MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La FAO y el FMI ante el hambre y la desigualdad

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En el mundo existen más de 815 millones de personas con hambre, gente que se va a dormir cada día sin haber ingerido las calorías mínimas para su actividad diaria (El País, 17 de septiembre 2017). De acuerdo con el informe presentado por la FAO (organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura) y otras cuatro agencias de la ONU en Roma, "por primera vez desde 2003, el hambre repunta". También el mismo informe señala que "Esta subida respecto a los casi 777 millones de subalimentados que se imputan a 2015 no ha sido una sorpresa absoluta: había señales de sobra para preverla". Hace un año, indica el mismo documento, el 10.6% de la humanidad pasaba hambre, en el presente es el 11%. El director general adjunto de la FAO, Kostas Stamulis, dice que: "acabar con el hambre es una cuestión de voluntad política. Porque se producen alimentos más que de sobra para que los casi 7,500 millones de habitantes del planeta coman lo que necesitan para una vida plena. El problema es casi siempre de distribución: hay regiones a las que no llega comida suficiente, hay personas (o comunidades enteras) a quienes no les llega para comprarla [...] Por eso esperamos que al menos sirvan para hacer saltar la alarma y que los países escuchen".

Esto señala la FAO, y el Informe Semestral Monitor Fiscal, del FMI (Fondo Monetario Internacional), también llamó mi atención; el título de la nota sintetiza su posición: "El FMI recomienda subidas de impuestos a los ricos y un salario básico universal para atajar la brecha social". En dicho informe, la desigualdad y la brecha social es el tema más importante, con la intención, indica, de "buscar políticas que permitan promover un crecimiento inclusivo" (BBC, 11 de octubre de 2017). El FMI reconoce que en un sistema económico de mercado, como el actual, es inevitable cierto grado de desigualdad. Pero cuando ésta es excesiva puede erosionar la cohesión social, conducir a la polarización política y reducir el crecimiento económico.

Es decir, en un sistema económico donde se está dejando el desarrollo y progreso de toda la sociedad al mercado; donde se pretende que los gobiernos saquen las manos de su responsabilidad para cubrir las necesidades de la población y que todo progreso individual o social sea costeado por el propio individuo, sujeto a las leyes y vaivenes del mercado, se está provocando, como lo señalan los organismos referidos, hambre, y se está ya erosionando la cohesión social, situación, esta última, completamente explicable, al existir una mayoría de la población, como el caso de México, que no puede tener acceso a los satisfactores materiales e incluso espirituales para tener una vida plena.

El FMI no se queda solamente en el planteamiento del problema, sino que hace propuestas concretas: 1) subir impuestos a los ricos, pues marca que "La política fiscal es un instrumento poderoso para alcanzar los objetivos de redistribución. Representa una gran proporción de las diferencias de desigualdad social entre países". Además, revela que las tasas aplicadas a quienes ganan mucho, o el "máximo", tendrían que ser significativamente más altas que las actuales, que han venido retrocediendo; 2) aplicar un salario básico universal, pues "tiene el potencial de tener un impacto significativo en la desigualdad y la pobreza" 3) mayor gasto público en educación y salud. Postula asimismo que la inversión en educación y salud puede contribuir a reducir la desigualdad del ingreso a mediano plazo, moderar la persistencia de la pobreza entre generaciones, realzar la movilidad social y, en última instancia, promover un crecimiento inclusivo sostenido. Ciertamente que en el caso del "salario universal", como lo señala el propio FMI, tiene que considerarse la situación de cada país en concreto, pero la tendencia debe ser aumentar los salarios considerablemente.

Estos análisis y planteamientos, tanto de la FAO como del FMI, coinciden, en buena medida con el diagnóstico y las propuestas planteados reiteradamente por Antorcha, y, obviamente, a estos organismos internacionales no se les puede acusar de "rijosos", "desestabilizadores" o de "populistas" o "izquierdistas". Pero ambos reconocen que existe un grave problema, la pobreza, ante el cual deben tomarse medidas. Y, también, en buena parte son coincidentes algunos de sus cuestionamientos y planteamientos, así como algunas de las medidas que Antorcha ha venido proponiendo para acabar con la pobreza y la desigualdad. Hemos dicho que deben pagar impuestos los que más ganan, o sea, los ricos, como lo señala el FMI; que se generen más empleos y bien remunerados; asimismo que el presupuesto público se destine a servicios e infraestructura social y no, como sucede hasta hoy en México, a la iniciativa privada.

De acuerdo con estudios realizados por grandes economistas, la causa fundamental de tanta hambre y pobreza en el mundo es la concentración de la riqueza, la injusta distribución de la renta nacional; y es cierto lo que dice la FAO, alimentos suficientes hay para dar de comer satisfactoriamente a toda la humanidad, pero lo que no dice, es que esos alimentos son propiedad de grandes magnates que prefieren arrojar al mar lo que no pueden vender que bajar sus precios o distribuirlos en la población. Así que la solución de fondo, y esto es lo que no dicen ni la FAO ni el FMI, es, como propone Antorcha, el cambio de modelo económico, pero dicho cambio será posible sólo con un pueblo organizado y consciente; en sus manos está la posibilidad real de cambio y nadie más lo hará por él; ningún mesías o iluminado puede hacerlo, sólo el pueblo unido.

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