El 28 de agosto, El Universal publicó en primera plana una encuesta realizada por ese medio en torno a la evaluación de Andrés Manuel como Presidente. Los resultados fueron estos: del 100% de los encuestados, el 69% aprueba la forma en la que López Obrador desempeña el puesto de Presidente, y el 20% la desaprueba. Comparados estos datos con las cifras de hace un año, publicadas por la misma casa editorial, se observa que ha crecido tanto el apoyo como el rechazo a Obrador, pues en agosto de 2018, el 64.6% aprobaba su desempeño como presidente electo, y solo el 12.1% lo desaprobaba. A partir de las encuestas de El Universal, puede decirse que la brecha entre la aprobación y la desaprobación de AMLO, se cierra, pero muy lentamente; en agosto de 2018 la diferencia entre la evaluación positiva y la negativa era de 52.5 puntos porcentuales, mientras que en agosto de 2019 fue de 49. Después de un año de gobierno, la percepción de los mexicanos acerca de la figura de Andrés Manuel, no ha variado sustancialmente. Veámoslo con mayor detalle.
Desde hace aproximadamente una década, prácticamente todas las casas encuestadoras coinciden en que las mayores preocupaciones de los mexicanos se concentran en tres rubros: la falta de una economía estable que permita vivir sin tronarse los dedos, la violencia desatada que azota a todo el país, y la corrupción de la alta burocracia –si bien este rubro cobró dimensiones populares solo a partir del sexenio de Peña Nieto. De los tres, quizá el único aspecto en el que ha habido avances durante el gobierno de Andrés Manuel, es el de la corrupción. Y digo quizá porque no hay mecanismo fiables para obtener datos de cuán corrupto es un gobierno o no; las cifras existentes se toman de encuestas en las que se pregunta al encuestado si cree que ahora hay más corrupción o menos que antes; una mera cuestión de percepción, pues. Si quitamos el rubro de la corrupción, únicamente quedan los temas de la economía y la inseguridad, dos aspectos que sí pueden evaluarse con rigurosidad.
Pues bien, partiendo de los datos arrojados por el propio Gobierno Federal, es evidente que ni en el terreno económico ni en el de la inseguridad, Andrés Manuel ha mejorado la situación nacional. Primero lo primero. De acuerdo con el INEGI, institución con una amplia trayectoria y cuyas cifras ni el propio AMLO se atreve a desconocer, el crecimiento económico en 2019 ha sido desastroso. Durante el primer trimestre, la economía mexicana no solo no creció, sino que se contrajo un 0.2%. Los analistas los consideraron normal, pues en México es un comportamiento común cada que arranca un sexenio. Sin embargo, los resultados del segundo trimestre encendieron las alarmas, pues resulta que nuestra economía creció 0.0%, es decir, nada. Es verdad que a nivel de América Latina ha habido una fuerte caída en el crecimiento económico, sin embargo, en el caso de México se conjugaron la adversa situación regional y los errores del Gobierno Federal.
Pero el crecimiento de la economía sí debiera ser un objetivo para los gobierno mexicanos, pues este es imprescindible si se quiere combatir la pobreza. Al crecer la economía, crece la riqueza del país, y solo a partir de ese momento se abre la posibilidad de distribuir lo producido entre toda la población. No es posible distribuir una riqueza que no se produce. Así, no puede sorprendernos que durante el primer año de gobierno, al no haber crecimiento económico, tampoco se reduzca la pobreza. Todavía no se tienen cifras para evaluar el comportamiento de la pobreza durante el gobierno de López Obrador, pero no se necesita ser un genio para concluir que, al no haber crecimiento económico, no puede, por lo tanto, haber desarrollo económico, y en consecuencia no puede haber tampoco reducción de la pobreza. De esta manera, AMLO no ha venido a mejorar la situación de los pobres, sino a agravarla.
En la inseguridad y la violencia, el Gobierno Federal actual continúa con la tendencia de la administración anterior: hay una espiral de violencia que crece con el tiempo, rompiendo récords de homicidios con cada mes que transcurre. La estrategia de Andrés Manuel para revertir la tendencia, no ha funcionado. Terminó formalmente la guerra contra el narco, lanzó la Guardia Nacional como una iniciativa espectacular, comenzó una campaña para moralizar a los delincuentes y evitar que sus mamás se preocupen, impulsó programas que empleen a los jóvenes ninis para alejarlos de las filas de la delincuencia, y últimamente ha buscado pactar con los grupos armados para evitar que continúe el derramamiento de sangre. Nada de esto ha dado resultados, como nos lo recuerdan todos los días los noticieros. Es decir, tampoco aquí AMLO ha dado pasos efectivos para mejorar la calidad de vida de los mexicanos.
Si en el primer año de gobierno Andrés Manuel ha fracasado en los principales temas de la agenda nacional, ¿por qué conserva un importante número de gobernados que aprueban su labor? Porque ha sabido manejar magistralmente la percepción de los mexicanos, sin que necesariamente esas percepciones respondan a cambios reales. Con su notable capacidad de interpelar al pueblo, AMLO ha montado un mundo de apariencias. Convirtió a Los Pinos en un espacio cultural, renunció al avión presidencial, se deshizo del Estado Mayor Presidencial, redujo los salarios de la alta burocracia, le declaró la guerra al huachicol, y ahora ha comenzado a encarcelar a los "rostros de la corrupción", como Rosario Robles y Juan Collado. Todo esto, que no ha ayudado ni en un ápice a combatir la pobreza ni a reducir la inseguridad, lo vende el Presidente como los logros tangibles de su gobierno. Y el pueblo se lo compra.
Pero esta situación no puede sostenerse indefinidamente. Por más que todos los días Andrés Manuel aparezca ante las cámaras para seguir presentando a su Gobierno como una administración diferente, mejor, todo discurso tiene un límite; y ese límite se alcanza cuando lo que se dice está tan alejado de lo que se hace, que ni el ciudadano más ignorante de los temas de la vida nacional, puede creerse lo que le dicen. Algo similar a lo que ocurre con el PRI, que por más que se presenta como una renovación - algo distinto, despojado de sus vicios- al ver a sus gobiernos actuales, no hay quien dé un quinto por el moribundo partido. O Andrés Manuel obtiene resultados concretos en la reducción de la pobreza y la inseguridad, o el pueblo mexicano sabrá retirare su apoyo. Porque este primer informe no está para presumir.
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