En los tiempos que corren sobre nuestro país, no hay día en el que no se escuche sobre las calamidades que asolan a la población mexicana: desde el desabasto de medicamentos en clínicas y hospitales, pasando por la carencia de servicios básicos en pueblos y ciudades, hasta la delincuencia organizada ejerciendo el poder de facto en algunas regiones del territorio mexicano (algunos críticos se aventuran a decir que en toda la nación).
El desconocimiento sobre materialismo es una manifestación de la ideología dominante que invisibiliza las herramientas de análisis crítico del statu quo.
Son tiempos de desorden y desinformación; son tiempos en los que un gobierno que se dice salido de las entrañas de la izquierda mexicana ha privatizado el derecho a encabezar las peticiones más elementales del pueblo trabajador y, al mismo tiempo, ha entregado nulos resultados.
Desde el ascenso de la mal llamada Cuarta Transformación se ha desplegado una intensa campaña mediática (pagada con presupuesto público) con la finalidad de inocular en cada cerebro mexicano la idea de que el partido Morena representa el verdadero cambio tan ansiado por toda la población, fundamentado en una serie de promesas que representan las demandas no escuchadas en gobiernos anteriores.
A saber: bajar el precio de la gasolina, del gas doméstico y de la energía eléctrica; cárcel para políticos corruptos y juicio a expresidentes; aumento del salario mínimo, sistema de salud de primer mundo y erradicación de la inseguridad, sólo por recordar algunas premisas del gobierno actual. Sin embargo, a siete años de haberse entronizado en el poder, los resultados distan mucho de lo que se prometió.
En absoluto contraste con esta realidad, los recientes resultados electorales obtenidos por la actual mandataria parecieran una paradoja política: si no hay promesas cumplidas, ¿por qué la población mexicana sigue votando por el partido en el poder? ¿Será que el desconocimiento de los fenómenos sociales, económicos y políticos es un factor que sostiene el segundo piso de la 4T?
A pesar de ser una de las bases fundamentales para la comprensión científica de la sociedad, el Materialismo Dialéctico e Histórico es una disciplina ampliamente desconocida para el ciudadano promedio.
Aunque no hay un dato preciso que cuantifique el grado de este desconocimiento, el bajo nivel de discusión y comprensión de sus conceptos clave en el discurso público y académico general, sumado a la falta de material formativo accesible, insinúa que la vasta mayoría de la población está ajena a sus premisas fundamentales.
El desconocimiento sobre materialismo es una manifestación de la ideología dominante que invisibiliza las herramientas de análisis crítico del statu quo.
No es mera casualidad que dicha condición ocurra, hay todo un acuerdo para que esta concepción y método de análisis de la realidad sea oculto al conocimiento público, que se remonta al momento en que fue publicada la obra cumbre de Karl Marx, El Capital: crítica de la Economía Política, en 1867, material que contiene Materialismo Dialéctico e Histórico puro y que, a pesar de su rigor científico y su crítica demoledora de la economía política burguesa, fue recibido con “mutis” por parte de la prensa y la intelectualidad en Alemania y en el resto de Europa.
Marx mismo menciona en el prólogo de la segunda edición que la prensa intentó ahogar su obra en el silencio tal como había hecho con sus escritos anteriores. Este mutis no fue un olvido, sino una estrategia ideológica: ignorar una obra que desvelaba las leyes internas del sistema capitalista. Una forma de censura contra una ciencia que se oponía a los intereses de la clase dominante, al más puro estilo de los tiempos de Galileo.
Estando así las cosas, es inevitable preguntarnos: ¿qué es lo que desentraña el Materialismo Dialéctico e Histórico? ¿Cuáles son sus postulados principales y por qué ayuda a comprender la situación política de nuestro país?
Esta concepción del mundo resalta porque aplica la dialéctica (ley del desarrollo de la naturaleza, el pensamiento y la sociedad a través de la contradicción) al materialismo (la primacía de la materia objetiva sobre el espíritu o la conciencia), lo que da como resultado un planteamiento innovador: que el mundo material es cognoscible, está en constante movimiento y cambio, que se desarrolla a través de la lucha de contrarios.
Sostiene, además, que la base de toda sociedad humana es el modo de producción de la vida material, la forma en que se organizan las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Enseña que la historia es el resultado de la lucha de clases y que los cambios sociales se explican por las contradicciones que surgen en la base económica y no por las ideas o la voluntad de grandes individuos.
Esto nos lleva a tres conclusiones. La primera es que el capitalista acumula riqueza no por su propio trabajo, sino por la apropiación no pagada del trabajo ajeno (la plusvalía), creando, en consecuencia, una clase explotadora y una clase explotada.
La segunda es que las ideas dominantes de una época son las ideas de la clase dominante, que buscan legitimar y ocultar la explotación creando la idea de un intercambio entre un agente que invierte y el trabajador que vende libremente su fuerza.
La tercera, que el estado no es un ente neutral, sino un instrumento de la clase dominante para perpetuar la explotación de la clase oprimida; surge y existe para mantener el dominio de la minoría explotadora sobre la mayoría explotada.
Hasta acá un muy apretado recuento de algunas bases teóricas del Materialismo Dialéctico e Histórico, que no pretende ser, para conocedores del tema, una explicación detallada, pues está claro que harían falta muchas líneas para desarrollar el asunto. Más bien es un acercamiento a algo que para muchos es letra muerta.
El materialismo en sus dos manifestaciones no es una reliquia del pasado; es una disciplina actual y vital porque las condiciones que le dieron origen y que explica persisten. Su vigencia reside en que la explotación del hombre por el hombre sigue siendo el motor de la sociedad capitalista.
Aquí es donde entra la realidad de nuestro país. Como es evidente, las condiciones del pueblo mexicano no mejoran, puesto que no se tocan las dos fibras importantísimas que sostienen a una sociedad.
La base económica sigue generando condiciones de desigualdad y pobreza mientras que el estado encabezado por el “segundo piso de la Cuarta Transformación” busca mantener esa base económica, que trae como resultado una población polarizada en cuanto a ingresos económicos.
De acuerdo con los recientes informes de la OCDE y, en términos de concentración de riqueza, los niveles son aun más flagrantes: en promedio, el 10 % de los hogares más ricos acumula la mitad de la riqueza total; el siguiente 50 % posee casi la otra mitad, mientras que el 40 % de los hogares más pobres sólo posee poco más del 3 %. Así los resultados del gobierno actual.
El voto a la 4T, además de los conocidos acordeones, compra de votos, coerción mediante programas sociales y acuerdos en lo oscurito, podría interpretarse como una respuesta en la que el elector prioriza medidas de redistribución a corto plazo sobre promesas de cambiar la estructura económica y al régimen que lo representa. Una corriente a la que Lenin llamó economicismo.
Nuevamente sale a flote el control ideológico de la clase dominante para aceptar dócilmente sus designios y en donde las famosas “mañaneras” juegan un papel cardinal.
A todas luces, el actual gobierno se presenta como un proyecto que confronta a “la mafia del poder”, a la clase dominante y sus aliados; cuyo objetivo es desplazar a la élite tradicional y obtener la satisfacción material mínima o reconocimiento político. Premisas que pueden ser más fuertes que la frustración por promesas incumplidas como modificar la base económica de nuestro país.
Una verdadera transformación social emancipadora no será posible si se desconoce la ciencia del materialismo. Y en nuestro contexto ese desconocimiento se da en el pueblo mexicano y en el gobierno que dice salido de la izquierda histórica.
Sin esta brújula, las masas y sus movimientos están condenados a navegar en la superficie de los fenómenos, atacando los efectos sin comprender las causas fundamentales.
El Materialismo Dialéctico e Histórico es el arma teórica que permite comprender la raíz de la explotación y los mecanismos de la historia, siendo indispensable para construir una sociedad libre de la opresión capitalista a través de un verdadero partido surgido del pueblo.
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