Los últimos acontecimientos que se han producido en Gaza, una pequeña franja de tierra en la costa de Palestina, un pueblo que desde hace mucho tiempo ha sido víctima del abuso, de la muerte, de una sinrazón que hoy los arrincona entre las ruinas de los edificios destruidos, hambrientos, enfermos, huérfanos, y muchos de ellos mutilados o heridos gravemente por los cotidianos bombardeos de Israel, que está cometiendo un genocidio, un exterminio que rebasa lo irracional, lo inhumano.
No debemos mirar la desgracia del pueblo palestino como algo lejano y ajeno a nosotros, sino como un hecho político concreto del capitalismo que en su fase superior sigue la lógica de la acumulación.
La revista Buzos de la Noticia publicó un reportaje de la analista internacional Nydia Egremy titulado “Palestina: del infanticidio gradual a la matanza intensiva”, en el que se lee: Israel “con su represalia militar, iniciada el 7 de octubre de 2023, la violencia infanticida escaló con el asesinato de 14 mil niños y la desaparición de otros 4 mil. El 70 % de los más de 34 mil adultos asesinados han sido mujeres y los sobrevivientes no tienen dónde vivir porque la infraestructura urbana fue destruida en un 80 %”.
Desde octubre de 2023, 66 mil palestinos han perdido la vida (entre ellos 20 mil niños), 170 mil han resultado heridos. Cerca de dos millones de personas han sido desplazadas, lo que representa casi la totalidad de la población de la franja (nueve de cada diez). El pasado mes de agosto se confirmó la hambruna en Gaza. Alrededor de 455 palestinos han muerto de inanición, entre ellos 151 niños. Israel les ha arrebatado sus casas, la educación de sus hijos y cualquier posibilidad de regresar a la vida que una vez tuvieron.
Otro dato: 660 mil niños —la próxima generación de gazatíes— se ha quedado sin clases por tercer año consecutivo (cifras de la UNRWA), mientras que el 92 % de los centros escolares necesitan ser reconstruidos tras los continuos ataques israelíes; repetidos también contra hospitales, centros de culto como mezquitas, personal médico y periodistas. Hay otros reportes de la ONU que dicen que van 680 mil muertos en los últimos 731 días.

A uno se le estremece el corazón cuando ve que este genocidio ahora ha cobrado tantos muertos de niños, mujeres, etcétera. Y uno debería ponerse a pensar sobre cuál es el sentido de lo que está pasando, ¿por qué existen acciones tan inhumanas?
Analistas mencionan que lo que hay detrás del exterminio en Gaza son intereses económicos muy poderosos; detrás de las acciones militares se esconden los intereses de los grandes capitales y, particularmente, de Estados Unidos, que están haciendo un gran negocio con la muerte de los gazatíes; en un informe al Consejo de Derechos Humanos de la ONU se denuncia que existen 48 empresas estadounidenses, israelíes, alemanas que se están beneficiando ampliamente del sistema de ocupación, apartheid y genocidio en el territorio palestino ocupado, empresas militares que ni siquiera hemos escuchado, pero otras sí y que no imaginaríamos, como Amazon y Google, que les venden inteligencia a través de sus sistemas para identificar gente con mucha precisión y masacrarla; otras empresas como Caterpillar, Hyundai, que suministra orugas blindadas que destruyen hogares en la ocupación; Mercedes-Benz y Toyota, que fabrican camionetas que sirven de base para vehículos blindados para invadir y atacar, sólo por mencionar algunas. El propio Donald Trump ha declarado cínicamente que, con el exterminio y expulsión de los gazatíes, se pretende crear un territorio libre, adecuado para invertir en la creación de una zona turística de gran lujo, como la Riviera francesa.
Son los grandes capitales del mundo que viven y buscan perpetuarse bajo la lógica de la acumulación de dinero; es el capitalismo rapaz y con hambre de ganancia y más ganancia, en una de sus formas más atroces que le hemos visto hasta ahora, el que está exterminando al pueblo palestino.

Los pueblos del mundo no debemos acostumbrarnos a ver los problemas como el propio sistema nos los vende, sin cuestionarlos, y, peor aún, que las injusticias, las barbaries cometidas, nos sean indiferentes. Estamos presenciando la destrucción completa de Palestina y parece que es normal. Ayer fue Irak, Afganistán, Siria y muchos otros. Ya hay la amenaza contra Venezuela. Y se permite, porque así funciona el mundo capitalista, en la apropiación de los recursos naturales y de la plusvalía que genera la fuerza de trabajo de la humanidad. No hay capitalismo bueno.
Los pueblos deben elevar un clamor mundial de repudio con conciencia, porque ahora es Gaza y después puede ser otro país débil; no olvidemos que México también está en la mira del imperio capitalista; no olvidemos que Estados Unidos nos ve y nos trata como su patio trasero. Y ahora que siente mermada su influencia mundial, buscará atrincherarse en América Latina, y principalmente aquí.
No debemos mirar la desgracia del pueblo palestino como algo lejano y ajeno a nosotros, sino como un hecho político concreto del capitalismo que, en su fase superior, sigue la lógica de la acumulación.
Los antorchistas nos solidarizamos con Palestina y, como hermanos de clase, nos indigna lo que les pasa; exigimos alto al genocidio; el pueblo palestino tiene derecho a recuperar su patria y a vivir en paz; condenamos el genocidio que ha perpetrado Israel contra Palestina. La masacre hacia miles de palestinos es un crimen de lesa humanidad, un genocidio del imperialismo que encabeza el gobierno yanqui, y toda persona honesta y contraria a la opresión y la injusticia, que no está de acuerdo con el abuso de los poderosos que someten con sus armas a los débiles, debe levantar la voz y unirla a quienes condenan en todo el mundo.
La solución es unirse, organizarse y luchar. Los pueblos necesitan prepararse para tomar el poder, desplazar a los gobiernos imperialistas; la clase trabajadora necesita y le urge un nuevo orden mundial, más equitativo, y los únicos que lo pueden conquistar es la gran fuerza del pueblo unido.
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