La agricultura mexicana enfrenta retos muy grandes, en un contexto de economía abierta; estamos en un cambio de época que significaría pasar de una economía global libre a una economía de restricciones muy fuertes, inaugurada por el presidente de Estados Unidos (EE. UU.). En este contexto se acusa a México de ser responsable del estancamiento económico que tiene el país del norte; pero esto es un supuesto falso. México no es el culpable, sino que se busca acotar las escasas ventajas que tiene nuestro país en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
México es un dependiente de la economía de EE. UU., pues es nuestro comprador más grande, lo que le permite poner condiciones a nuestro país; la independencia política de los países se da en función de la economía. Un país que no logra tener una economía suficientemente fuerte, no puede tener una política independiente en el contexto global.
En materia de agroalimentarios, el saldo del TLCAN nos ha dejado un cierto éxito en la exportación de productos de alto valor comercial, sobre todo en el sector hortofrutícola, pero al mismo tiempo nos ha dejado una dependencia alimentaria en cultivos básicos; maíz, frijol, trigo, leche, arroz, etc. Exportamos productos de alto valor comercial e importamos crecientemente nuestros alimentos, lo cual nos vuelve extremadamente dependientes.
Un país tiene seguridad alimentaria cuando produce mínimamente el 75 por ciento de sus alimentos; en México producimos el 57 por ciento; es decir, nos hemos vuelto dependientes de la agricultura de Estados Unidos. La dependencia en los alimentos y en los energéticos, vuelven a un país muy frágil en las relaciones internacionales.
Si los campesinos ya no pueden vender sus productos porque no son competitivos con los productos importados, esto significa un abandono del campo y significa más pobreza, más emigración rural-urbana, incluso delincuencia y violencia. La raíz económica de problemas sociales radica también en el abandono de la producción agrícola nacional.
El de por sí difícil panorama que se vive en el campo, se complica aún más por retos a los que se enfrenta el campesino mexicano; el cambio climático, la carencia de implementos agrícolas, plagas, pero sobre todo, la falta de apoyo gubernamental en insumos que le permitan mejorar la calidad de la producción o incrementar la posibilidad de obtenerla.
En el Estado de México y en Hidalgo, en las últimas semanas, los pequeños productores agrícolas se han encontrado ante la negativa, de diversas dependencias gubernamentales, de dotarles de semilla de maíz y fertilizante para el cultivo de hectáreas. En el último caso se trata de la región del Valle del Mezquital, una zona que no sólo se caracteriza por poseer un clima semidesértico, sino también por albergar a miles de familias en situación de pobreza.
Por la indolencia de los funcionarios estatales está en riesgo la producción agrícola del estado, y con ello, el poco ingreso que los campesinos pudieran obtener por sus cosechas. El panorama no es otra cosa más que el reflejo de lo que siempre hemos dicho; quienes ostentan el poder político de nuestro país no conocen la problemática que padece la población. De conocerla, ¿por qué se niegan a apoyar a los campesinos de estas entidades?, si conocen el ciclo agrícola, ¿por qué someten a tal incertidumbre a los productores? Cuando se trata de escuchar y atender las necesidades de los mexicanos, más de lo mismo.
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