MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

REPORTAJE | Pobreza aumenta en Tijuana; pocos se reconocen como pobres

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  • Voces de Tijuana narran carencias cotidianas que poco a poco van contradiciendo las cifras alegres oficiales

Cuando a doña Petra le preguntaron si ella era pobre, contestó tajantemente que no: “Yo tengo mi casa, que seguimos pagando; tenemos un carrito chocolate, tenemos comida y tenemos salud”.

Bajo ese argumento, ella asegura que no padece pobreza o que no pertenece al “pequeño porcentaje de pobres que hay en Baja California”, pues, con la medida que ella pone, la pobreza es para quienes no tienen nada o no quieren trabajar: “ellos son los pobres, los pobres de mentalidad, pero aquí hay que comer y no nos morimos de hambre”.

Este pensamiento, arraigado en no querer aceptar que se es pobre, es muy común en municipios donde el desarrollo de la gran industria va en aumento; para ellos, los pobres sólo son los que viven en la calle o los que están en el campo, “pues ahí no viven en el desarrollo”, argumentan tijuanenses al leer un artículo titulado “Pobreza hereditaria”, del dirigente de Antorcha en Baja California, Ignacio Acosta Montes.

Medir la pobreza desde otra esfera

Baja California se ubicó como la entidad con los niveles más bajos de pobreza y pobreza extrema en todo el país, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía. El análisis de resultados de la medición de pobreza multidimensional señala que la pobreza general alcanza al 9.9 % de la población, lo que representa cerca de 373 mil 400 habitantes en la región en dicha condición.

En ese sentido, la pobreza extrema se posicionó con una tasa de 0.4 %, equivalente a 13 mil 400 habitantes, de acuerdo con lo planteado por el reporte anual. Estos datos, que contrastan con la realidad que se vive en el estado fronterizo, particularmente en el municipio de Tijuana y, más específico, en la Zona Este, son muy obvios solamente al acercarse a la zona conocida ya como el cinturón de pobreza que se forma en Tijuana, ahí donde viven y se construyen parques industriales que, más que desarrollo, traen una serie de problemas, como el encarecimiento de la tierra y de la vivienda.

Doña Petra, mujer trabajadora desde hace 45 años, madre de familia, soltera y con un pasado nada grato, asegura que ha trabajado toda su vida, desde pequeña hasta ahora. Sus hijos, ya grandes, volaron cada quien para otro nido; ahora sólo trabaja para ella y para su nieto, quien cursa el primer año de secundaria. Ella fue una de las encuestadas por la dependencia y, a la pregunta de si es pobre, dijo que no.

Sin embargo, en su colonia todavía no hay servicios como pavimentación, red de agua potable y drenaje; cuentan con una energía muy mala; la escuela a la que tiene que asistir su nieto se encuentra cinco colonias más al fondo, por lo cual tiene que tomar, como mínimo, un camión. Petra olvidó que el raquítico salario, como ella le ha llamado, apenas le alcanza para comprar la canasta básica; que no ha podido cumplir la promesa que le hizo a su nieto de llevarlo a la playa o al cine por su cumpleaños; que le prometieron en las pasadas campañas pavimentar su calle y entregarle, por lo menos una vez al mes, una despensa; que una diputada, cuyo nombre ya ni recuerda, dijo que la apoyaría con el uniforme del nieto. Se le olvidó, porque tal vez es de la escuela que dice que es mejor olvidar.

Ideologizar sobre pobreza

Pero no es sólo doña Petra quien ha negado estar dentro de la línea de los llamados “pobres”, pues a lo largo de estos años ha existido una campaña para que la palabra “pobre” sea una ofensa y no una condición de marginación; así lo han demostrado corridos, o mejor dicho, narcocorridos que alientan el empoderamiento económico a través de diferentes caminos, casi siempre delictuosos.

Un estudio realizado en instituciones educativas de nivel medio superior señala que, de cien estudiantes a quienes se les preguntó si se consideraban pobres, 97 afirmaron que no y tres dijeron aceptar su condición social.

Esta situación, que refleja una clara distorsión de la realidad, deja en claro que se ha mentalizado al mexicano a no aceptar su condición y, por lo tanto, a vivir o estar conforme a ella, pues, como decía Sócrates, “el conocimiento te hará libre” y, agregaría yo, te hará rebelde.

Para Karl Marx, la pobreza no es un fenómeno natural, sino una consecuencia directa del sistema socioeconómico capitalista, donde la acumulación de riqueza en pocas manos genera estructuras desiguales que empobrecen a la clase trabajadora. Él veía la pobreza como una forma de privación que impide el desarrollo humano y la satisfacción de necesidades, no sólo económicas, sino también relativas a la dignidad y a la plenitud del individuo.

Si tomamos el principio de este filósofo, la pobreza va en aumento, pues crece en medida proporcional al crecimiento poblacional, que se da más rápido en este sector; ejemplos hay muchos en todo el país.

Salir de la pobreza, un sueño

En contraste con el pensamiento de Petra, Lety, mujer de 56 años que también ha trabajado toda su vida, como una esclava aferrada a una máquina, entiende que la pobreza es esa condición que la ha perseguido toda su vida, al igual que a sus padres y a sus abuelos: “Salir de la pobreza está canijo; es cierto que mejora la calidad de vida de muchos, pero nunca podemos salir de la pobreza, porque no es como dicen: trabaja y serás rico. 

Aquí nada más rico se hace el dueño de la fábrica, ese que sólo conocemos en la foto; nosotros, pues, cada vez nos alcanza para menos: aumenta el salario y sube todo, el huevo, el tomate, la tortilla, la carne, que anda bien cara el kilo de bistec. Es una mentira que se redujo la pobreza, porque esa crece; a lo mejor ahora somos pobres, pero con casa, pero seguimos siendo pobres”.

Lety comparte la visión de que, para poder mejorar las condiciones de vida de los millones de mexicanos que se encuentran en condición de pobreza, es necesario que se cambien las políticas tanto económicas como sociales:

“No, una tarjeta no nos saca de la pobreza, porque nada más te calma el hambre un día o una semana; pero cuando dan eso, ya piensan que no son pobres, hasta más deudas salen con esas mentadas tarjetas, porque van y se endeudan con la esperanza de que van a pagar cuando llegue el apoyo; pero luego ni llega el apoyo: más endeudados queda uno”.

Lety, enlistada en los números de agremiados del Movimiento Antorchista, está segura de que sí es posible salir de la pobreza: 

“Es como un sueño, pero sí es posible. En Antorcha nos han explicado que, solamente cambiando el modelo económico, habrá menos desigualdad, menos pobreza; se crearán condiciones de vida para miles de mexicanos. Yo le apuesto a ese proyecto. Es un sueño que vemos que se está cumpliendo, pues antes yo rentaba; hoy tengo una casita; ya tengo agua, luz y pavimento. Con políticas diferentes es posible cumplir este sueño”.

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