No nos engañemos: el fenómeno de la migración humana es un fenómeno económico y, por tanto, su solución debe darse también en el terreno de lo económico, no hay más. Lo señalo de entrada porque una de las características del quehacer científico, a mi entender, es la generalización o el descubrimiento de leyes que rigen los fenómenos de la realidad, tratando de encontrar la unidad dentro de la multiplicidad, para entender el porqué de las cosas.
El sueño americano está agotado, no tiene nada que ofrecerle al mundo salvo agresiones y amenazas, y por eso agreden y deportan migrantes: porque su economía no aguanta más.
Así pues, a pesar de las distintas formas que el problema de la migración revista, la diferente índole de su externalización concreta que presente, el fondo del problema es el mismo. Que si el territorio es originalmente nuestro y los mexicanos están realmente en su tierra, que si son mayoría de la población habitante, que si las familias son ya estadounidenses y tienen derechos, que si han hecho con su trabajo a la economía gringa, que si el gobierno gringo es y ha sido racista, que si la violación a las libertades y a los derechos humanos, etcétera, etcétera. Sí, todo eso es cierto. ¿Y?
El problema del maltrato a nuestros migrantes, los aranceles a nuestras mercancías como el acero y el aluminio, los impuestos a las remesas, etcétera, nos pega directamente a los mexicanos, y es buena oportunidad para reflexionar sobre las causas y algunas consecuencias. Los gringos permiten y hasta alientan la migración mientras necesitan mano de obra o carne de cañón, pero ahora están en recesión económica y quieren empleos para sus connacionales, aun a costa de atentar contra la libre empresa obligándola a repatriarse mediante sanciones; y es que, en sus condiciones, ya es demasiado grande y estorboso el ejército industrial de reserva y les sobra mano de obra, a la que ven como sobrepoblación. Por eso la echan a patadas, literalmente.
Ya no les importa que caiga su mentirosa propaganda manipuladora con la que enajenaron la mente de generaciones enteras a nivel mundial de fervientes defensores de la democracia, las “sagradas” libertades y los derechos humanos, en nombre de los cuales, incluso, avasallaron y masacraron muchísimas naciones inocentes. Hoy el sueño americano está agotado, no tiene nada que ofrecerle al mundo, salvo agresiones y amenazas; pero ni promoviendo guerras por todos lados ni amenazando al planeta con la hecatombe nuclear se ve que puedan ganar la lucha económica. Por eso agreden y deportan migrantes: porque su economía no aguanta más. Esa es la verdad.
¿Y aquí? Tampoco. Eso es lo más grave. Se trata del mismo sistema explotador capitalista, pero en su versión atrasada y subdesarrollada, que somete a las masas trabajadoras del país a esa doble penitencia. Sin suficiente empleo para todos, con bajísimos salarios, con un cobro de impuestos parejo a todo mundo tenga o no tenga con qué, centrado en la ampliación de la masa gravable en vez de un cobro progresivo y justo, y un gasto público que margina a los marginados de siempre. Y ahora, para acabarla de amolar —dicho sea de paso con todo respeto—, con un gobierno populista que, so pretexto de combatir la corrupción, se ha dedicado a hacer recortes al gasto público por todos lados: sin inversión en la obra pública, sin servicios suficientes y al alcance de la población humilde, con una sociedad enferma por la mala atención a la salud pública, con una economía maltrecha por invertir no en la producción, sino en el consumo mediante apoyos directos para mantener cautiva políticamente a una parte de la población, etcétera, etcétera. Nuestra economía, que ya estaba muy mal, ahora está peor.
Por eso, creo yo que, para que el pueblo pueda librarse un tanto de la opresión, en un primer momento, debe dirigir sus dardos organizadamente contra el Estado imperialista que no sólo ha saqueado los recursos y la mano de obra, empobreciendo a los países de América Latina y del mundo, sino que además, ahora se ceba sobre nuestros migrantes tratándolos como si fueran criminales.
Pero, sobre todo, exigiendo también al Estado mexicano medidas económicas efectivas y concretas que permitan garantizar y satisfacer los derechos de sus ciudadanos a una vida digna en su propio país; así como crear una nación próspera, fuerte y verdaderamente soberana, dejando de depender en todo y por todo del capitalismo mundial porque no somos capaces de producir algo, por pequeño que sea, de manera autosuficiente; es decir, forjando una economía capaz de hacerse escuchar en el concierto de las naciones de igual a igual, para poder exigir respeto al derecho de sus ciudadanos donde quiera que se encuentren, de manera efectiva.
No sirven de nada declaraciones apantalladoras y grandilocuentes cuando no se tiene la fuerza y el peso específico suficiente para que se les haga caso, ni prometer asesoría legal a los connacionales cuando de antemano se sabe que la ley no es, dicho en buen español, sino la voluntad de los poderosos hecha obligación para todos, y, por tanto, querer oponérsele a los poderosos esgrimiendo su ley y pidiendo justicia, es pedirle a Pilatos que corrija lo hecho por Poncio.
Se necesita otra economía nacional, la cual sólo será posible cuando las masas trabajadoras asimilen que son ellas, por lo numerosas y por ser las productoras de la riqueza social con su trabajo, las que, arribando al poder político por la vía democrática, de manera consciente, enrumben al país en la construcción de una sociedad desarrollada y vigorosa, pero al mismo tiempo justa y equitativa con todos sus hijos.
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