Los niños son parte fundamental de la sociedad y, como miembros de ella, enfrentan los mismos retos que el resto de los integrantes, entre los cuales se encuentra la pobreza, pero con la diferencia de que son más vulnerables, tanto física como fisiológicamente; son, pues, un sector que necesita atención para poder sobrevivir y desarrollarse correctamente.
La falta de acceso a los servicios de salud, educación y seguridad, así como una alimentación deficiente, truncan su crecimiento. El Centro de Estudios Espinosa Yglesias señala que, si bien se ha reportado una reducción de la pobreza en términos generales en los últimos años, la vulnerabilidad por carencias sociales ha aumentado.
El capitalismo es un sistema económico que mantiene y aumenta la precariedad, la desigualdad y la pobreza extrema y, entre los más afectados, están los niños, pues crecen en un ambiente de carencias y de falta de oportunidades.
“En 2024, 37.1 % de niñas y niños de cero a cinco años en pobreza extrema presentaron rezago educativo, tres veces más que el promedio nacional; además, 73.5 % carece de acceso a servicios de salud y 45.7 % a alimentación nutritiva y de calidad, frente a 37.7 % y 16.1 % en la población infantil en general”, señaló un estudio realizado por el mismo centro.
Estos números son alarmantes, pues muestran que es alto el porcentaje de infantes que carecen incluso de lo básico desde su nacimiento; además, evidencian que lo más difícil para todos aquellos que forman parte de familias con escasos recursos económicos es que son víctimas de la desigualdad que existe en la población, en la que unos tienen hasta el exceso y otros no tienen ni para comer.
Esta es una de las características principales del modo de producción capitalista: con este sistema se agudizó la desigualdad y se marcó una brecha que se hace más grande y más profunda a través del tiempo; es el capitalismo un sistema económico que mantiene y aumenta la precariedad, la desigualdad y la pobreza extrema y, entre los más afectados, están los niños, pues crecen en un ambiente de carencias, falta de servicios y de oportunidades.

Además, muchos se ven obligados a integrarse a las filas del trabajo infantil desde muy temprana edad para contribuir económicamente en sus hogares, dejando de lado su formación académica para dedicarse a ser mano de obra al servicio del gran capital; aunque esta actividad no es legal, en la realidad para el capital es mano de obra barata y con mayor facilidad de explotación.
“Las condiciones de desigualdad se acentúan frente a un sistema capitalista y afectan directamente a niñas y niños; el papel que juega el modelo económico en una condición de cosificación y mercantilización de las infancias perpetúa la idea del uso del trabajo infantil como un espacio lucrativo. La perversión que se vive a manos del capitalismo promueve las disparidades”, afirma la doctora Carmen Gabriela Ruiz Serrano, profesora de carrera titular de la Escuela Nacional de Trabajo Social.
El problema de que los niños vivan con carencias y en un entorno desigual tiene sus raíces más profundas, como ya lo veíamos: proviene de la forma de producción económica del país, donde predomina la necesidad de obtener mayores ganancias, aun a costa no sólo de los obreros y trabajadores adultos, sino también de los niños, que son parte de la sociedad que necesita trabajar para sobrevivir.

Mientras se siga normalizando que los niños tienen que trabajar, que pueden o no ir a la escuela, que pueden o no ser atendidos médicamente, será muy difícil que se exija un cambio que los beneficie.
Si realmente se quiere lograr la emancipación de la infancia para que no quede en un “anhelo inalcanzable”, se necesita luchar para que la sociedad que vive oprimida bajo los yugos del capital sea liberada; no puede haber una sin la otra.
Los niños deben ir a la escuela, deben practicar deporte y hacer cultura, pero también deben tener garantizado un plato de comida tres veces al día, seguridad y atención médica, y eso sólo se logrará cuando no haya un abismo entre los que tienen y los que no tienen.
La lucha se debe dar en conjunto, no por separado; si queremos ver resultados que beneficien a muchos, debemos hacerlo como un solo hombre y perseguir un mismo objetivo: una mejor vida para todos.
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