Después del 1 de diciembre de 2018, mucho se ha hablado y escrito sobre las organizaciones sociales y su clasificación como "intermediarias", centrándose más en el asunto político que en el social y económico, dejando de lado los apoyos que son necesarios para millones de mexicanos, politizando, pues, el asunto, y que no ayuda en nada a esas personas que los requieren, ya sea para subsistir, o como un impulso para producir.
Es en el segundo punto, en la producción, donde se centra la presente disertación. El Movimiento Antorchista, desde sus inicios, creó un megaproyecto social que cubre todos los aspectos de la vida social y económica, contemplando al campo mexicano, pues en las fértiles tierras de nuestro país se produce lo que consumimos todos a diario, y hay un pequeño excedente que se destina a la exportación, lo cual atrae recursos económicos.
A manera de ejemplo, en el Estado de México, de acuerdo con cifras de diversas fuentes como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), y del gobierno estatal, en la entidad se destinan 706 mil 76 hectáreas para la siembra de diversos productos, como el maíz, el frijol y la avena forrajera, entre otros más, que en conjunto suman un total de cuatro millones 421 mil 263 toneladas de producción agrícola por año. A pesar de estas cifras, en 2010 la producción agrícola del Edomex representaba solo un 1.5% del Producto Interno Bruto del estado, para 2015, el porcentaje cayó al 1.1%, lo cual es un indicador del problema por el que pasa el campo local.
Con este panorama es evidente que los gobiernos, históricamente hablando, han ignorado a este sector y, con la llegada de la nueva administración y su decisión de retirar "intermediarios", la situación no cambiará, por el contrario, la entrega de apoyo podría ser más lenta y no llegar al momento en que sea necesario, por los tiempos agrícolas. Más que intermediarios, las organizaciones sociales sirven como apoyo para que los programas lleguen en tiempo y forma.
Una muestra de lo anterior ocurrió hace algunos días, cuando el gobierno del Estado de México entregó fertilizante subsidiado en beneficio de los productores de la entidad. Para efectos prácticos, retomaremos el caso de dos municipios que se ubican en la zona noroeste: Nicolás Romero y Villa del Carbón, quienes recibieron 200 toneladas de fertilizante para 500 campesinos y 905 toneladas para mil 617 productores agrícolas, respectivamente. Y Antorcha colaboró para que este insumo pudiera llegar a quienes lo requieren.
En cifras globales, en ambos municipios, según el INEGI, hay 6 mil 591 productores agrícolas y se destinan 13 mil 514 hectáreas para la labranza de la tierra, obteniendo una producción por año de 96 mil 959 toneladas; un 2.19% de la producción total del Estado de México, contando solo con 19 unidades económicas que se dedican al sector primario.
¿Pero sólo a eso se limita Antorcha? ¿Sólo ayuda y vigila que los apoyos lleguen a la gente? Sería demasiado reduccionista pensar que sí, pues en el caso de los dos municipios mexiquenses que hemos mencionado, se han hecho esfuerzos para que se les dé asesoría técnica, con el objetivo de mejorar sus cultivos, aprovechar al máximo los espacios de siembra y así tener un mayor rendimiento a la hora de cosechar.
También ha colaborado con programas de cultivos alternativos, los cuales ayudan a la diversificación de productos en los mercados locales; tal es el caso de la producción de hongos setas y champiñones, que ayudan a los productores para que puedan obtener recursos extras. Finalmente, podemos citar que se ha ayudado a los jornaleros para que puedan acceder a las herramientas necesarias para desarrollar su actividad, como tractores, los cuales están a su alcance, pagando una mínima renta que se utiliza para el mantenimiento de estos.
Con todo lo expuesto cabría preguntarse: ¿debe limitarse la concepción de Antorcha como un mero intermediario?
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