Miguel de Cervantes Saavedra escribió en su genial obra, El Quijote de la Mancha: “Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son ‘el tener’ y el ‘no tener’”.
Y en efecto, en esta sociedad dividida en clases, sólo hay dos linajes: los dueños de los medios de producción (de fábricas, tierras, grandes comercios, bancos, los monopolios de los medios de comunicación, transporte, etcétera); y en contraparte, los que tenemos como propiedad solo nuestra fuerza de trabajo, que explota el sistema capitalista para seguir acumulando inconmensurables riquezas, a costa de la miseria y hambre de millones de seres en este planeta.
La clase trabajadora y productora de las riquezas sociales, la más numerosa en México, necesita unidad, organización y toma de conciencia de la realidad social en que vive, para que se decida a luchar y busque conquistar el poder político.
Y claro, no somos iguales (frase célebre de los políticos de la 4T). Entre los que pertenecemos al linaje del “no tener”, con los del linaje “del tener” –de unos cuantos– que se consideran dueños del mundo, los que tienen el dinero y capacidad económica para pasearse por todo el mundo, viajar en aviones y hospedarse y comer en lugares de lujo; y que argumentan cínicamente que se dan esos lujos porque se lo han ganado, dadas sus pretéritas “jornadas extenuantes” o que tienen “modestas casas” que valen millones de pesos.
Tampoco somos iguales con aquellos políticos –que se dicen de izquierda– que han hecho de la traición, doblez y cinismo su miserable forma de vida, lambiendo las botas de los más poderosos del país y del país vecino.
No somos iguales entre los que no trabajan, dueños de grandes capitales financieros, agiotistas y especuladores –clase parasitaria– con los que a diario nos levantamos temprano y salimos a trabajar, a buscar el pan para nuestros hijos.
No somos iguales, ni podemos compararnos con los dueños de los grandes bancos y beneficiarios de las bolsas de valores en el país; que en los terribles momentos de pandemia y de muerte de más de 800 mil mexicanos, por la mala política del gobierno morenista, ese mismo gobierno les decía a los capitalistas financieros que, a pesar de la crisis económica de ese tiempo, sus capitales no se afectaron y al contrario aumentaron: hasta 270 mil millones de pesos de ganancias tuvieron en el sexenio de AMLO a pesar de la pandemia.
“Gracias al producto de su trabajo les fue bien, y nos va ir bien en los próximos seis años”, aseguró Claudia Sheinbaum cuando era candidata a presidenta de la república, en marzo del año pasado, ante los magnates de la Convención Bancaria de México.
Claro que no hay igualdad con aquellos políticos en el poder que se han amancebado con los poderosos del país y, sobre todo, con el imperialismo yanqui, que en estos momentos promueve en todo el orbe guerras de exterminio, dominación y subyugación de naciones enteras, sobre todo las más débiles, como es nuestro país; y que, ante amenazas de intromisión e invasión a México, nuestros gobernantes anuncian acciones de defensa con el Himno Nacional o estampitas de “Detente Corazón de Jesús” o entregando a presuntos integrantes de la delincuencia organizada a Estados Unidos, cuando los verdaderos capos aliados con funcionarios corruptos mexicanos siguen asolando y controlando a todo el país, cuando lo que se necesita es un país menos dependiente del poderío estadounidense.
Se necesita un país donde el Estado fortalezca la autosuficiencia alimentaria, para que todos tengamos acceso a una buena alimentación; que se apoye al desarrollo de la ciencia y la tecnología, a la educación, a la salud, a la vivienda y a un empleo bien remunerado.
No somos iguales con los dueños del dinero y la clase política en el poder, pero somos la inmensa mayoría en este país, la clase trabajadora y productora de las riquezas sociales, la más numerosa en México, pero que le hace falta su unidad, organización y toma de conciencia de la realidad social en que vive, para que se decida a luchar y busque conquistar el poder político, para que tome las riendas de la dirección en México, hacia nuevos derroteros; por un nuevo modelo económico que ponga por delante la educación y desarrollo progresista del ser humano en el terreno económico y social. Punto.
Por último, celebro el arribo a los 40 años de vida y de estar formando comunicólogos comprometidos con nuestra patria chica: la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) de nuestra querida Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Felicito a mis compañeros de Primera Generación aún presentes, a Gaby Torres Montero, Socorro Carrizales Aguilar, Carlos Reyes Martínez, Eduardo Acevedo Sánchez, Ruth Berrones Casasola, Ma. Luisa Buendía, Rocío Figuera Beltrán, Ana Cristina Fonte Córdova, Verónica Patricia Gallardo, Alhelí Martínez Rodríguez, Avelín Oroz García, Elida Palacios Cortes, Ma. Violeta Ramos Castro, Domingo Santana Luna, Soledad Solís Zúñiga, Noemí Torres Aricega, María Guadalupe Urbina Acevedo, Ingrid Wiebelt López, entre otros más que no recuerdo; a los ausentes y periodistas (que también fueron mis compañeros) de antaño destacados en San Luis: Roberto Collis, Gustavo Rodríguez y Margarita Basáñez. A nuestro maestro y director fundador de la Coordinación de la Carrera Ciencias de la Comunicación, Raúl Camacho Muñoz, y a la estimada y gran periodista Adriana Ochoa, actual directora de la Facultad.
También recuerdo a varios de mis maestros, a la mayoría ya no los tengo en la mente, varios de ellos ya ausentes, como el distinguido y elegante don Adolfo de Alba, el licenciado Lomelí y el también director fundador Jorge González Larios. A Eduardo José Alvarado Isunza, a la doctora Isabel Monroy, Ángel Castillo Torres, Óscar Esquivel y, entre otros, Mario Aurelio Rodríguez.
La Facultad se encuentra en días de celebración, y ha sido motivo de reencuentro y de expresión de grandes recuerdos de los aún sobrevivientes después de 40 años. Recordando imágenes de grandes carencias que vivimos los fundadores de esta carrera, del lugar provisional que ocupamos en uno de los salones del edificio histórico de la Caja Real de la UASLP, sus estrechos sanitarios y del “laboratorio de fotografía”, un improvisado cuarto oscuro, donde cometí una tropelía que aún mis compañeros de generación no me perdonan: por andar jugando y “metiendo mano” por doquier, oprimí accidentalmente el botón de encendido de una lámpara en momentos en que teníamos abiertos nuestros tanquecitos de revelado de películas, y velé accidentalmente todos los trabajos de fotografía de mis amigos. ¡Qué pena, y creo que ni con todas las disculpas hasta el infinito me perdonan!
Pero bueno, creo que al corte de esta segmentación de la vida de esta Facultad es positivo. La mayoría de los profesionistas que egresamos lo único que tenemos de lo que fue nuestra Alma Mater es agradecimiento por haber formado a cientos de comunicólogos, algunos laborando en el sector privado realizando una destacada labor, otros en el sector público o en actividades profesionales ajenas a la carrera; pero todos nos reconocemos como un solo ente que, en su momento, impulsó a cientos de jóvenes para fortalecer y engrandecer nuestra patria chica y para hacer potosinos y potosinas de bien.
Felicidades a los futuros profesionistas de la FCC, a sus directivos y docentes, y a mis compañeros fundadores de esta carrera. Estamos de fiesta y vale la pena la celebración, deseando que esta Facultad siga impulsando y produciendo profesionistas comprometidos, que tanta falta hacen en estos momentos que la manipulación y envilecimiento de la verdad y la razón campea en todas las esferas de la sociedad, avasallando a los sectores sociales más vulnerables para perpetuar los intereses de la clase social “del tener”. Vale.
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