El orden actual de las cosas debería indignarnos. Las sociedades sólo se transforman cuando actuamos para cambiar lo que nos incomoda. Para derrotar los monstruos que aquejan a las mayorías se necesita la fuerza de innumerables manos. México debería irritar a todos los trabajadores del campo y de la ciudad, a los más pobres, porque somos nosotros los que padecemos las inclemencias del egoísmo de unos cuantos.
Quienes no se mueven no sienten las cadenas, y yo agrego que urge la solidaridad nacional, para movernos y sacudirnos el lastre de la sociedad burguesa y las enfermedades de su modelo de producción.
Dijo Rosa Luxemburgo que “quienes no se mueven no sienten las cadenas”, y yo agrego que urge la solidaridad nacional, para movernos y sacudirnos el lastre de la sociedad burguesa y las enfermedades de su modelo de producción.
El pasado 22 de abril del presente año, un acontecimiento despertó la cólera de muchos. Resulta que uno de nuestros paisanos, identificado como Jorge N., quien se dedica a la albañilería, fue agredido por un supuesto ciudadano extranjero, que se molestó porque Jorge se encontraba almorzando en la banqueta en la que se sitúa la fachada de su hogar.
El evento fue capturado por una usuaria de redes sociales, quien difundió el video en la plataforma TikTok, donde más tarde cobró miles y miles de vistas. Algunos de los receptores quedaron muy insatisfechos con el actuar del sujeto, que bajo el pretexto de la propiedad privada privó a otro hombre de tomar un descanso tranquilo.
La cuestión trascendió tanto que, horas después, cientos de ciudadanos de Mazatlán se manifestaron frente a dicha casa con carteles, música y hasta una carne asada. Este acontecimiento que les narro aquí de manera apretada me despertó mucha curiosidad y quiero compartir mi reflexión sobre lo ocurrido.
Sucede que en México, específicamente en la comunidad de San Cayetano, municipio de El Bosque, en el estado de Chiapas, Eduardo, Ana y José murieron por ingerir piezas de pan que se encontraban envenenadas para controlar la población de perros callejeros en la zona.
Según datos del último reporte del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), aproximadamente 20.2 millones de niñas, niños y adolescentes se encuentran en pobreza, mientras que cerca de 3.9 millones están en pobreza extrema y unos 9.9 millones carecen de acceso a la alimentación.
Estos tres pequeños fueron víctimas de la miseria que produce la desigualdad social que impera en la población mexicana y del descuido de las autoridades, tanto estatales como federales. Podríamos culpar a los padres, pero estos también son víctimas de un sistema que los priva de la libertad y los encadena a extensas jornadas laborales para poder llevar a casa uno o dos salarios mínimos que apenas permiten comprar algunos de los productos de la canasta básica, cuya inflación anual es aproximadamente del 6.8 %.
El hambre abunda en nuestro país y esto también debería ser motivo de enfurecimiento nacional.
El descubrimiento de cientos de zapatos, restos de ropa y huesos humanos calcinados en un “campo de adiestramiento” del narcotráfico, en Teuchitlán.
En nuestro país hay 70 mil cuerpos sin identificar en las morgues y servicios médicos forenses. A partir de la guerra contra el narcotráfico, en 2006, los casos se multiplicaron hasta llegar a la cifra de 126 mil.
Pero la cosa no ha disminuido con Morena: tan sólo en los primeros cien días del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum ya se habían reportado 4 mil personas desaparecidas.
El pasado 23 de abril, de acuerdo con los medios de comunicación y con el coordinador del IMSS-Bienestar en Tabasco, Manuel Adalberto Pérez Lanz, un bebé llegó al hospital con un cuadro de meconio, similar a mucosidad verde, debido al nacimiento por parto normal.
Al notar que no contaban con cascos cefálicos disponibles, el pediatra y el área de enfermería usaron una botella de plástico para estabilizar al bebé que requería oxígeno.
Los responsables del IMSS-Bienestar suspendieron al director y administrador de dicha unidad médica; sin embargo, la falta de insumos y de buenas condiciones en hospitales y clínicas sigue siendo una realidad latente.
Seguimos sin alcanzar la calidad de los servicios de salud que hay en Dinamarca, aquella que Andrés Manuel López Obrador juró y perjuró desde su llegada al poder en 2018 y no pudo hacer posible.
Menciono lo anterior porque considero que es relevante para esta reflexión. Podría enumerar muchos otros problemas que hemos enfrentado a lo largo de este año y el anterior, pero la lista sería interminable. Sin embargo, el propósito de este texto no es sólo señalar las injusticias, sino convocar a la unidad y la acción.
Al igual que en Mazatlán, donde la gente se unió para defender a Jorge ante la indignación que generó el abuso de un extranjero, necesitamos esa misma energía colectiva para enfrentar los problemas que nos agobian. La indignación debe transformarse en organización, la organización en fuerza, y la fuerza en cambio.
No podemos permitir que sigan existiendo niños con hambre mientras hay recursos para alimentarlos. No podemos quedarnos callados ante el maltrato a migrantes y paisanos por políticas xenófobas.
No aceptaremos más desaparecidos ni enfermos abandonados por un sistema que los ignora. Cada injusticia es una piedra en el camino, y es nuestra responsabilidad moverla.
Ya sabemos que ningún presidente ni gobierno nos regalará soluciones. La historia nos ha enseñado que el cambio real nace de la gente, de la solidaridad y la lucha organizada. Si nos unimos, somos imbatibles. Hagamos más que una carnita asada: construyamos un frente común. Porque sólo juntos podremos cambiar lo que individualmente nos parece imposible.
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