La tragedia comenzó por la colonia Las Granjas; habitantes siguen desamparados
Poza Rica, Ver. Tras casi 48 horas del desbordamiento del río Cazones, 150 familias de la colonia Las Granjas, que viven en la parte alta, están en total abandono a pesar de tratarse de una de las zonas más afectadas, pues aquí comenzaron las inundaciones del viernes 10 de octubre.
Los vecinos afectados reclaman que no hay presencia de las autoridades de ningún nivel de gobierno.
Más de 150 familias se quedaron sin hogar; la mayoría se refugió en albergues improvisados o casas de familiares, y regresan cada día entre el lodo para rescatar lo poco que quedó.
En esta colonia viven más de 600 personas de todas las edades y ahora únicamente quedan cuatro casas en pie, además de que los afectados necesitan comida y agua potable de manera urgente.
Las calles Pozo 174 y Manuel Capetillo ya no se parecen a lo que eran antes. El nivel del agua ya bajó, pero dejó atrás un paisaje de ruina y silencio. En la colonia Morelos y la parte alta de Las Granjas, los vecinos regresaron esta mañana a ver lo que quedó de sus casas: paredes agrietadas, techos caídos, colchones empapados y una esperanza que se sostiene apenas con la fe.
“No tenemos nada, ni dónde sentarnos, ni dónde acostarnos. Hemos pasado dos noches sin poder descansar”, cuenta la señora Mercedes Iturbide, mientras muestra el interior de lo que antes era su sala. Las paredes, ennegrecidas por el lodo, apenas dejan ver los restos de muebles arrollados por la corriente. “Esperamos ayuda del gobierno, cuando menos un colchón o algo. Todo se nos mojó”, reclaman a las autoridades.
El nivel del agua subió nueve metros en algunas zonas, como quedó marcado en las paredes de las construcciones más altas. Este medio pudo cerciorarse de dicha situación en dos casas de madera con techo de zinc que fueron arrasadas; hay cientos de hogares que desaparecieron.
“No quedó nada, nada. A la vecina sólo le quedó la caja de su camioneta, y al otro, su carro nuevo lo arrastró el arroyo”, relata Ángel Salvador Leiva, uno de los damnificados.
Leiva vive en la colonia Las Granjas; su casa, hecha de bloques y cemento, también fue rebasada por la creciente. “Mi casa fue tapada, me reventó ventanas, las puertas están tiradas, mi carro apareció en el patio de la vecina. Es pérdida total”, relató mientras la nostalgia vencía su ánimo: “Lo principal es que tenemos vida. Con la bendición de Dios vamos a salir adelante”, dice resignado.
Las familias coinciden en algo: nadie del gobierno ha llegado a ayudarlos. “Hasta ayer en la tarde no había entrado ninguna autoridad. Sólo unos policías para revisar si había difuntos, pero no para apoyar”, lamenta Leiva.
Más de 150 familias quedaron sin hogar. La mayoría se refugió en albergues improvisados o casas de familiares, y regresan cada día entre el lodo para rescatar lo poco que quedó.
Algunos vecinos lo hacen no sólo para limpiar, sino para evitar los robos. “Se están rapiñando todo. Nosotros no sacamos nada, y lo poquito que queda se lo están llevando”, denuncia otro habitante, mientras observa los restos de su vivienda.
Los testimonios se repiten como eco entre las ruinas. “No tenemos ni cepillo, ni pasta, ni ropa. Gracias a la gente que ha venido a dejarnos café y comida, porque del gobierno no hemos recibido nada”, dice un hombre que ahora duerme en un albergue.
En estas colonias de Poza Rica, donde el agua alcanzó techos y arrasó historias, el sentimiento común es el abandono. Algunos recuerdan el desastre de 1999 y repiten resignados: “26 años después, vuelve a pasar. Pero ya sabemos que cuando el río crece, lo primero es salir vivos”.
El agua bajó, pero dejó una marca más profunda que la humedad: la certeza de que aquí, entre la colonia Morelos y Las Granjas, los damnificados no sólo perdieron sus casas. Perdieron también la confianza en que alguien los escuche.
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