El actual sistema socio-económico que nos rige, desde su nacimiento, nunca ha sido un lecho de rosas y siempre ha operado en una permanente contradicción: generando inmensa cantidad de productos útiles, ha inventado una abundante y diversa cantidad de mercancías con las cuales ha abarrotado los mercados del mundo, pero también ha producido, pues es inmanente a él, al número mayor de pobres y menesterosos sobre la tierra: sin pobres no puede haber ricos, pues para que alguien pueda vivir no sólo con lo necesario, sino con todos los bienes y servicios a su disposición y de sobra, otros, muchos otros, tienen que trabajar, dejar la vida en el surco, en las minas, en las fábricas, etc., a cambio de lo estrictamente necesario para medio recuperar energías y regresar al día siguiente a la misma fatigosa faena, y así, todos los días, toda la vida.
Pero, además, para que este régimen se mantenga de tal forma, para que pueda operar cual máquina que exprime y logra sacar todo el jugo del fruto introducido, se necesita de todo un gran aparato, de todo un mecanismo que tenga el mismo propósito, es decir, se requiere, por ejemplo, de leyes que apliquen a los pobres y no a los poderosos, de jueces que dicten sentencia siempre a favor de los dueños del dinero, de policía, de cárceles, de profesores que hagan de su profesión no la enseñanza, sino la manipulación; de medios de comunicación a su servicio para difundir sus ideas y golpear a sus enemigos, para prostituir todo lo que tocan, para manipular e idiotizar al ciudadano carente de educación académica y política, que no tiene anticuerpos para defenderse de la terrible andanada de falacias que le mete por lo ojos la televisión. Pero, obviamente, también necesita de gobernantes complacientes, siempre prestos a servirles y ayudarles a que su capital sea cada día más grande, a condición de "dar empleo" a esa masa de necesitados a cambio de un mísero salario. Se necesita de un cuerpo de legisladores que siempre estén atentos a aprobar todas las leyes necesarias para que esa gran máquina funcione, para aceitarla, que estén dispuestos a privatizar los servicios de salud, educación, vivienda, agua, luz, etc., etc. que todo se vuelva negocio en beneficio de ese gran capital y de sus dueños.
Ese ha sido siempre el propósito desde el nacimiento del gran capital. Hoy tenemos ciertamente al sistema económico con la mayor capacidad de producción de riqueza en toda la historia, pero también con la mayor cantidad de pobres sobre el planeta. Y, obviamente, esa masa sufriente y carente casi de todo, nunca ha vivido conforme, y ha logrado arrancarle algunas migajas de esa plétora de riqueza, con su unidad y lucha ha alcanzado triunfos verdaderamente impresionantes e importantes para su clase; históricamente todo lo logrado por la clase obrera, por ejemplo, y que hoy rige como algo natural entre nosotros, ha sido producto de esa lucha decidida de hombres y mujeres dispuestos a revertir la situación.
De esta manera los obreros ingleses conquistaron el derecho de huelga y la libertad de asociación y de organización; lograron con su lucha tenaz que se redujera la jornada de los niños que laboraban en la industria del algodón y de la lana (en 1819 se promulgó el decreto que fija en 12 horas la jornada de los niños); en 1792 se organiza por vez primera lo que vendría a ser el primer sindicato moderno. En 1889, en el Congreso Obrero Mundial, celebrado en París, Francia, toma como demanda central la lucha por la reducción de la jornada de trabajo a ocho horas, conquistada posteriormente por la lucha de miles de obreros del mundo. La lucha de los trabajadores ha conquistado el derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, etc. Pero en la actualidad vemos como si hubiera una regresión histórica, pero que realmente nos demuestra la decadencia del sistema social actual y de sus clases, pues esas muchas de esas conquistas han quedado sólo en el papel y es hoy cuando, nuevamente, los obreros, campesinos, amas de casa, profesionistas, etc., están llamados a hacerlas efectivas, que dejen de ser letra muerta. Recordar compañeros antorchistas que prácticamente todos los derechos de los que hoy gozamos (aunque los poderosos se han encargado de escamoteárnoslos) se han alcanzado con la organización y la lucha del pueblo trabajador, así que preparémonos para una larga jornada de lucha por la reconquista de nuestros derechos y por una parte mayor de la riqueza producida. La lucha que hemos emprendido a nivel nacional, así como la que estamos dando los antorchistas de Hidalgo, son luchas justas por nuestros derechos y por justicia, y ¡vamos a triunfar!
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