Este 1 de septiembre, más de un millón ochocientos mil estudiantes chiapanecos iniciaron el ciclo escolar 2025-2026, atendidos por 90 mil docentes distribuidos en 22 mil escuelas, según una nota reciente del Diario de Chiapas; sin embargo, este regreso a clases no ha sido igualmente feliz para todos, debido a que, de acuerdo con los datos de la pobreza multidimensional analizados por la Red por los Derechos de las Infancias en México (Redim), más de 300 mil niños y adolescentes se quedarán fuera de las aulas por cuestiones económicas.
Y esto es así porque, siguiendo la información dada a conocer por el periódico Cuarto Poder del 1 de septiembre, el 17.4 % de la población infantil y adolescente en el estado de Chiapas presentó en 2024 un grave rezago educativo, cifra que casi duplica el 10.6 % del promedio nacional, con lo cual la entidad se coloca en el peor lugar en todo el país.
Las cosas se van complicando más porque, mientras que a nivel nacional el rezago educativo tuvo una ligera disminución de 0.1 % en un lapso de ocho años, en Chiapas el problema se agudizó, pasando de ser el 14.2 % de niños y adolescentes que no asistían a la escuela en 2016 a 17.4 % en 2024.
Además, si comparamos el dato de Chiapas con el 6.3 % que presentan estados como Sinaloa, nos damos cuenta de que hay una gran diferencia de más de once puntos, que refleja lo mal que estamos en cuanto al acceso a la educación de nuestros niños.
El problema de nuestra entidad es que, cada día que pasa, las cosas se van complicando más porque, mientras que a nivel nacional el rezago educativo tuvo una ligera disminución de 0.1 puntos porcentuales en un lapso de ocho años, en Chiapas el problema se agudizó, pasando de ser el 14.2 % de niños y adolescentes que no asistían a la escuela en 2016, a 17.4 % en 2024; es decir que, en números absolutos, en 2016 eran 240 mil 816 niños y adolescentes los que padecían esta condición, pero para 2024 ya eran 311 mil 983 los infantes que no tenían acceso a la educación obligatoria; 71 mil 167 niños más que ocho años atrás.
La fase más crítica de este fenómeno se dio entre 2022 y 2024, periodo en que se reportó el mayor incremento, porque tan solo en estos dos años, 25 mil estudiantes más cayeron en este concepto de crisis educativa. Y, como siempre sucede en estos casos, de acuerdo con la Redim, las comunidades indígenas y marginadas son las que concentran esta carencia.
Ante esta situación, ¿qué hacen las autoridades para remediar el problema? Resulta que, mientras otros países como Luxemburgo gastan alrededor de 25 mil 584 dólares al año por alumno, lo que equivale a más de 507 mil 322 pesos (con base en la tasa de cambio de octubre de 2024), México invierte solamente 3 mil 513 dólares anuales por estudiante, que es algo así como 69 mil 661 pesos.
Si tomamos en cuenta el gasto promedio de otros países miembros de la OCDE, que es más o menos 281 mil 760 pesos, también ahí nos damos cuenta de que el gobierno mexicano invierte menos que la cuarta parte de esa cantidad.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que es un organismo internacional que promueve políticas que mejoren el bienestar económico y social a nivel mundial, al cual pertenecemos, muestra que los 38 países que lo integran destinan 4.9 % de su Producto Interno Bruto (PIB) para educación básica, pero México, en vez de incrementar el gasto, lo ha estado disminuyendo, pasando de 5.1 % en 2015 a 4.2 % en 2021; pero, si esta desgracia no fuera suficiente, el estudio titulado “Evolución de los recursos federales destinados al Sector de Educación, 2008-2024”, elaborado por la investigadora Gabriela Morales Cisneros, señala que el 97.8 % del presupuesto educativo aprobado para 2024 tiene como finalidad cubrir el gasto corriente, mientras que los recursos asignados a gasto de inversión representan apenas 2.2 % del total.
En resumen: tenemos un estado con más de 300 mil niños y adolescentes de las comunidades indígenas y marginadas que no tienen posibilidades de estudiar (cifra que viene aumentando a casi 10 mil niños más por cada año que pasa). A pesar de eso, nuestras autoridades gastan mucho menos de la cuarta parte que otros países del mundo, inversión que también va disminuyendo al pasar de 4.9 % a 4.2 %.
Lo que es peor: pese a tratarse de un recurso limitado, en vez de utilizarse para mejorar las condiciones de las instalaciones escolares y la infraestructura en general, se utiliza casi en su totalidad únicamente para pagar salarios y para mantener todo el aparato burocrático que hace funcionar la educación en nuestro país, ¿a dónde vamos a parar con todo esto?
Creo que el triste paisaje que nos muestran estos datos debe servir para concientizar a quienes llevan las riendas de esta nación donde vivimos todos y donde se están formando los futuros ciudadanos que moverán el país de mañana; pero, sobre todo, debe servir para abrirles los ojos a los padres de familia y al pueblo en general: ¿estamos construyendo el México que queremos? ¿es esta la educación que queremos para nuestros hijos? ¿qué estamos haciendo para cambiar esta situación que nos agobia cada día más y que solo sirve —como dijo Salvador Díaz Mirón— para criar “querubes para el presidio y serafines para el burdel”?
Por todo esto, aprovecho el espacio para hacer un llamado a las autoridades a destinar mayores recursos para las niñas, niños y adolescentes que necesitan de la preparación académica para abrirse paso en la vida, que son los provenientes de los pueblos más olvidados y marginados; pero el llamado es principalmente a quienes tenemos hijos en edad de estudiar y a los mexicanos en general: el llamado es a abandonar nuestra pasividad, a levantar la voz en contra de las políticas que van directamente en contra de los intereses del pueblo trabajador; porque de seguir así las cosas, y parafraseando al mencionado poeta, “…pienso que un día —pronto tal vez— no habrá miserias que se arrodillen, ¡no habrá dolores que tengan fe!”
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