En las últimas semanas, la capital sonorense se ha visto envuelta en una serie de eventos desafortunados, hechos que lastiman y dañan a la sociedad. Uno de ellos se ha convertido en noticia nacional —si no es que también mundial—: el lamentable hecho ocurrido el pasado 5 de julio del presente año, cuando encontraron los cuerpos de tres niñas en la carretera 36, en la Costa de Hermosillo.
En la llamada 4T no hay nada nuevo: la violencia, la corrupción y los políticos descarados son las características del segundo piso de la 4T; lo mismo que el PAN y el PRI cuando estaban en el poder. ¿Dónde está lo diferente?
Un día antes también había sido hallada su madre, en las mismas condiciones. Funcionarios de diferentes niveles salieron a decir en redes sociales lo que mejor saben hacer: condenar el hecho y prometer que se investigará para que se haga justicia. Como dice el dicho: después de ahogado el niño, tapan el pozo. Es decir, después del suceso se anuncian medidas preventivas sobre un hecho ya consumado.
Desde lo ocurrido en 2009 con la Guardería ABC, no se había vivido algo tan terrible. Con estos actos, pareciera que estamos retrocediendo como especie humana, como cuando el cerebro del homo sapiens aún no estaba desarrollado y su capacidad para pensar era muy limitada.
La cooperación y la relación entre ellos eran inciertas. ¿Pero dónde podemos encontrar la respuesta a este tipo de comportamientos, donde se asesina a tres niñas inocentes y a su madre? ¿Qué fue lo que incitó al asesino a quitarles la vida a estas personas indefensas? No hay otra respuesta más que el sistema en el que vivimos.
Vivimos en un sistema donde se promueve la violencia a diestra y siniestra. La vemos en los llamados corridos tumbados, en las redes sociales, en el cine, en la televisión, etcétera. Todas estas ideas, que las diferentes industrias se han encargado de difundir hasta llegar al rincón más alejado, van formando el comportamiento de las personas.
El resultado es que tenemos jóvenes deseando vivir como los narcos, llevar una vida de lujos y riquezas a cambio de hacer lo que sea, incluso asesinar.
Tenemos un México que se está yendo al despeñadero, frase muy sonada por el expresidente de México cuando criticaba a los prianistas. Hoy, más que nunca, esta frase cobra fuerza.
La presidenta Claudia Sheinbaum anunció en su mañanera que los homicidios dolosos —delito que consiste en causar la muerte de otra persona de forma intencional, es decir, con la voluntad y conciencia de provocar dicho acto— bajaron en un 25 %.
Los datos que se dan en la mañanera, desde que estaba López Obrador, siempre han carecido de credibilidad, ya que cuando se les cuestiona casi siempre responden que ellos tienen otros datos o que no estaban enterados del asunto. Como se dice coloquialmente, se salen por la tangente.
Otro hecho que causó mucho revuelo y al que varios medios de Hermosillo le dieron cobertura fue el destape de la diputada federal del PT Diana Karina Barreras, para contender por la alcaldía de Hermosillo, y del secretario de Gobierno, Adolfo Salazar Razo, para buscar la gubernatura en 2027.
Me parece un hecho muy desagradable que, faltando dos años para los comicios electorales, ya estén pensando en montarse en otro hueso político. El caso más grave es el de la diputada federal Diana Karina, que apenas lleva un año en el puesto y ya está pensando en brincar a otro.
¿Realmente los resultados que dan estos políticos son tan buenos como para merecer otro cargo? Yo no lo creo. Más bien lo que ha pasado es que han agarrado la política como una forma de vivir del erario público y no como una forma de servirle al pueblo.
Ahí vemos generaciones y generaciones de familias que se van pasando la estafeta política. Por ejemplo, ahí están los Beltrones: la hija acaba de salir de ser senadora por Sonora y ahora el papá, Manlio Fabio Beltrones, tomó la estafeta y es senador. ¿Acaso seguirá la esposa de Beltrones, el sobrino o el compadre? No lo sé, pero lo que sí se puede ver es esa actitud de varios políticos brincando de puesto en puesto. Y lo peor: la gente votando por ellos con el argumento de que ahora sí van a hacer las cosas bien.
Nuestra sociedad necesita elevar su nivel de conciencia. La clase humilde necesita darse cuenta de que con esta clase en el poder no vamos a salir del pantano en el que estamos.
En la llamada 4T no hay nada nuevo: la violencia, la corrupción y los políticos descarados son las características del segundo piso de la 4T. Eso mismo hacía el PAN y el PRI cuando estaban en el poder. ¿Entonces dónde está lo diferente?
No hay nada diferente. Y si acaso hay algo distinto, sería el cinismo con el que se atreven a salir a decir que en México todo va bien, que tenemos un sistema de salud como en Dinamarca, que ya no hay corrupción y que la gente vive feliz.
Al pueblo mexicano ya no le queda otra opción que organizarse en un nuevo partido, en el que sus líderes realmente sean del pueblo, estén educados, politizados y concientizados. Los demás partidos son cartucho quemado.
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