Nos dicen que ahora el trabajo es más justo, que ya no hay esclavos, que uno trabaja porque quiere y que todo es parejo entre el patrón y el obrero. Pero a ver, seamos sinceros: ¿tú trabajas porque te gusta madrugar, aguantar jefes y matarte todo el día? No. Trabajas porque si no, no comes. Punto.
Antes, los hacendados y los ricos usaban el látigo para obligar a la gente. Ahora no hace falta: el nuevo látigo es el hambre. Ya no te jalan con cadenas, pero si no agarras cualquier chamba, no hay comida, ni renta, ni escuela, ni nada. Así que eso de que uno "elige" trabajar es puro cuento. Uno no elige: uno sobrevive.
Y los patrones, que no son tontos, ya saben cómo sacarte más sin que protestes. Ya no te gritan (a veces sí), pero sí te traen cortito con otras mañas: que el "empleado del mes", que los bonos por productividad, que la camiseta bien puesta... y uno se mata trabajando más, compitiendo con los compas, como si de eso dependiera la vida. ¿Y al final? Un papelito, una palmadita, y el patrón bien feliz porque le hiciste ganar más por menos.
Te dicen que seas “leal a la empresa”, que ahí es como tu familia. Pero a la mera hora, si les conviene, te corren sin pensarlo. ¿Familia? No. Lo que quieren es que no te quejes, que trabajes más por lo mismo, o hasta por menos. Y muchos caen, se quedan años ahí, se enferman, se cansan… y nunca salen del mismo hoyo.
Y mientras eso pasa, checa esto: los ricos se hacen más ricos. No estamos hablando de gente que vive bien, sino de los que nadan en millones. Y del otro lado, hay más gente jodida, sin tierra, sin casa, sin salud. No es que el país esté “mejorando”: es que nos están exprimiendo más bonito, con sonrisa y todo.
Muchos jóvenes piensan que esto es normal, que así ha sido siempre, que algún día mejorará. Pero ¿cuántos años más hay que esperar? Si tú no tienes herencia, ni negocio, ni papás ricos, vas a tener que seguir vendiendo tu tiempo y tu cuerpo por una lana que apenas alcanza. Eso no es libertad. Es otra forma de esclavitud, más moderna, más disfrazada, pero esclavitud al fin.
Por eso, no hay que tragarse el cuento de que todo va bien nomás porque ya no te pegan o porque tienes un uniforme bonito. Hay que abrir los ojos. Esto no va a cambiar solito. Si uno no se organiza, si uno no lucha por algo diferente, todo va a seguir igual o peor.
Así que no te conformes. No te calles. No te dejes. Pregunta, duda, platica con otros. Porque si tú y tus compas se dan cuenta de cómo están las cosas, se puede empezar a cambiar. No se trata de llorar, sino de despertar.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario