Me parece interesante escribir unas cuantas líneas para dar a conocer lo que pasa en Los Cabos, bello municipio turístico de la media península, en donde la desigualdad social se refleja a gran escala, en donde pareciese que existen dos mundos, "un primer mundo y un quinto mundo". A esto hay que agregar que recientemente el alcalde Arturo de la Rosa presentó su segundo informe de labores. Este funcionario público, con bombo y platillo, dio a conocer todo lo que realizó en favor de la ciudadanía de este paraíso turístico.
Veamos un poco de lo que ha hecho en favor de sus gobernados; el edil nos dice que en materia de infraestructura ha invertido cerca de 100 millones de pesos y en materia de vivienda se han construido 218 recámaras adicionales, por mencionar algunos. Como vemos, este flamante informe nos dice cosas maravillosas de lo que está realizando en "favor de los más desprotegidos" del municipio; sin embargo si nos vamos al otro lado de la moneda, en el terreno de los hechos, otro es el balance y la evaluación. Y es que la pobreza se apodera cada vez más del "edén", en todos los rincones del municipio cada vez la pobreza va en aumento, nadie puede esconder las calles de terracería, la basura, los automóviles abandonados y cientos de perros que los rodean, esto es inadmisible tratándose de centros poblacionales ubicadas a unos cuantos kilómetros de los grandes hoteles y centros turísticos, cuyos jardines bien cuidados son la fuente de empleo de la mayoría de los habitantes de Los Cabos que sobreviven de vender su fuerza de trabajo en este sector.
De acuerdo con las estadísticas nacionales y lo que afirma el propio gobernador, Carlos Mendoza Davis, Baja California Sur (BCS) está dentro de los tres primeros estados que mayor fuentes de trabajo ha creado; también es el estado número uno, según el Indicador Trimestral para el Desarrollo Económico en el primer trimestre del 2017, es decir, empleos, mejores servicios que caracterizan a nuestra entidad a nivel nacional ¿Entonces por qué tenemos tanta pobreza en BCS?
Vamos un poco atrás. En 1990, la población de la municipalidad rondaba los 44 mil habitantes, para el 2015 esa cifra había aumentado a 288 mil; muchas de las personas estaban empleadas en trabajos vinculados directa o indirectamente con el turismo. La mayoría de esos migrantes de clase obrera se asentaron en vecindarios improvisados, entre los matorrales desérticos que van hacia el norte desde la costa, donde se ubica la mayoría de los hoteles, clubes de golf, centros nocturnos y bahías. Los mejores hogares en esos vecindarios comúnmente son estructuras de cemento de una o dos habitaciones, con un techo de latón corrugado. Los peores, usualmente en asentamientos irregulares, lo que llaman su hogar son casuchas levantadas con desechados de construcción, lonas, ramas y hasta cartón. Alrededor de 25 mil personas viven en tales asentamientos, de acuerdo con el gobierno municipal, a los que ninguna mención o alusión merecen en el flamante informe del edil.
Suma y sigue. También hay que mencionar que algunas de las colonias que han sido regularizadas, la mayoría de ellos no cuentan con sistema de aguas negras y otros tantos hogares no tienen acceso al sistema de agua potable. Y los que sí están conectados a la red de agua potable, usualmente nunca tienen agua en sus tuberías debido a que la demanda creciente de los grandes hoteles y los centros turísticos sobrepasan la capacidad de la planta de desalinización de Los Cabos. Estas miles de familias frecuentemente se ven forzadas a comprar agua de las pipas que recorren las calles de terracería y que venden el vital líquido a precios elevados.
Estos son los dos mundos que caben en Los Cabos, "un primer mundo y un quinto mundo". Para muestra, un botón: Caribe Bajo es una de tantas colonias que se encuentran en situación de gran sufrimiento, en donde los servicios "están muy lejos" -dicen los funcionarios- o es el recurso verbal más a la mano para no hacer nada. Calles sin pavimentar, con difícil acceso por lo deteriorado de su estado, y cuyo aspecto empeoró tras los efectos de la Tormenta Tropical Lidia, dejando grandes daños y acentuando a grados desgarradores la miseria que prevalece en la zona. A compromiso expreso, el gobierno municipal prometió que arreglaría los daños, no obstante, ahora afirman que nada pueden hacer al tratarse de "zonas irregulares".
Ante este panorama, un grupo de personas decidieron organizarse al no estar de acuerdo con lo que está pasando, se han dado cuenta de la desigualdad social, luchan por tener mejores condiciones de vida en sus colonias, aspiran a que en sus hogares tengan acceso al sistema de alcantarillado, agua potable y luz eléctrica por mencionar algunos, es decir, a otra forma de gobernar en donde tengan cabida.
Ante los cientos de apoyos que existen pero que muchas veces o en su mayoría no son aceptados, este grupo de personas decidió organizarse con el Movimiento Antorchista Nacional para que su voz se hiciera escuchar. Hace un par de días acudieron a una reunión con el alcalde municipal, Arturo de la Rosa Escalante (ya estaba programada desde hace un mes), sin embargo, la primera respuesta que recibió la comitiva al llegar es que tal reunión no estaba programada y que el funcionario andaba fuera de la ciudad, por lo que nadie sabía nada al respecto. Así ignoró la administración municipal el intentó de diálogo de un grupo de ciudadanos organizados que no darán marcha atrás. El ambiente de inconformidad, el descontento social recorre las calles del "edén" y esperamos que no sea tarde para detenerlo.
Señor alcalde usted tiene la palabra, porque Caribe Bajo también es Los Cabos, ese que presume y al que dice gobernar desde hace dos años.
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