MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La educación en México, un sistema en crisis

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El abandono escolar, la pobreza y la falta de infraestructura colocan a miles de jóvenes fuera del sistema educativo, mientras modelos integrales como el del Movimiento Antorchista ofrecen una alternativa que urge ampliar.

La educación en México atraviesa una de sus peores crisis en las últimas décadas. Con casi un millón de estudiantes abandonando las aulas en el ciclo escolar 2024-2025, según datos de Educación con Rumbo, el sistema educativo refleja el abandono institucional, la falta de inversión y las desigualdades estructurales que afectan especialmente a los jóvenes de comunidades rurales e indígenas.

Cuando se prioriza una educación que va más allá de la memorización, fomentando el pensamiento analítico, la conciencia social y la adaptación a las necesidades comunitarias, los resultados trascienden las estadísticas de rezago.

Mientras el gobierno federal destina solo el 3.2 % del PIB a educación —es decir, por debajo del 4–6 % recomendado internacionalmente—, en algunos estados como Durango enfrentan desafíos adicionales, como la deserción escolar en zonas marginadas y la precariedad de infraestructura básica.

La deserción escolar en México alcanzó niveles históricos, con una tasa del 30.9 % en educación media superior. Estados como Baja California, Colima y San Luis Potosí lideran estas estadísticas, pero Durango no escapa a esta realidad.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2024 Durango registró una tasa de abandono escolar del 28.5 % en bachillerato, superando la media nacional en zonas rurales como Mezquital y Pueblo Nuevo, donde el acceso a internet es casi nulo y el 40 % de las escuelas carece de electricidad.

Además, sólo 35 de cada 100 jóvenes duranguenses logran ingresar a la educación superior, una cifra que refleja las barreras económicas y la falta de oportunidades educativas.

El principal motivo de la deserción sigue siendo la necesidad de trabajar. En Durango, el 32 % de los jóvenes entre 15 y 24 años que abandonan la escuela se emplean en el sector informal, según la Secretaría del Trabajo estatal.

La pobreza, que afecta al 45 % de los hogares duranguenses (Coneval, 2023), obliga a los adolescentes a priorizar el sustento familiar sobre los estudios. Paralelamente, surge un fenómeno preocupante: la seducción de las redes sociales. 

Plataformas como TikTok y YouTube promueven la idea de que el éxito es posible sin educación formal, lo que lleva a muchos jóvenes a desertar para perseguir carreras como influencers, a menudo sin sustento real.

El gobierno federal ha fallado en atajar las raíces del problema. Los programas como las Becas Benito Juárez, aunque alivian temporalmente la economía familiar, no garantizan la permanencia escolar ni mejoran la calidad educativa.

En Durango, el 68 % de los estudiantes de secundaria no alcanzan el nivel básico en matemáticas (Planea, 2024), una brecha que profundizará la desigualdad si no se actúa hoy.

El presupuesto para la entidad destinado a la infraestructura escolar se redujo un 15 % en 2025, dejando a 60 escuelas sin reparaciones básicas. Además, la educación indígena, clave en un estado con 12 % de población originaria, sigue en el olvido: sólo el 5 % de las escuelas bilingües cuenta con materiales adaptados a su contexto cultural.

Frente a este panorama, iniciativas como las Casas del Estudiante demuestran que hay soluciones viables. Este modelo, que se ha replicado en casi todas las capitales del país, ofrece alojamiento, alimentación y acceso a internet a estudiantes de bajos recursos, combinando formación académica con talleres culturales y deportivos, es decir, impulsando una educación integral.

Otra alternativa en donde se ha implementado la educación integral son las escuelas antorchistas, instituciones educativas desde el nivel básico hasta el nivel superior, con presencia a nivel nacional, fundadas e impulsadas por el Movimiento Antorchista. En ellas no solo reciben formación académica, sino también formación en talleres culturales y deportivos, es decir, una verdadera educación integral.

La crisis educativa en México es innegable, pero también lo son las alternativas que demuestran que otro camino es posible. En Durango, durante el ciclo escolar 2024-2025, poco más de 300 estudiantes lograron graduarse desde nivel básico hasta superior bajo un modelo de educación integral que combina formación humanista, crítica, científica y popular.

Estos jóvenes son la prueba de que, cuando se prioriza una educación que va más allá de la memorización, fomentando el pensamiento analítico, la conciencia social y la adaptación a las necesidades comunitarias, los resultados trascienden las estadísticas de abandono y rezago.

Este modelo, aunque aún incipiente en escala, debería ser un faro para las políticas públicas en nuestro país. No basta con reducir la deserción; es necesario replantear qué y para qué se educa.

Estos 300 graduados son una semilla. Este éxito revela que, incluso en un sistema fracturado, la educación integral puede romper el círculo de la pobreza y la desesperanza.

El reto ahora es escalar este modelo y exigir que los gobiernos, tanto federal como estatal, dejen de ver la educación como un gasto y la asuman como la única herramienta para construir un México justo y soberano. Donde hay educación con sentido, hay futuro.

Si el Movimiento Antorchista ha logrado implementar un modelo innovador en medio de la crisis, imagínense lo que podría alcanzar con el respaldo decidido de las autoridades.

La educación en México no puede esperar: se necesita una sociedad que exija a sus gobernantes priorizar la educación sobre los intereses políticos. Invertir en ellos no es un gasto; es la única semilla para un futuro donde México deje de sobrevivir para empezar a crecer.

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