Una sociedad, del tipo que sea, no se puede concebir sin actividad productiva. Sin importar creencias, ideologías, posición política, género, entre otros, nadie puede negar que lo que sostiene y ha sostenido el mundo tal y como lo conocemos hasta ahora ha sido la producción de bienes materiales y servicios para la supervivencia de la especie humana; el tipo de sociedad que se conforma en cada momento histórico depende enteramente de la forma en que los individuos se organizan para producir dichos bienes. Se deduce, entonces, que la base de cualquier sociedad se encuentra en la economía.
¿Cómo se organiza la sociedad mexicana para producir bienes y servicios? Al igual que en la mayoría de los países del mundo, nos regimos bajo un capitalismo rapaz que se caracteriza por la propiedad privada de los medios de producción (acaparados por unas cuantas manos) mientras a la inmensa masa trabajadora se le paga un salario por x cantidad de horas en que "vende" su fuerza de trabajo. Este modo de producción desvela una contradicción muy importante: miles y miles de trabajadores que crean la riqueza de sus naciones, más reciben una mísera paga por su actividad; en tanto que una minoría (poseedora de los medios de producción) acapara la mayor parte de la riqueza sin haber participado, en lo más mínimo, en el proceso productivo. Como resultado tenemos una enorme desigualdad económica entre los que nadan en ríos de dinero y los que no tienen seguro el pan de cada día.
Para muestra, la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2018, realizada por el INEGI, dio a conocer reveladores datos. Comparada con la ENIGH de 2016, el promedio de ingreso por hogar de los mexicanos pasó de 51,748 a 49,610 pesos, resultando una disminución de 4.1%. Además, el 10% de los hogares con menores ingresos percibe (en promedio) 101 pesos diarios, en tanto que el 10% con mayores ingresos percibe 750 pesos por día, ubicando a México como el segundo país con mayor desigualdad dentro de los países que conforman la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Más aún. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en su informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2018, revela que de 2008 a 2016 la pobreza nacional creció en 3.9%, ubicándonos en un total de 53.4% de la población con al menos una carencia. Entre los estados con mayor pobreza se encuentran Chiapas (77.1%), Oaxaca (70.4%), Guerrero (68.4%). Y los pobres más que se sumen durante los años posteriores. También estima que 19.1 millones de personas no cuentan con acceso a servicios médicos de ningún tipo.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) informó una caída de 39% en la generación de empleos formales en el primer semestre de este año y sostiene que más de 21 mil burócratas han perdido su empleo en lo que va de la 4T. Dicho dato resulta verdaderamente alarmante, pues el desempleo crece y a la gente no le queda otra opción que integrarse al "empleo informal" o las filas de la delincuencia. La fuente de ingresos de los mexicanos se ve menguada o cae en la incertidumbre.
En ese sentido, un gobierno que reza "por el bien de México, primero los pobres", que decreta "el fin del neoliberalismo" o que aspira a tener un "sistema de salud como el de Suecia", debe saber que la causa de la pobreza que intenta abatir es resultado de la enorme desigualdad económica y, por lo tanto, tiene la obligación de implementar políticas públicas, fiscales y económicas encaminadas a disminuir dicha brecha. Contrario a lo que plantea una máxima del neoliberalismo, el Estado, pues, debe intervenir ampliamente en la economía para eliminar de raíz el mal; cualesquiera otras acciones, serán solo "mejoralitos", paliativos que, lejos de aliviar la pobreza, harán que se incremente.
Ahora bien, ¿qué acciones debe implementar el gobierno? Debe comenzar, inmediatamente, a disminuir la brecha de desigualdad económica a través de la generación masiva de empleos que, además, sean bien remunerados; el cobro de impuestos de manera directamente proporcional a la cantidad de ingresos que perciban las familias. Además, debe lograr un crecimiento sostenido de la economía en altos niveles para, conjuntamente con el cobro progresivo de impuestos, reorientar el gasto público en educación, salud, vivienda, seguridad, obras y servicios en las colonias, comunidades y pueblos más rezagados del país (sobre todo). Nada de esto se propone la 4T. Al contrario, realiza acciones en detrimento de las mayorías empobrecidas a las que se debe. ¡Nada de programas sociales! ¡Nada de inversión! Entrega directa de dinero a las masas en lugar de mejoras palpables. ¿Quiere educación, salud, empleo, vivienda, etcétera? ¡Aquí está su "tarjetita"! Dinero bimestral insuficiente para que el mexicano que cubra sus necesidades.
Por si fuera poco, el crecimiento económico del país está para llorar. En su campaña para lograr la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador prometió un 4% de crecimiento anual, sin embargo, estamos muy lejos de lograrlo. Tan solo para 2019, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) prevé una tasa de crecimiento económico real de 1.7%; el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica 0.9%; el Grupo Financiero Citibanamex estima una tasa de 0.9%; S&P Global Ratings proyecta 1.3%; catedráticos del ITAM y UNAM auguran 1.2% y 1% respectivamente. Y así, varias entidades financieras van recortando su pronóstico.
En su mañanera del miércoles 31 de julio, el presidente López Obrador celebró que durante el segundo trimestre la economía creció 0.1% (según datos del INEGI), a pesar de que se pronosticaba que una segunda caída nos llevaría a la recesión. "No les funcionó el pronóstico" a los expertos, dijo; "Estamos muy contentos porque le economía mexicana está respondiendo...Esta es una muy buena noticia para el pueblo de México" añadió. ¡El colmo de los colmos! Celebrar un 0.1% de crecimiento y congraciarse ante los mexicanos con el "error" de los expertos, es una prueba de la más supina ignorancia y de la más absurda vanidad; es una flagrante muestra de la falta de visión política, de la ausencia de un proyecto de nación dirigido a combatir la tan lacerante pobreza de las mayorías. El titular del poder Ejecutivo presume día tras día que vamos "requetebién", no obstante, la realidad tiene "otros datos".
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