La máquina sustituyó al artesano y creó al obrero; la fábrica desplazó al taller. Con el surgimiento del obrero nació la lucha por la plusvalía: la confrontación entre el trabajador y el poseedor del capital por la apropiación de la riqueza producida. Una confrontación perdida para el obrero, pues la esencia del modelo económico capitalista es precisamente apropiarse del trabajo no pagado.
La jornada laboral es la fuente del conflicto entre el obrero, poseedor de la fuerza de trabajo, y el capitalista, dueño de los medios de producción.
El proceso de trabajo, conformado por el objeto de trabajo o materia prima que proporciona la naturaleza, los medios de trabajo —todos los objetos materiales con los cuales se transforma el objeto de trabajo— y la fuerza de trabajo —quien manipula esos medios—, muestra que es precisamente esta última el único factor capaz de transformar la materia prima en un objeto útil.
Y esto se logra mediante el trabajo, siendo la duración de este lo que da utilidad al objeto creado. Es, pues, el tiempo de trabajo necesario para producir el objeto (mercancía) lo que permite el intercambio de unas mercancías por otras.
Por eso la jornada laboral se convierte en la fuente del conflicto entre el obrero, poseedor de la fuerza de trabajo, y el poseedor de los medios de producción, el capitalista (el burgués).
Al obrero no se le paga por su trabajo, es decir, por lo que haya producido: se le otorga un salario. Este se calcula en función de lo que necesita para reponer su fuerza de trabajo gastada en las horas de producción. Al inicio del capitalismo, la jornada laboral era tan extensa que incluso provocaba la muerte del trabajador.
Cito la lucha de los obreros por la reducción de la jornada laboral. En Inglaterra, en 1842, el cartismo alcanzó su apogeo. Se redactó una petición que exigía la limitación de la jornada laboral, el sufragio universal, la abolición de la propiedad capitalista de las tierras y de los medios de producción industriales.
En Francia, en 1831, los obreros y artesanos de Lyon tomaron el poder de este importante centro industrial. Durante diez días fueron los amos y señores, pero no supieron qué hacer: no tenían un programa, ni una teoría revolucionaria científica, ni un partido revolucionario. El mismo problema enfrentaba el cartismo.
El 22 de julio de 1863, los obreros ingleses convocaron un gran mitin internacional en Londres, en el cual decidieron enviar un llamamiento a los obreros franceses. Casi un año después llegó la respuesta. Esta es parte de ella:
“… Progreso universal, división del trabajo, libertad de comercio: he aquí los tres factores que deben atraer nuestra atención, pues son susceptibles de transformar radicalmente la vida económica de la sociedad. Constreñidos por la fuerza de las cosas y por las necesidades del tiempo, los capitalistas han construido poderosas uniones financieras e industriales. Si nosotros no tomamos medidas de defensa, seremos despiadadamente aplastados. Nosotros, obreros de todos los países, debemos unirnos y poner una barrera infranqueable al orden de cosas existente, que amenaza con dividir a la humanidad entre una masa de hombres hambrientos y furiosos por un lado, y por el otro, una oligarquía de reyes, banqueros y burgueses cebados. Ayudémonos unos a otros para conseguir nuestros propósitos…” (28 de septiembre de 1864, salón Saint-Martin, centro de Londres, Inglaterra).
Esto sucedió tres años después de la publicación del primer tomo de El capital, donde Marx reveló la ley del movimiento económico de la sociedad. Desde que existe el capitalismo y el obrero, no había aparecido ningún libro tan importante para la clase trabajadora.
Han pasado 161 años desde aquella respuesta de los obreros franceses y, a pesar del avance de naciones enteras —China, Corea del Norte, Vietnam, Cuba, Nicaragua, Venezuela— que han llegado a ser gobernadas por obreros, sigue pendiente la demanda del Primero de Mayo en el mundo capitalista: la reducción de la jornada laboral.
Una lucha que, como se ha expuesto aquí, ha sido motor y fruto de la movilización obrera, y que continúa formando la idea de unidad de propósito y acción en la organización de los obreros del mundo, para su lucha definitiva: la formación de su partido de clase que los conduzca a ¡la toma del poder político!
¡Viva la lucha del Primero de Mayo!
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