Escribo esta reflexión porque estoy indignado ante la frialdad y el desinterés con que se ha dejado pasar la muerte de nueve profesores poblanos, todos oriundos de Tehuacán, justo un día antes de los festejos por el Día del Maestro.
Es posible que esa frialdad y ese desinterés sean resultado de que el país vive una etapa de máxima violencia, en donde todos los días hay muertes, unos más, otros menos, pero casi todos en forma brutal. La sangre de miles de inocentes cubre prácticamente a todo el territorio nacional. Ante tanta desgracia cotidiana, hemos perdido la capacidad de sentir el dolor ajeno.
En el caso de los maestros fallecidos, ciertamente fueron víctimas de un accidente en la carretera. Pero, de acuerdo con lo que se puede leer en el periódico La Jornada de Oriente: “Los nueve educadores muertos se dirigían a la ciudad de Puebla a realizar trámites ante la Secretaría de Educación Pública”, según lo expuesto por José Luis González Morales, dirigente de la Sección 23 del SNTE. El canal de You Tube “Soy docente”, explica que se dirigían a la capital a realizar trámites de promoción horizontal o de procesos de tutoría.
Y aquí está el punto central de mi indignación, que comparto con el profesor Jaime, conductor de “Soy Docente”: ¿por qué tienen los maestros que desplazarse desde sus domicilios o centros de trabajo hasta la capital del Estado a entregar físicamente los documentos que se les exige, para realizar sus trámites, sean del tipo que sean? Esa es una práctica de toda la vida que quita tiempo y dinero y, como en este caso, pone en riesgo la integridad de los docentes.
Se les exige que vayan personalmente, a entregar copias de documentos que la autoridad ya tiene en su poder. Por ejemplo, llevar su título o cédula profesional… bueno, ¿qué no tienen un registro de esos documentos, los cuáles se entregan desde los primeros trámites para optar por una plaza?, o ir a entregar copias de la credencial del INE o el acta de nacimiento… ¡de todos esos documentos tienen copias!
Vivimos en tiempos de la Internet, de la automatización y digitalización de todos los procesos y se supone que toda la información de cada uno de los docentes está digitalizada, a detalle. ¡No se les debe someter a la angustia de ir a presentar documentos cada vez que solicitan un ascenso o un permiso!
El trato que reciben los maestros no se corresponde con las emotivas frases de: “apóstol de la educación” (Porfirio Díaz), “somos quienes somos, gracias a las maestras y a los maestros de México” (Claudia Sheinbaun, presidenta de México), “agradezco a las y los maestros mi formación y comparto sus demandas” (Alejandro Armenta, gobernador de Puebla). Todo es demagogia, palabras huecas. El maestro no es visto más que como número para que su voto, cerca de dos millones, sirva como escalón de los políticos y los partidos en turno.
Por último, espero que alguna agrupación de maestros (está claro que el SNTE no lo hará) se decida a abrir un expediente de investigación ante las instancias correspondientes, para que determinen si existe culpabilidad de alguna autoridad educativa, si es así, tal vez proceda una indemnización a los deudos (seguro dejaron hijos pequeños, padres, esposas o esposos en condiciones de abandono).
Maestros, que tragedias como la ocurrida el 14 de mayo, nos hagan entender que debemos organizarnos en serio, fuera de las organizaciones sindicales y políticas de la clase gobernante, que desde que surgieron son organizaciones charras que sólo protegen los intereses de la patronal, o sea, la misma SEP.
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