenes de la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR), que se organizaron y recolectaron víveres, mismos que acudieron a dar auxilio y ayudaron a familias a sacar el lodo de sus viviendas y a tirar, con mucho pesar, los pocos bienes que tenían y que quedaron inservibles.
Si bien este hecho fue a raíz de fenómenos naturales, que son impredecibles, los efectos devastadores que hoy se viven en el centro y en otras ocasiones en el sureste del país tienen que ver con algo más profundo: la pobreza, ese enemigo silencioso del cual poco se hace para abatirla; hoy vemos sus consecuencias, pues miles de familias viven en cerros inestables, a orillas de ríos o en zonas sin drenaje ni pavimento, sin luz ni agua potable, y no por gusto, sino porque el modelo económico las condena a sobrevivir en la marginación.
Durante 51 años, el Movimiento Antorchista ha denunciado esta realidad y ha exigido obras de infraestructura básica, vivienda digna, caminos seguros y apoyos al campo, demandas que los gobiernos ignoran sistemáticamente.
Hoy, la naturaleza cobra factura del abandono gubernamental, que sólo dice que hace y sólo se toma la foto, pero nada hace, porque no puede, porque el recurso destinado para estos acontecimientos naturales, el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), fue eliminado; mientras, los más marginados son abandonados.
Ante esta tragedia, el pueblo organizado no se queda de brazos cruzados. Las brigadas antorchistas en los tres estados se han movilizado para llevar víveres, ropa y agua potable a las zonas más afectadas, así como para apoyar en la limpieza y reconstrucción de las viviendas de sus hermanos de clase.
Las lluvias de octubre no sólo dejan destrucción, sino también una verdad profunda: mientras exista pobreza, cada fenómeno natural se convertirá en tragedia.
México necesita una transformación verdadera, donde los recursos del país se utilicen para mejorar la vida del pueblo trabajador, y no para enriquecer a unos cuantos.
En este sentido, el Movimiento Antorchista reitera su llamado a la unidad, la organización y la lucha consciente para conquistar un futuro donde las familias no pierdan la vida ni el hogar cada vez que llueve. Es hora de que el pueblo tome el poder político del país, cambie este sistema, porque el actual, el capitalismo, nos está sofocando.
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