Un recuento del número de movilizaciones, cuestionamientos, continente tras continente, ciudad por ciudad, universidad por universidad, parlamento por parlamento, nos da un altísimo número, y si lo hacemos, por el número de la gente movilizada, en cada evento, la cifra es casi inconmensurable. Y, esto a pesar del ocultamiento o no transmisión, por las cadenas o medios informativos, controlados por el “capitalismo”, sistema en el que vivimos una gran parte de la humanidad.
Lo cierto es que esta cantidad de gente en movimiento de protesta, de cuestionamiento de las bases de un sistema, que se dice ser defensor de la “democracia”, de la libertad y por tanto de la vida; en realidad ha creado toda una maquinaria sofisticada, de nueva generación -muestra del gran desarrollo de la Inteligencia Humana- pero, para el exterminio masivo de la especie, para su destrucción y aniquilamiento.
Esta misma “Inteligencia Humana”, nos puede mostrar, ahora en tiempo real, lo que está sucediendo en cualquier lugar del mundo, por lejano que se encuentre de nosotros. Lo que permite que la especie humana, el hombre, se enfrente a la impotencia que como ser individual enfrenta, pues no haya que hacer ante tanta ignominia, ante tanta injusticia, ante tanta muerte y desolación.
Y aunque suene duro, es decir, aunque se considere un argumento “malvado” o “perverso”, pero esto que está viviendo la humanidad, es otra muestra de “la necesidad”, de que los hechos sean de otra manera. Expliquémonos: “El genocidio” que vivimos frente a nosotros nos demuestra que el sistema actual que está construido solamente sobre “el individuo”, como tal, como una persona única, no funciona. No tiene posibilidades de desarrollar armónicamente, la existencia del hombre con la naturaleza.
Que la existencia de la especie humana es una existencia: gregaria, colectiva; es decir, el hombre es un “ser social” por naturaleza, algo que es consustancial a él mismo, pues no podríamos concebir ni imaginarnos al hombre o a la mujer, en una existencia única, solos él o ella. No, el hombre en su sentido general, hombre o mujer, tienen, es posible su existencia, únicamente como miembro de una comunidad. Como “ser social” que existe y que vive en comunidad.
Acabamos de vivir apenas hace unos cuantos años, una prueba, una experiencia “práctica”, permítasenos, usar el término -por duro que se escuche, con el problema de la pandemia- pudimos demostrar con cifras, con números duros, cómo ahí donde la especie humana se ha preocupado, ha luchado, por estar acorde con su condición de “ser gregario”, fue donde pudo protegerse la vida, ante un ataque externo al hombre, que, por lo mismo, emproblemaba su defensa: Veamos.
Al comparar como enfrentaban el problema del ataque del viris SARS-COV-2 dos naciones, encontramos que Estados Unidos de Norte América, aplicando la ley del rebaño, la ley del más fuerte, del más apto, dejaron morir a su población, teniendo los recursos necesarios, la forma para salvar vidas, por decisión del mismo Donald Trump, quien hoy enfrenta a la guardia nacional, al ejército, y a la policía antimigrante contra el pueblo trabajador de su país, decidió dejarlos en el abandono.
Y en China fue todo lo contrario. El problema lo enfrento un gobierno colectivo, que representa a todo el pueblo, un hombre como Xi Jimping que, junto con el colectivo más grande e impresionante del mundo, atendieron con presteza y prontitud a los millones de chinos de su población y ¡o sorpresa! a pesar de ser más de mil 400 millones de habitantes, el porcentaje de fallecidos fue mínimo.
Los resultados fueron: todos pudimos ver y atender, que el hombre como colectivo, como un conjunto, como una comunidad, no sólo fue más fuerte y pudo vencer el virus, estuvo ayudando y apoyando a otros pueblos para evitar la mortandad. He aquí el camino a seguir.
Esto, decía yo, fue la prueba, de cómo la especie humana ha logrado domeñar las fuerzas de la naturaleza, con su conocimiento, al avanzar en la construcción de un nuevo sistema acorde con el desarrollo e impulso de esas fuerzas: “el sistema de producción de la comunidad científica”, el cual puede no sólo, proteger y salvar la vida. Tiene ahora, inmensas posibilidades -podría decir infinitas- de llevarla a estadios superiores, evitando su aniquilamiento, muerte o destrucción.
Pues bien: el inconmensurable número de los involucrados en las protestas logró su objetivo, ¡parar la matanza!, ¡parar el genocidio! Algunos preguntan, por cuánto tiempo, pero lo cierto es que el número, convertido en movimiento de millones, se transformó en exigencia perentoria, de ¡parar el genocidio!
Dos grandes enseñanzas para el antorchismo y para el pueblo trabajador: como individuos solos, apartados, somos presa del atraso, la desolación e, incluso, la muerte. Como parte de un todo, de la organización, trabajando, luchando por un mundo mejor para todos, somos una fuerza inconmensurable, capaz de tranasformar la realidad en que vivimos.
¡Alto al genocidio!
¡Por una Palestina libre!
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