* Violencia y falta de empleo causan el éxodo desde la Montaña y otras regiones del estado mientras el gobierno sigue romantizando la migración
La falta de empleos y de oportunidades para mejorar sus condiciones de vida en sus lugares de origen deriva en la migración de cientos de indígenas de Cochoapa el Grande, Alcozauca de Guerrero, Zapotitlán Tablas, Metlatónoc, entre otros municipios de la Montaña y otras regiones, que abandonan sus casas en busca de dinero para subsistir. No tienen otra opción.
Tristes, con la incertidumbre reflejada en sus rostros pero con la esperanza de una vida mejor, familias enteras dejan sus casas, tierras y escasas pertenencias para emplearse como jornaleros en el corte de tomate y chile en los campos agrícolas de estados del norte del país, donde no conocen a nadie; luego de viajar por casi tres días, empiezan a laborar extenuantes jornadas de más de doce horas diarias.
En esos campos, donde en muchas ocasiones dejan hasta la vida, se les paga a 35 pesos la arpilla de chile, y al día un adulto logra reunir unas dieciocho arpillas; los pequeños, que tuvieron que abandonar las aulas y los juegos, contribuyen también en esta labor con el fin de incrementar el ingreso familiar, convirtiéndose en una cifra más de jornaleros agrícolas.
Salir de la pobreza y poder construir una casa digna es el anhelo de muchos indígenas que sólo encuentran voraces campos agrícolas o empresas agroindustriales que carecen de prestaciones, escuelas, acceso a la salud y derechos laborales. Están prácticamente solos, fuera de su estado y a merced de la explotación laboral, situación que se agrava por entender a medias el español al hablar alguna lengua como tu´un savi, mixteco, tlapaneco o me’phaa, sobreviviendo al racismo y a la discriminación.
Al respecto, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, refrendó su respaldo a las y los migrantes mexicanos: “Lo que hemos planteado es que, en el caso de un mexicano que no tenga papeles, que es detenido, de inmediato lo recibimos en México pero en condiciones que no sean violatorias de sus derechos. Vamos a defender a las y los mexicanos”.
Asimismo, rechazó que a los migrantes se les envíe al centro de detención conocido como Alcatraz de los Caimanes, en Florida, Estados Unidos, recientemente inaugurado por el mandatario estadounidense Donald Trump.
Y agrega: no estamos de acuerdo en tratar a los migrantes como criminales.
Cierto, en este punto estamos totalmente de acuerdo; sin embargo, el gobierno debe dejar de romantizar el fenómeno de la migración, porque el éxodo de indígenas de Guerrero y del resto del país no es por ocurrencia: se da por la violencia, la falta de empleo y la falta de oportunidades para salir de la pobreza que impera en varias zonas.
Querer catalogar a un migrante como criminal o pretender su deportación es violatorio de los derechos humanos, defiende la presidenta de México. Es verdad, pero no brindar a las y los mexicanos las condiciones necesarias para desarrollarse y vivir dignamente en sus lugares de origen —como educación, servicios básicos y trabajo para construir una vivienda digna—, ¿no también es atentar contra sus derechos humanos?
Basta de romantizar la migración de indígenas de la Montaña y otras partes del estado, ya que salen de sus pueblos desconcertados, hacia un futuro incierto, por una sola razón: no tienen otra opción ante el abandono gubernamental.
En 2023, según datos del Consejo de Jornaleros Agrícolas de la Montaña, aumentó la cifra de jornaleros que migraron a campos agrícolas del norte del país, con un total de 12 mil 493 personas; la cifra más alta se registró en 2020, durante la pandemia de covid-19, con un total de 15 mil jornaleros agrícolas.
Además, el informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social 2025, que presentó la Secretaría del Bienestar, señala que el 60.4 % de guerrerenses vive en pobreza y el 22.2 % en pobreza extrema, solamente superado por Oaxaca y Chiapas.
Ejemplo: en el municipio de Cochoapa el Grande, la pobreza y marginación son extremadamente altas; se estima que más del 90 % de la población vive en condiciones de pobreza, lo que lo convierte en uno de los más marginados de México.
Mientras el gobierno siga romantizando el grave fenómeno de la migración y no dé alternativas reales —empleo, educación, servicios básicos, programas de vivienda, programas de apoyo al campo, etcétera— para que miles de mexicanos de Guerrero y de todo el país puedan quedarse en sus lugares de origen a trabajar, a sembrar, a estudiar, las familias humildes seguirán huyendo de sus hogares, sufriendo explotación laboral y resistiendo estoicamente en los surcos de la negligencia gubernamental.
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