La danza folclórica en parejas o colectiva se ha convertido cada vez más en otro negocio capitalista que destroza las tradiciones populares: ya casi nadie baila por tradición, salvo en lugares con fuerte influencia indígena: en Hermosillo y en general en Sonora se conservan todavía tradiciones como las de los fariseos.Sin embargo, se trata de manifestaciones artísticas fuertemente amenazadas por el espíritu del negociante.
En Antorcha influimos en la juventud para que conozca y recupere la esencia artística de su pueblo, no para que la comercialice, sino que se la brinde en forma de una retribución espiritual que enaltezca al propio pueblo creador de este arte, que el pueblo vuelva a sentir un elemento vivo, para que vea el rostro, la emoción y la tensión del danzarín; ese esfuerzo se quedará en el corazón del pueblo como un bello ejemplo imborrable e irrepetible.
Al mismo tiempo, al dar arte al pueblo, sea en un evento sencillo y humilde o en un gran escenario, el danzarín se enaltece a sí mismo y crece espiritualmente, transformándose por esfuerzo propio en un ser diferente, en alguien que da a cambio de nada, tan solo por la satisfacción de hacer sentir bien al espectador.Y en esta sociedad egoísta e individualista, bailar así, es un acto de rebeldía.
Con saludos fraternos a todos los alumnos del Colegio de Bachilleres de la colonia Café Combate, de la Casa del Estudiante Sonorense y a los activistas antorchistas: ¡Gracias, por su esfuerzo, nos han regalado ustedes un bello momento!
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