MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¡Otra vez los estudiantes!

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México ha sido puesto a prueba una vez más por la furia del huracán “Raymond”, y mientras las instituciones hacen oídos sordos, una fuerza imparable ha emergido desde las bases del pueblo trabajador: la juventud. 

Frente a este panorama oficial de promesas incumplidas, ayuda acaparada y burocracia insensible, son los jóvenes quienes han tomado la iniciativa, convirtiéndose en esa barrera moral y física que contiene la desesperanza en Veracruz, Puebla e Hidalgo.

Ellos no esperan un futuro: lo construyen hoy, con las manos llenas de lodo y el corazón dispuesto a servir, llenando el vacío que deja un Estado ausente y una ayuda oficial que, con frecuencia, no trasciende los discursos.

Mientras funcionarios de todos los niveles se enredan en discursos, fotografías protocolarias y la elaboración de censos con requisitos inalcanzables para quienes lo perdieron todo, los jóvenes actúan. No cuentan con presupuestos, vehículos oficiales ni escoltas; sólo tienen su energía, su convicción y las manos dispuestas para levantar un país que se hunde no sólo por el agua, sino por la indiferencia.

Para hacernos una idea, el Ingeniero Samuel Aguirre Ochoa realizó unos artículos en los que nos menciona cómo van las zonas de desastre; nos pinta la realidad que el gobierno local, estatal y federal suele omitir.

En Poza Rica, Veracruz, la ayuda gubernamental y no gubernamental se concentra en el centro, dejando en el abandono a colonias como la Morelos y la prolongación 16 de septiembre, donde el agua permanece a la altura de la cintura. El acaparamiento de víveres por parte de quienes no fueron afectados es una nueva tragedia dentro de la tragedia.

La situación se repite con aterradora similitud en municipios como Álamo, donde colonias como La Heroica, la 18 de marzo y la Pantepec (esta última aún incomunicada) siguen sepultadas bajo el lodo y la basura, sin que la maquinaria estatal haya llegado.

En Tihuatlán, la colonia Sacate Colorado clama por una ayuda que no llega. El hedor, nos relata el Ingeniero Samuel Aguirre Ochoa, se intensifica por los cuerpos de animales y, se rumora, de personas que las máquinas excavadoras podrían estar camuflando entre los escombros.

Mientras tanto, la juventud organizada, con integrantes de la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” (FNERRR) a la cabeza, está precisamente ahí: en las comunidades olvidadas, hombro con hombro con las familias, distribuyendo ayuda donde el Estado no llega, limpiando viviendas y cocinando para los más necesitados.

Su ejemplo no sólo inspira, sino que enjuicia: ¿Por qué la fuerza solidaria más eficaz es la que surge de la sociedad civil y no la que se financia con nuestros impuestos?

El informe del ingeniero Samuel profundiza en la crisis humanitaria: enfermedades de la piel, diarreas y un incremento alarmante de mosquitos del dengue son la nueva normalidad. La escasez de alimentos y medicinas se ve agravada por el despiadado incremento de los precios de la canasta básica. Los pozos de agua están contaminados, cientos de hectáreas de cítricos y ganado se perdieron para siempre, y la conexión entre Veracruz e Hidalgo está severamente dañada, con puentes colapsados que aíslan a decenas de comunidades.

Frente a estos hechos, la visita de la gobernadora de Veracruz y la presidenta, Claudia Sheinbaum, a la Huasteca Alta se percibe, según los relatos locales, como un mero acto protocolario. “Sólo fue para sacarse la foto porque la situación de las familias sigue igual”, se afirma.

En este contexto, la juventud mexicana ha demostrado que, lejos de la etiqueta de apática, es generosa, valiente y profundamente comprometida. Su energía es la fuerza social más transformadora de nuestro tiempo. Ellos no esperan un futuro: lo construyen hoy, con las manos llenas de lodo y el corazón dispuesto a servir, llenando el vacío que deja un Estado ausente y una ayuda oficial que, con frecuencia, no trasciende los discursos.

Ser joven en México hoy es, por naturaleza, un acto de rebeldía constructiva. Una rebeldía que no destruye, sino que edifica; que no grita por odio, sino por justicia.

El llamado es claro: la juventud debe organizarse, educarse y luchar. La educación, en manos de una juventud consciente, es el arma más poderosa contra la miseria y el abandono.

El ejemplo de los jóvenes en las zonas afectadas por “Raymond” es una lección viva. Ellos son la brújula moral que nos señala el camino. Y si algo han demostrado estos jóvenes en medio de la tragedia, es que el futuro de México, aunque herido, lleva su nombre, su voz y su ejemplo incansable.

El presente más luminoso de la nación ya está aquí, y tiene la cara curtida por el sol y las manos callosas de quien no espera, sino que actúa.

¡Muchas gracias, jóvenes, por ayudar al pueblo humilde y trabajador!

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