MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Hagamos del movimiento cultural antorchista el nuevo siglo

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El arte está en el altar más alto de la humanidad porque en cada obra artística está reflejada la humanidad misma, lo que el hombre siente, sueña, quiere; las obras de arte son un espejo de los sentimientos del hombre y, además, del devenir de la historia del hombre

Aquiles Córdova Morán

Como ya es sabido, se celebró el 28, 29 y 30 de noviembre el Encuentro Nacional de Teatro en su XXIV edición que una vez más el Movimiento Antorchista ha logrado hacer realidad en estos aciagos días. 

Con poco que se reflexione sobre el contexto en que se desarrolla este encuentro nacional se pueden descubrir las grandes adversidades que enfrentan los organizadores para llevar a la práctica algo que desde la fundación del antorchismo se propuso como meta: educar y organizar a las masas populares.

No sólo es necesario, es urgente que utilicemos el arte para comprender y con ello transformar el mundo en que vivimos.

Es, sin exagerar, una obra de titanes poder alcanzar la hazaña de congregar año con año a artistas de todo el país con recursos propios, sin depender de las instituciones oficiales que cuentan con presupuesto para sus actividades.

Sólo observando la tenacidad, la rigurosidad y la disciplina con que se realizan periódicamente estos eventos, actuando más por convicción y fuerza de voluntad que con recursos materiales, se puede comprender medianamente el carácter del movimiento social que los impulsa y los realiza. Es, sin dudarlo, un movimiento que no tiene par ni dentro ni fuera del país. Habla de la férrea disposición que mueve a los fundadores del antorchismo.

Y esto es más significativo cuando se realiza en un ambiente social donde los acontecimientos nacionales y de otras latitudes son abundantes en imágenes de sufrimiento, de violencia, de terror real, donde la gente desaparece, pierde la vida o resulta herida, o en el “menos grave” de los casos resulta traumada por la tragedia que experimenta cada día; un cuadro, en fin, que refleja un mundo que se convulsiona, que sufre de dolor y que nos dice que algo está cambiando en su interior, pero ese cambio no se dará por sí mismo, más bien es un cambio que hay que promover, fomentarlo, inducirlo e impulsarlo con todos los medios a nuestro alcance.

Y si, de acuerdo con nuestro líder y fundador del Movimiento Antorchista Nacional, “El arte es indispensable para conocer a la sociedad en la que vivimos (…), se relaciona estrechamente con la política, se ayudan, se sostienen y se influyen, porque el arte hace el milagro de ayudarnos a ver lo que para nosotros es invisible”, entonces, no sólo es necesario, es urgente que utilicemos el arte para comprender y con ello transformar el mundo en que vivimos.

Es claro que nadie puede estar de acuerdo con que nuestro país se siga deteriorando, nadie puede aceptar que cada día que pasa sea peor que el anterior; que los pocos derechos alcanzados en las luchas sociales pasadas, como el derecho a la vivienda, a un empleo y salarios dignos y decorosos, a la libertad de asociación, de manifestación y de expresión libre de nuestras ideas, así como la Ley de Amparo y otras leyes, sean conculcados y arrumbados como instrumentos inservibles; y si bien estamos conscientes de que el pasado nunca fue una sociedad ideal, también reconocemos que había avances importantes que no sólo era necesario conservar, sino mejorar y perfeccionar.

Pero nada es casual. Si las leyes se endurecen, si los gobiernos se vuelven más represivos, si son menos tolerantes a las exigencias de un pueblo carente de lo más indispensable para vivir como seres humanos, si el imperio ya no se conforma con tener sometidos a los gobiernos, sino que pretende ahora tener el control total y absoluto de todo lo que se mueve y respira en los países sometidos, eso quiere decir sólo una cosa: que este sistema en que vivimos se acerca a su fin, se acerca a su desaparición total sobre la faz de la tierra y, consciente de ello, pretende prolongar su existencia apretando la soga alrededor del cuello de todos nosotros; consciente de que se le han acabado sus mentiras y falsas promesas, se dispone a apretar las cadenas y los grilletes para que nadie se atreva a pedir libertad, nadie se atreva a pedir justicia, nadie se atreva a pedir que se respeten sus derechos.

Ante esta situación, la actividad de concientización, la actividad educativa del teatro, del vigésimo cuarto Encuentro Nacional de Teatro organizado por el Movimiento Antorchista es hoy más indispensable que nunca, pues, al igual que el gran florecimiento de la tragedia griega en el siglo V antes de Cristo, también conocido como el Siglo de Pericles, representado por Esquilo, Sófocles y Eurípides, cuyo auge se debió principalmente a que es el siglo en que surge la democracia ateniense que vino a suplantar a las dictaduras, hoy, estos eventos culturales enfocados en el teatro deben servir para impulsar en nuestro país el nuevo siglo de Pericles, que concientice a las clases trabajadoras y lance al pueblo organizado a la toma del poder político a través de sus verdaderos representantes, y defienda desde ahí sus verdaderos intereses de clase, defienda nuestra soberanía y nuestro derecho como mexicanos de acceder a la ciencia, a la tecnología moderna y al desarrollo en general.

Hace falta también, como podemos ver, este gran movimiento social que destruya las dictaduras modernas de los representantes del imperialismo disfrazados de demócratas y libertarios, pero que someten a los países y se roban los recursos naturales. 

Es necesario, pues, que nos decidamos de una vez y para siempre a no detenernos, a no ceder jamás, hasta hacer realidad este cambio revolucionario que nuestra sociedad está necesitando.

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