El “mejor” producto del sistema capitalista es, sin duda, un pobre defendiendo el sistema capitalista que lo explota, igual que al resto de la sociedad, aunque no lo perciba, sin contar, claro está, a los dueños del capital y del poder que son los beneficiarios de tal cosa. Un sistema económico muy bueno para producir riqueza, pero pésimo para repartirla. Es decir un pobre que está contento con el sistema que existe y se desarrolla sólo gracias a la extracción de plusvalía, o sea a la explotación de la mano de obra o fuerza de trabajo de la población que produce todos los bienes y servicios, sustento de la sociedad, pero de los cuales tales productores no pueden echar mano ni tantito, porque se concentran en manos de los apropiadores de los medios de producción: máquinas, fábricas y materias primas, que aparecen ante los ojos de todo el mundo como “dueños” también de lo que el trabajador produce con sus manos pero con herramientas que son “propiedad” de los patrones o inversionistas; por eso las mercancías salidas como producto se queda con aquellos y no con quienes los elaboraron e incorporaron en ellas su trabajo mediante el desgaste de su fuerza física y mental, músculos, nervios, etc., que fluyó y se gastó durante todo el proceso de trabajo y que fue quedando coagulada dentro del producto como tal trabajo; y que al venderse éste como mercancía o intercambiarse por dinero, representante general del valor, lo hacen a un precio mayor al de la suma gastada en el proceso de producción no porque sean muy listos los patrones, sino porque en realidad, en el objeto nuevo o mercancía, ya va incorporado nuevo valor, trabajo socialmente necesario en la producción, lo cual es una “media”, una realidad abstracta no percibida a través de los sentidos sino a través del análisis profundo del fenómeno, pero realidad al fin de cuentas, objetiva; y dado que el precio no es sino el valor en términos de dinero, por eso al ser vendida la mercancía ésta sólo expresa en aquel su valor total, real, tanto el transferido por los medios de producción, como el nuevo incorporado por el trabajo vivo del trabajador, del cual ya consta al momento de intercambiarse.
Conocer este hecho cierto pero muy oculto en las múltiples formas o expresiones del fenómeno hacen penoso el proceso de apropiación en la conciencia el reflejo fiel de la realidad, se complica muchísimo más por la serie de teorías inventadas intencionalmente para servir a los intereses de los beneficiarios y despistar con el fin de abrumar a quienes se interesen por conocer la verdad de las cosas. Pero es necesario hacerlo, es, diría yo, ineludible para los trabajadores de la ciudad y del campo, para toda la sociedad que pretenda un cambio que le favorezca de manera profunda y definitiva, porque este es el hecho fundamental, esto es lo que explica en última instancia todo lo que ocurre en todos los campos de la vida social y por eso es indispensable tomarlo en cuenta a la hora de tratar de comprender todos los fenómenos sociales actuales.
Por eso una lucha social, en el terreno que sea, con la finalidad de cambiar de raíz la situación de miseria y desigualdad, tiene que pasar por un análisis serio de lo que se pretende con respecto a este punto, porque de no ser tomado en cuenta, lo más que podrá realizarse, por muy auténtico y radical que parezca la propuesta, será un cambio de forma de la misma situación social, que supuestamente se pretende cambiar. Es decir, cambiará de forma el fenómeno, pero en esencia seguirá siendo el mismo, y por lo mismo los intereses que saldrán beneficiados serán los de siempre.
Acaba de publicarse que en la actualidad el 0.0001% de la población concentra más riqueza que la mitad de los seres humanos. Una auténtica sinrazón. Po eso, desde mi punto de vista, la lucha de los pobres auténtica por su liberación social definitiva, requiere del conocimiento de la realidad objetiva, lo cual tiene sus complicaciones, pero nada del otro mundo.
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