Cuando en Antorcha decimos que la cultura “es una poderosa arma transformadora del hombre, de su conciencia, sensibilidad y voluntad, haciéndolo un hombre mejor, con sentimientos y pensamientos más elevados; transformándolo en un hombre nuevo, más solidario, tolerante e inteligente y, por lo tanto, con más capacidad de convivir con sus semejantes y de ayudarlos a tener una vida más plena”, no es mero discurso sino un verdadero llamado a la acción.
La jornada cultural del 30 de agosto, que movilizó a más de tres mil artistas de 32 grupos en todas las capitales del país, fue la prueba fehaciente del trabajo que logran las casas del estudiante.
La protesta cultural de la que muchos fuimos testigos el pasado 30 de agosto es ejemplo de lo anterior. En todas las capitales del país, más de 3 mil artistas de los grupos culturales del Movimiento Antorchista y de la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR), al unísono, con bailes folclóricos, danzas, poesías y hasta obras de teatro, mostraron “la cultura como resistencia ante la represión” en defensa de los albergues estudiantiles de Oaxaca y en firme solidaridad con los estudiantes oaxaqueños que están siendo acosados por autoridades locales y funcionarios del estado.
Y aunque seguramente muchos de ustedes, queridos lectores, ya se enteraron de los hechos, hago un breve recuento de los antecedentes de los que han sido víctimas los jóvenes estudiantes.
Primero, el pasado 23 de enero del año en curso, en el albergue cultural “Villas de Monte Albán”, un grupo de porros golpeó a los moradores y allanó el inmueble; segundo, el 26 de abril, policías municipales despojaron el albergue “Dr. Juan Manuel Celis Ponce” en Miahuatlán; y tercero, el 5 de agosto, por segunda ocasión desalojaron el albergue “Villas de Monte Albán”.
Y, aunque en todos los casos existen carpetas de investigación de las denuncias interpuestas ante la Fiscalía General del Estado, con las pruebas que respaldan la queja, hasta el momento la justicia para los estudiantes no ha llegado.
No hay la menor duda: todos los actos fueron una persecución política contra los estudiantes humildes, porque todos los albergues allanados y despojados fueron fruto de la lucha organizada de miles de estudiantes adheridos a la FNERRR y al Movimiento Antorchista Nacional.
Es decir, no llegaron y se construyeron porque a los gobernantes de ese entonces o actuales “les haya preocupado” que los jóvenes tuvieran techo y condiciones para que continuaran sus estudios o porque hayan llegado y dicho: “aquí está el albergue”; más bien, si esos albergues se construyeron fue porque los estudiantes, así como colonos, amas de casa, campesinos y obreros organizados, dejando muchos de ellos sus trabajos de casa y del campo, emprendieron una lucha ante diversas instancias de gobierno.
Marcharon, se plantaron en la Cámara de Diputados y en el Palacio de Gobierno Estatal, hicieron mítines y demás movilizaciones hasta hacer escuchar un clamor genuino: ¡que los estudiantes humildes contaran con espacios dignos!, donde no pagaran renta para poder entregarse a una de las cuestiones más aspiradas: concluir sus estudios profesionales.
El resultado de todas esas movilizaciones fue que, en Miahuatlán, se construyera un albergue estudiantil legalmente, tan legal que contaba con un comodato municipal por 99 años y, sin embargo, fue ilegalmente despojado por órdenes del presidente municipal, César Figueroa, con el respaldo de su policía local.
En el caso de Villas de Monte Albán, el caso es similar: la asociación civil de albergues estudiantiles “Clara Córdova y Rufino Tamayo” dio genuinamente en comodato las tierras al municipio de Oaxaca de Juárez, que en ese entonces estaba gobernado por el morenista Oswaldo García Jarquín, para que estos “incorruptibles” ejecutaran la obra con recursos de la Federación, pero resultó que, de la nada, tras el paso de los meses, ese dinero se lo habían gastado “en gasto corriente”, según declaraciones del sucesor morenista en la capital, Francisco Martínez Neri, dejando a los jóvenes en un “problema agrario” con los comuneros de Mexicapan.
Es decir, no sólo les robaron el dinero destinado para la construcción del albergue, sino que los dejaron indefensos ante los comuneros que, con ayuda de grupos porriles bien entrenados y con camionetas de lujo, no han cesado en intimidar, amenazar, golpear y desalojar a los humildes jóvenes moradores.
Todo ello generó la indignación de las organizaciones y de la sociedad oaxaqueña, entre ellos los antorchistas, que se sumaron a denunciar los actos de despojo y persecución ante la clara violación de derechos humanos y la vulneración del derecho a la vivienda y la educación de jóvenes de escasos recursos; tanto que, a nivel no sólo estatal sino nacional, se dio a conocer, mediante ruedas de prensa, que en Oaxaca se persigue a jóvenes y que, a la fecha, dicha situación para el gobernador no ha merecido ni una mínima mención en sus semaneras, no digamos ya su intervención, lo que es una verdadera preocupación, pues cómo es posible que el mandatario estatal no se pronuncie ante hechos despreciables.
Es, pues, ante el silencio oficial, que los humildes pero aguerridos jóvenes no han tenido otra alternativa más que denunciar, dando la batalla con lo único que tienen a su alcance: su voz y habilidades artísticas que, como vimos en las protestas culturales, tienen un poder innegable para transformar, movilizar y denunciar.
Y como mencionaba líneas arriba, la jornada cultural del 30 de agosto, que movilizó a más de tres mil artistas de 32 grupos en todas las capitales del país, fue la prueba fehaciente del trabajo que logran las casas del estudiante.
En Oaxaca, la jornada incluyó una colosal calenda que partió de la Plaza de la Danza hasta el Zócalo, donde, además, el Ballet Nacional de Antorcha se solidarizó ofreciendo un espectáculo artísticamente vibrante con danzas, teatro, poesía, cantos y más, como denuncia contra la represión.
El uso de la cultura por parte de la FNERRR y el Movimiento Antorchista para defender los albergues estudiantiles de Oaxaca es, sin duda, inspirador, porque el evento giró en torno a presentar las expresiones culturales como una afirmación del derecho de la juventud a la educación, la alegría, la libertad y alzar la voz.
Fue así como se demostró: ¡el arte también combate!, pues muestra que el arte es valioso, pero insuficiente por sí solo; por ello se recurrió al cobijo estudiantil y de campesinos, amas de casa y obreros, dando pauta para que la cultura pueda ser refugio, voz y bandera.
¡Muy bien, jóvenes fenerianos: sigamos haciendo del arte un ejemplo de exigencia de justicia real! ¡Antorcha los seguirá cobijando!
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