“Empezamos a construir con bases más firmes que antes de que nos intentara liquidar la Cuarta Transformación. Los intentos de la Cuarta por desaparecernos nos han hecho más fuertes y podemos decir, como el Tenorio de Zorrilla: ‘Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud’. Así estamos los antorchistas, hoy más fuertes que antes de la 4T”, dijo el secretario general del Movimiento Antorchista, Aquiles Córdova Morán, en la clausura del XXIV Encuentro Nacional de Teatro.
El evento se llevó a cabo —con recursos humanos y económicos propios— en el municipio de Tecomatlán, donde se presentaron 34 puestas en escena con la participación de más de mil actores y actrices provenientes de las colonias y pueblos en donde Antorcha ha venido desarrollando su actividad de educación y organización del pueblo pobre de México.
Buscamos que se eleven en materia política y cultural, para ser agentes activos, soldados rojos, educadores del pueblo, que con su capacidad creativa decidan usar los contenidos de sus obras artísticas para plantear mensajes concientizadores.
Lanzamos la convocatoria para que la gente asistiera y se sumara; ya lo decían nuestros dirigentes durante la clausura: Si nos fuera posible llevaríamos el teatro, la danza, la música, la poesía y todas las artes, a la puerta de cada uno de los mexicanos, pero como ello es humanamente imposible, volvimos a celebrar el concurso de teatro más imponente que ha existido en nuestro país, siendo esta vez ejecutado en dos de nuestras sedes más importantes, el Auditorio “Clara Córdova Morán” y el Teatro “Aquiles Córdova Morán”.
La entrada fue gratuita, el único requisito que pedimos los antorchistas es que el espectador haga la lucha por entender, por ir más allá de la anécdota, más allá del relato, de lo fenoménico, y penetre en la esencia de lo que los artistas antorchistas presentaron.

De esa manera, también el receptor está tomando partido, porque se está educando: un pueblo educado sabe tomar parte y jugar su papel en el momento en que la historia nos indique que ha llegado el momento de dejar de ser víctimas de la burguesía y pasar a ser los escribanos de nuestras propias leyes.
Ya lo dijo Lenin alguna vez: “Los hombres han sido siempre en política víctimas necias del engaño de los demás y del engaño propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a discernir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales y religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase”, y en Antorcha así lo creemos.
He dicho ya que este evento es imponente, y agrego que es de trascendental importancia en la vida actual de nuestra gente y de nuestro país, porque lejos de embellecer y alimentar la vanidad de los actores, los directores y los posibles dramaturgos, buscamos que se eleven en materia política y cultural, para ser agentes activos, soldados rojos, educadores del pueblo, que con su capacidad creativa decidan usar los contenidos de sus obras artísticas para plantear mensajes concientizadores que alumbren las mentes de los niños, adolescentes, amas de casa, campesinos y colonos de los que depende el derrumbe de la opresión sistémica del capitalismo.

Aquí vuelvo a citar al líder antorchista Aquiles Córdova, porque es cierto, tal como lo expresó: “Cuando el dramaturgo se pone a escribir una tragedia se convierte en juez de la sociedad, la tiene que analizar, la tiene que visualizar y tiene que hacerse una idea y algo muy importante, tiene que tomar partido, porque cuando el dramaturgo decide qué tema va a tratar y cómo lo va a tratar y cuál va a ser el desenlace está tomando una posición política, esto no sólo es cierto para el teatro, es cierto para todas las artes. El artista, cuando escoge lo que va a hacer, lo que va a tratar de producir —como fruto de su actividad artística— está tomando posición política”.
Tan política es esta cuestión del arte que durante el festival se presentaron obras cuyo mensaje sólo se entiende cuando la inquietud de ir más allá de la forma obliga a nuestros compañeros a estudiar el contexto que encierra la vida trágica de “Medea”, escrita por Eurípides, de “Yerma” y “La casa de Bernarda Alba”, ambas de Federico García Lorca, cuyos contenidos son un reflejo de la concepción social de la época de la antigua Grecia, de la España de Francisco Franco y finalmente de la hipocresía de la moral religiosa que “erige como virtud lo que verdaderamente es un castigo”, que impone lo imposible al individuo y de manera agresiva. Reflejan “cómo una sociedad determina las relaciones sociales y las relaciones familiares, víctimas de los valores y los intereses de esa sociedad”.

Y bien, otras obras importantes como “Tierra Roja” de Alfonso Sastre, “Juntos sí podemos” de Víctor Puebla, “La historia del hombre que se convirtió en perro” de Osvaldo Dragún, “Prometeo encadenado” de Esquilo, “Las brujas de Salem” de Arthur Miller, “Los perros” de Elena Garro, “Los justos” de Camus, etcétera, se presentaron ante un público variado en edades.
Aquí, quiero hacer mención de una de las obras que dejaron en mí un impacto importante. Se trata de “12 hombres en pugna” de Reginald Rose, donde, como lo dice el mismo nombre, una docena de sujetos disputan —en un juicio que debe determinar si se irá a la silla eléctrica o no— la inocencia y hasta la vida de un muchacho. Este, supuestamente, había cometido el grave delito de asesinar a su padre; sin embargo, las evidencias recogidas tras el homicidio no dan claridad sobre su culpabilidad, aunque el ser “de raza negra” resulta su falta más grande.
Pues bien, esta obra podría ejemplificarse con fenómenos que ocurren en la actualidad, como es el caso de Gaza, de los palestinos, que han sido masacrados por Israel, se cuenta que son más de 70 mil vidas perdidas, algunos medios de comunicación llaman guerra a esta desventajosa masacre e invasión, donde las víctimas han sido acusadas de ser terroristas únicamente por ser el pueblo originario de Palestina.

Así, como en “12 hombres en pugna”, Estados Unidos y sus perros aliados se abalanzan contra sus opositores y siguen tratando de ocultar la verdad, las evidencias, de que el sistema imperialista está dando patadas de ahogado, destruyéndolo todo, con tal de no perder el poco poder que les queda, por eso se arrojan como fieras en contra de un país cuya gente no ha hecho ningún mal y que hoy resiste la rabia de una clase social (la burguesía) que se está muriendo.
Lo mismo aplica para todos aquellos que son acusados de enemigos del imperialismo yanqui, en esa lista se encuentra la imponente China, Rusia, Corea del Norte, Vietnam, Cuba, Venezuela, esas naciones que, como el muchacho negro, son culpables sólo por ser lo que son: naciones que defienden a su patria, sus recursos naturales y a su gente de los ataques del verdadero monstruo.
El maestro Aquiles Córdova Morán dijo: “La sociología puede ser usada para condenar al pueblo, que es lo que sucede frecuentemente y puede ser un arma para defender a los delincuentes, porque una sociedad donde hay pobres, sometidos a la mendicidad, viviendo en las cloacas, viviendo en el lodo, en la mugre, en la ignorancia, en la insalubridad, esos individuos más que criminales son víctimas del sistema”.
Con esas palabras estoy completamente de acuerdo y de nosotros depende que la sociología juegue a nuestro favor, por ello hay que comprender a cabalidad el fenómeno y la esencia, no sólo en el teatro, también en el terreno de lo real.
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