Ciudad Juárez, Chih.- La sala de urgencias del Hospital General de Ciudad Juárez se ha convertido en un espacio de espera interminable para decenas de familias que aguardan con desesperación la asignación de una cama. Entre la incertidumbre y la impotencia, los relatos de quienes permanecen ahí por más de 24 horas revelan la otra cara de la saturación hospitalaria: el sufrimiento humano.
Josefina Torres no despega la mirada de su hermano, Carlos Ramón, quien fue trasladado desde el lunes por complicaciones de cirrosis. Han pasado más de 24 horas y aún no hay espacio para ingresarlo. “Nos dicen que quizá en la noche o hasta mañana lo reciban, si es que hay cama disponible. Ayer nos aseguraron que ya le tocaba, pero hoy nos dicen que hasta después de las seis o incluso mañana”, relata con voz cansada.
El cuerpo de Carlos está inflamado: estómago, pulmones y piernas muestran los estragos de la enfermedad. No ha comido ni dormido en días. Mientras tanto, su familia espera una llamada que confirme que por fin podrá ser internado.
La historia de Kevin Isaí López, de 22 años, es similar. Una caída desde la azotea lo dejó con una fractura, y aunque lo llevaron de inmediato con orden de urgencia, desde el domingo permanece recostado en una camilla, sin poder pasar al área de hospitalización. “Lo trajimos pensando que lo atenderían de inmediato, pero aquí nos dicen que no hay camas”, cuenta un familiar resignado.
El caso más delicado es el de Carlos Daniel Pérez, de 17 años. Una convulsión derivó en un preinfarto que lo mantiene intubado desde el domingo. Su madre, agotada por la espera, explica que en la clínica 66 del IMSS le pidieron que lo retirara, pero en el Hospital General tampoco lo reciben. “Me dicen que lo saque porque ya no lo quieren atender allá, y aquí no hay lugar. Trabajo social me pidió 10 mil pesos para mantenerlo, pero yo no tengo esa cantidad”, confiesa entre lágrimas.
La mujer trabaja en una maquiladora y ha tenido que pedir vacaciones para no dejar solo a su hijo. Desde enero, el joven sufre convulsiones y requiere vigilancia médica constante, pero hoy se encuentra en un limbo, atrapado entre la falta de camas y la burocracia.
Quienes esperan afuera del hospital comparten la misma rutina: dormir en sillas, improvisar colchones en el suelo o pasar la noche a la intemperie, con la esperanza de que al día siguiente llegue su turno. Según personal médico, al menos 18 pacientes están en lista de espera para acceder a una cama.
“Nos dicen que nadie se queda sin atención, pero la verdad es que la atención está detenida en la puerta de urgencias”, comenta una madre que acompaña a su hija desde hace tres días.
Mientras tanto, las autoridades de salud reconocen la saturación y anuncian proyectos de ampliación de áreas médicas. Sin embargo, para las familias que pasan la noche sobre el frío piso del hospital, esas promesas no alivian la angustia del presente: ver a sus seres queridos debatiéndose entre la vida y la espera.
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