MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La verdadera división de la sociedad

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El presidente López se equivoca en muchas cosas. Por ejemplo, en que la economía y la política no son ciencia; que la teoría del valor, la plusvalía y la acumulación del capital "no aplican en México"; que el mal fundamental del país es la corrupción; que sólo con "el ejemplo" puede eliminar la delincuencia y el robo de recursos por funcionarios, o que "la Antorcha mundial" es "intermediaria".

En este breve texto quiero solamente hacer notar otro error del presidente que es fundamental conocer para la lucha política. Desde que se supo ganador de la contienda electoral de 2018, no ha dejado de señalar la forma en que él entiende que está dividida a la sociedad: por una parte el grupo de la "Cuarta Transformación (4T)" o "izquierda", todos "progresistas", pulcros, "honestos", seguidos por morenistas fieles a la "causa"; por otro lado –y ésta es la otra parte de la sociedad según López—están los "conservadores" o la derecha, "los fifí", "el viejo régimen" y sus seguidores: "derechairos", "prianistas".

Esa es la manera en que el presidente entiende la división de la sociedad, la cual se reduce simplemente a si eres seguidor casi fanático, crítico o neutral político. Siendo así ¿eres de la 4T o conservador, de derecha o de izquierda?

Sin embargo, aceptar ese punto de vista es echar por tierra al menos un siglo y medio de avance científico en el terreno social.

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Desde 1848 los científicos sociales habían ya descubierto que a lo largo de la historia escrita las sociedades que han existido estuvieron divididas en clases antagónicas, y que esta división es objetiva, independiente a la percepción humana, que unas veces ha estado oculta bajo un manto romántico y celestial, y otras aparece descarnada y directa.

Existen contradicciones de clase dependiendo de la sociedad de la que se trate. Ha habido la contradicción entre esclavos y esclavistas, señores feudales y siervos de la gleba. Hoy existe la contradicción entre capitalistas y proletarios.

Esa es la verdadera división social de nuestro tiempo, una división que no admite términos medios ni buenas voluntades, sino que todos los días se impone aunque la mayoría de la población no lo alcance a advertir. Por un lado están los capitalistas, dueños de los medios de producción, de las fábricas inmensas, de los bancos, de los gigantescos consorcios multimillonarios. Por otro lado están los hombres y mujeres que no poseen medios de producción ni fábricas ni bancos, que solo tienen su fuerza de trabajo, la cual rentan por determinado tiempo por un salario.

Lo que determina a una clase es qué papel juega en la producción social respecto a los instrumentos de trabajo, y qué proporción recibe de la riqueza creada colectivamente. El papel del capitalista, por ejemplo, es de dueño de los medios de producción, a quien corresponde "por derecho" la ganancia, pese a que no trabaje de manera directa, y en muchos casos ni siquiera pise la empresa que preside. El proletario, por el contrario, juega el papel de trabajador directo, desgasta su fuerza de trabajo durante una jornada establecida, y la proporción que recibe de riqueza es únicamente un salario acordado con el patrón desde antes de empezar el trabajo.

Finalmente, a estas clases antagónicas las separan sus intereses, pues mientras el capitalista siempre va a aspirar a obtener mayor y más fácil cuota de ganancia, al costo que sea, derrotando a sus adversarios capitalistas, imponiendo gobiernos que les sirvan para este fin, explotando y empobreciendo a la población de diferentes países; el proletariado aspira a vivir en mejores condiciones, a vender su fuerza de trabajo más cara, a tener lo suficiente para poder brindarle alimento y oportunidades de felicidad a sus familias.

Esta división social produce, además, la desigualdad fundamental de ricos y pobres. La OXFAM calcula, por ejemplo, que ocho personas poseen tanta riqueza como la mitad más pobre de la población mundial. En otras palabras, si ocho personas reúnen sus riquezas, ésta se equipararía a lo que podrían juntar tres mil seiscientos millones de seres humanos. Esta desigualdad objetiva va generando un número mayor de pobres cada año y cada vez menos ricos.

El proletariado no debería dividirse a voluntad del gobierno -instrumento de los capitalistas-, pelear por intereses que no son suyos, sino de la clase antagónica; el proletariado debería unirse como clase social en busca de un futuro mejor, por un gobierno proletario que verdaderamente defienda sus intereses reales: mejor educación, mejores salarios, empleos, seguridad y obra pública como hospitales, medicamento, calles limpias y pavimentadas, electricidad y drenaje ahí donde haga falta, cultura y deporte, etcétera. Eso quiere el Movimiento Antorchista Nacional.

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