Los dueños de los medios de producción material disponen de los grandes medios de comunicación, desde los cuales producen y reproducen formas de pensar, significar y representar el mundo para consolidar su dominio.
Decían Marx y Engels: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época”. Siempre partiendo del análisis de clases, porque la realidad así lo demuestra: por un lado, gente que sólo tiene su fuerza de trabajo para poder sobrevivir; la prueba de ello es que si no trabaja, no come; y por el otro, los dueños de la verdadera riqueza, los dueños de los medios de producción, aquellos que necesitarían más de una vida para acabar con su fortuna, como lo es el caso de Carlos Slim, necesitaría, a razón de que ya no crezca su cuantiosa fortuna, alrededor de 329 años para acabar con ella, realizando un gasto diario de un millón de dólares al día. Así como lo lee, un millón de dólares al día, que equivaldría a gastarse por minuto 13 mil pesos aproximadamente.
Para justificar dicha riqueza, se han presentado numerosos argumentos. Sin embargo, la clase dominante necesita a alguien que los respalde. Buscan legitimar dicha acumulación; para ello necesita a un individuo dominado, drenado de fuerzas (políticas y físicas), uno que reconozca de dicho y hecho la superioridad de su dominador.
Las ideas de la clase dominante quedan incrustadas en el cerebro de la clase trabajadora, reproducen y salvaguardan no sus intereses, aunque se trate de maquillar, sino los intereses de los acumuladores.
La clase dominante, adoradora del capital, enseña a sus subordinados la misma adoración, pero vaciada de posesión. Hace invisibles todas las triquiñuelas ideadas para robar al trabajador el producto de su trabajo; los convence de que los recursos naturales deben estar en manos privadas y de que los gobiernos, sean del color que sean, no tienen responsabilidad de nada.
La clase dominante impone sus gustos y sus gestos, sus filias y sus fobias, para sacar adelante los fines que persigue, para representar como colectivo su propio interés e imprimir sus ideas a todo. Se difunde lo que a ellos conviene.
Así lo están haciendo con Ucrania: BlackRock, una empresa financiera estadounidense, incrementa sus utilidades a costa de la venta de armas de todo tipo.
Hace algunos meses, el 13 de junio del año en curso, la tercera guerra mundial tocaba a la puerta de la humanidad, una guerra que sería devastadora para la vida en el planeta. Israel lanzó un despiadado ataque sobre más de 100 objetivos, con los que mató a varios científicos en sus respectivos hogares.
Israel empezó la escalada de guerra. Irán, en defensa legítima, respondió con misiles hipersónicos que penetraron el famoso “domo de hierro” de Israel y lo hicieron ver como un “pedazo de plástico”. La humanidad estuvo suspendida en un hilo; ¿cuál es el interés en Irán? Los recursos naturales, su petróleo para ser exacto.
En pleno siglo XXI ocurre un genocidio (exterminio contra la humanidad) similar al de la Segunda Guerra Mundial encabezado por Hitler; lo comete Israel contra el pueblo palestino.
Los horrores cometidos en ese nuevo campo de exterminio actual pueden resumirse en la declaración del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien dijo: “La situación en la Franja de Gaza es espantosa y apocalíptica”, advirtió. “Las condiciones que enfrentan los palestinos en el territorio pueden constituir crímenes internacionales de los más graves (…) la catástrofe no es otra cosa que el hundimiento total de nuestra humanidad (…) La desnutrición es rampante y la hambruna inminente (…) El sistema de salud ha colapsado”
Finalmente, dijo que “el enclave palestino tiene ahora el mayor número de niños amputados en el mundo, con muchos perdiendo extremidades y sometiéndose a cirugías sin siquiera anestesia”. Sí, el mayor número de niños amputados en el mundo.
Por otro lado, México también padece de estas injusticias a la vista de todos; el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas y la política migratoria de Donald Trump han emprendido una campaña inquisitoria contra todos los mexicanos que trabajen en la Unión Americana.
Las incontables imágenes y videos que se difunden de los mismos son una muestra de la brutalidad desmedida con la que actúa el gobierno de los Estados Unidos y recordemos, aunque duela, por qué están los mexicanos en tierras que no los quieren: porque en la suya no se les garantiza lo indispensable para vivir.
Veamos la gran desigualdad mexicana: la riqueza de los diez ultrarricos en México equivale a la riqueza de 334 millones de personas, dos veces y media la población de México. El hombre más rico de México, según el índice de multimillonarios de Bloomberg, Carlos Slim Helú, concentra una riqueza inimaginable para muchos. Personas como Slim concentran la mayor parte de la riqueza del país; así se explica que, siendo México un país tan rico, pues ocupa el lugar doce en cuanto a poderío económico de una lista de 195 países, el 73 % de su población tenga carencias de todo tipo.
La cosa no pinta distinta para la cuna del mariachi; proyectos inmobiliarios como Puerta de Hierro o Andares han desplazado comunidades enteras, transformando un derecho básico en producto de lujo.
Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señalan que 40 % de los jaliscienses destina 30 % de su salario al pago de renta. Hospitales privados como San Javier o el Centro Médico Puerta de Hierro atienden solamente a quien puede pagar, mientras el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y los Hospitales Civiles colapsan por falta de dinero y medicamentos.
Las universidades privadas cobran fortunas, mientras el presupuesto de la Universidad de Guadalajara resulta insuficiente para atender la demanda educativa. En municipios con estrés hídrico como Tlaquepaque, la población sufre escasez de agua mientras empresas como Coca-Cola extraen millones de litros diariamente.
La situación empeora: uno de cada cuatro jóvenes entre quince y 29 años no estudia ni trabaja; 60 % de los empleos son informales, con ingresos de 150 a 200 pesos diarios. La Universidad de Guadalajara rechaza a 50 % de sus aspirantes por falta de condiciones materiales adecuadas, mientras Jalisco se mantiene entre los principales estados expulsores de migrantes hacia Estados Unidos.
Muchos niños crecen sin conocer a sus padres, ausentes por la falta de oportunidades. Para las mujeres jaliscienses, la situación resulta aún más grave: ganan 20 % menos que los hombres en puestos equivalentes, y sólo cuatro de cada diez en edad laboral forman parte de la Población Económicamente Activa, frente a siete de cada diez hombres. Estas realidades se verifican cotidianamente en nuestro entorno.
Hechos como los que he mencionado están escondidos en un mar de información que, lejos de acercarnos a la realidad, busca desvirtuarla; como en el mito de la caverna de Platón, muchos ven las sombras, no los hechos concretos. El pueblo mexicano debe prepararse ante los ataques que amenazan nuestra integridad y libertad a una vida digna como seres humanos; para ello, es urgente desarrollar una conciencia crítica que nos permita identificar las verdaderas intenciones detrás del discurso dominante y rechazar la propaganda que busca adormecer nuestro pensamiento.
La transformación del mundo sólo será posible si la clase trabajadora, a la que pertenecemos, toma en sus manos el conocimiento, la organización y la acción.
Debemos prepararnos para conocer el mundo y transformarlo en beneficio de la clase trabajadora, porque a ella pertenecemos, crear un mundo nuevo, uno que garantice todo lo necesario para que el hombre se pueda desarrollar adecuadamente.
No debemos limitarnos a ser espectadores; tomemos parte en la construcción de una sociedad donde todos tengan pan, techo, salud, educación y vestido, en donde todos puedan desarrollarse plenamente y todos puedan libremente cantar. El momento de actuar es ahora. Esperar a mañana puede ser demasiado tarde.
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