Los mexicanos nos encontramos en una situación crítica a nivel nacional: inseguridad, violencia, crisis educativa, económica, de salud, y por si fuera poco, a esto se añade el hostigamiento, persecución y deportación de Estados Unidos contra los mexicanos migrantes. Quien no se haya dado cuenta de esto ya, está en serios problemas, pues desconoce la realidad a la que se enfrenta a diario; y peor aún, quienes sigan defendiendo las políticas aberrantes del actual gobierno no pueden ser más que necios sin dignidad humana, porque para defender al gobierno se necesita haber perdido la capacidad de razonamiento crítico y sensibilidad humana para no indignarse por las graves faltas que se han cometido contra el pueblo mexicano.
Basta analizar cualquier noticia en los diarios nacionales y locales para darse cuenta de que este país cada día va más en picada, y que los únicos indefensos cuando todo colapse somos los pobres (o sea, todos los que no tenemos de otra más que trabajar para vivir).
El poder es de las masas, y las revoluciones las hacemos nosotros, los pobres; hay que organizarnos y educarnos para tomar el poder político de nuestro país.
Inicio de esta manera porque hay muchas cosas por las que debemos tomar partido como mexicanos, no porque nos afecte directamente como individuos (aunque, sinceramente, no creo que esto ocurra así), sino porque por obviedad afecta a los intereses generales de los mexicanos, como la salud, ejemplo en el que en esta ocasión intento centrarme.
Ningún mexicano actualmente confía en el sistema de salud público IMSS-Bienestar; sin embargo, acudimos a él porque pagar doctores particulares está fuera de las posibilidades económicas de la mayoría, por no decir de todas las familias mexicanas. La desconfianza hacia el sistema de salud que ofrece el gobierno no se debe al personal médico, sino a que no existe garantía alguna de que al menos este exista.
Si acudimos a cualquier instalación del IMSS nos damos cuenta rápidamente de que no hay: primero, condiciones de infraestructura para atender a los pacientes —muchos centros están deteriorados y con graves problemas de mantenimiento—; segundo, equipo médico (sillas de ruedas, camillas, mesas de exploración, desfibriladores, ecógrafos, equipos de rayos X y otros dispositivos de diagnóstico y tratamiento, etcétera); tercero, medicamentos para el tratamiento y cuidado de las enfermedades (sobre ello habría que analizar la promesa de la “megafarmacia del bienestar”).
No existe, como vemos, una seguridad de que se nos atienda con el mínimo de calidad permitido. Y hay que agregar todavía la falta de personal dentro de los hospitales públicos, lo que agrava aún más el problema y termina por rematar las pésimas condiciones en las que nos encontramos.
Andrés Manuel López Obrador prometió a los mexicanos un sistema de salud de primer nivel y, durante su último Informe de Gobierno oficial, declaró: “Ya es una realidad en 23 estados el sistema de salud universal y gratuito, conocido como IMSS Bienestar. Este sistema de salud pública ya es el más eficaz en el mundo. Dije que iba a ser como el de Dinamarca.
No, no es como el de Dinamarca, es mejor que el de Dinamarca”, una cruel mentira contra la ingenuidad de los mexicanos, quienes, creyendo que el gobierno morenista haría un cambio real en el país, vieron cómo este no hizo más que repartir apoyos monetarios durante todo su mandato.
Ahora, la actual presidenta Claudia Sheinbaum, emanada del mismo partido, estableció un “plan de salud” en el que contempla impulsar la producción de vacunas, establecer convenios con farmacias particulares para la entrega de medicamentos gratuitos, acabar con la tramitología burocrática, así como implementar salud “casa por casa”. Ya no menciona la megafarmacia ni tampoco se dice a partir de cuándo comenzarán las acciones para mejorar el sistema de salud; solo se queda en promesa a los mexicanos, como siempre.
Para que no sea sólo una acusación “sin pruebas”, como muchos defensores de la Cuarta Transformación suelen decir, pondré algunos datos que se tienen muy claros en el estado de Guerrero. Contamos con 56 Unidades Médicas Rurales para los 85 municipios. Además, tenemos un total de 6 mil 919 localidades, con una población —de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía— de 3 millones 540 mil 685 habitantes.
Si dividimos el total de habitantes que se tienen que atender en las 56 unidades médicas existentes, cada unidad tiene que atender a 63 mil 226 ciudadanos; esto, por obviedad, es imposible, sin contar que desde 2020 a la fecha el número de habitantes ha aumentado.
En febrero de este año, integrantes del Sindicato Nacional Independiente de Trabajadores de Salud se manifestaron en las instalaciones de la Secretaría de Salud estatal, exigiendo el pago de médicos y enfermeras.
Durante la manifestación, acusaron también la falta de insumos en los centros médicos y señalaron que con la creación del IMSS-Bienestar se agudizaron las carencias en hospitales, clínicas y centros de salud como el de Coyuca de Benítez, que no cuenta con insumos ni medicamentos para atender a los pacientes.
Hace un mes resonó en el estado que Claudia Sheinbaum canceló una gira que tenía por la Montaña de Guerrero, en la que inauguraría un hospital del IMSS-Bienestar en Tlapa de Comonfort, por posibles protestas de miembros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero. Obviamente, no acudiría sabiendo la condena mediática que esto desencadenaría. Aunque no se inauguró, las instalaciones de dicho hospital ya se encuentran funcionando.
En días recientes, la comunidad amuzga de Cochoapa, del municipio de Ometepec, ubicada en la región Costa Chica, se levantó en protesta por la muerte de una bebé que no pudo nacer a tiempo por la falta de personal médico y murió dentro del vientre. El hecho, tan triste y lamentable, indignó a la comunidad, que acusó negligencia médica en el centro de salud.
De acuerdo con la versión oficial de las víctimas, Verónica Añorve de los Santos y su esposo Diego López López ingresaron a las instalaciones médicas la tarde del miércoles 2 de julio, cuando la mujer sufría contracciones de labor de parto. Sin embargo, no recibió atención médica hasta la madrugada del sábado 3 de julio.
Hasta entonces fue valorada, y los médicos informaron que el bebé ya no presentaba signos vitales. Esto desencadenó una manifestación por parte de los habitantes, quienes acompañaron el cortejo fúnebre con una marcha desde la vivienda de los afectados hasta el panteón local. Más de 60 personas, entre adultos, jóvenes y niños, se unieron y portaron pancartas pidiendo justicia para la familia y responsabilizaron al sistema de salud pública por la tragedia.
La familia presentó una denuncia formal ante el Ministerio Público del Distrito Judicial de Abasolo por presunta negligencia médica, y con una declaración que desgarra a cualquiera: “A mi hija la mataron, no se murió. La mataron porque no hay médicos, y vamos a seguir con la denuncia que ya presentamos ante el Ministerio Público, caiga quien caiga”, declaró con firmeza.
El resultado de esto fue la renuncia de Karina Rodríguez a la dirección del hospital IMSS-Bienestar en el municipio, como lavándose las manos del hecho y corriendo a donde no pueda ser señalada. Luego, la diputada estatal Beatriz Vélez Núñez, y secretaria general de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado del estado de Guerrero, hizo una visita al hospital, en la que sólo condenó la falta de insumos médicos y de personal, y dijo que seguiría “alzando la voz y exigiendo lo que por derecho corresponde a nuestra gente”.
Nótese cómo se excluye de ser parte de “la gente”, o sea, de los pobres. No hace falta mucho análisis para dejar en claro que condenar no es lo mismo que actuar. Uno puede condenar la pobreza y ya está. Teniendo el cargo que ostenta la doctora Beatriz, puede hacerse mucho más que solo “condenar”.
Este caso no es el único. En el mismo centro se denunciaron la muerte de ocho bebés en el hospital IMSS-Bienestar de Ometepec en los últimos tres meses. Pero si volteamos a la capital del estado, la situación no mejora.
En Chilpancingo se negó la atención a un joven con quemaduras de tercer grado. Fue rechazado en el área de urgencias del Hospital General Raymundo Abarca Alarcón, pese a presentar quemaduras severas en el pecho, brazos y abdomen, sólo por no tener un “acompañante”. Puedes estar muriendo, pero en los hospitales del IMSS-Bienestar no te atenderán. Medios locales también denunciaron la falta de humanidad por parte del hospital.
Y ahora, en el reciente Hospital General de Tlapa de Comonfort, este mismo mes fue señalado por ser responsable de la muerte de un bebé de siete meses, Luis Ángel Santiago Basurto, quien ingresó al hospital con un cuadro severo de vómito y diarrea. Sus padres lo habían llevado primero a la casa de salud de su pueblo, la comunidad de Yerba Santa, municipio de Acatepec, pero ahí no hubo respuesta médica adecuada.
Al empeorar su estado, lo trasladaron al hospital de Tlapa, donde se toparon con la salud de primer nivel de Morena: no había medicamentos ni pediatra que atendiera al infante. Los padres del menor lamentaron: “Por fuera es un edificio bonito, pero por dentro está vacío… sin médicos, sin medicinas”, y exigieron la intervención de la gobernadora Evelyn Salgado.
Sin embargo, en ninguno de los tres casos ha habido un pronunciamiento del gobierno estatal ni tampoco de la Secretaría de Salud estatal. Esta es, pues, la obra de Morena para los mexicanos.
Los guerrerenses experimentan a diario el fallido sistema de salud de México. No es la oposición atacando al gobierno: son sus mismos resultados quienes abofetean duramente a los pobres. ¿Qué esperanza tenemos?, ¿qué se dirá ahora?
Con el gobierno de Claudia, suman dos administraciones de Morena que no han podido hacer frente a la carencia de salud entre los mexicanos, que han permitido el desplome de este sistema a grados en los que incluso se ha notificado en medios nacionales el regreso de enfermedades que se consideraban controladas o erradicadas, como el sarampión y la tos ferina.
La nula atención en este sector es condenar a la muerte a miles de mexicanos. ¿A dónde iremos a curarnos?, ¿qué promesa nos venderán en las próximas elecciones? En México, los pobres no tenemos permitido enfermarnos, pues corremos el riesgo de morir, como en la época medieval, en la que solo tenían atención médica los altos reyes y monarcas.
No duden por un instante que Morena permitiría el derrumbe de todo nuestro sistema de salud público para seguir promocionando sus “chocolates del bienestar” o el también fracasado “gas del bienestar”.
A los guerrerenses, Antorcha les dice que esta situación no debe ser normalizada como lo ha sido la violencia y la inseguridad. La vida humana y el derecho a la salud deben ser defendidos por los que aún estamos aquí de pie.
No esperemos la próxima campaña electoral para decidir a qué color poner en la presidencia, esperanzados en que cambie la situación de nuestro país. Esta crisis no la va a resolver ningún partido político ni ningún mesías, como se vendió Andrés Manuel López Obrador durante su eterna campaña, y que sólo bastó ponerlo en la silla para que demostrara a quién defendía verdaderamente.
Esta situación va a cambiar cuando los pobres entendamos el número de nuestra masa y del poder que tenemos todos juntos. Somos millones de pobres, millones quienes sufrimos a diario y por décadas las políticas creadas solamente para beneficiar a un grupo muy pequeño de personas: aquellos que con nuestra fuerza de trabajo hemos enriquecido.
El poder es de las masas, y las revoluciones —como lo dijo Martha Harnecker— las hacemos nosotros, los pobres. Hay que organizarnos y educarnos para tomar el poder político de nuestro país. Solamente así se puede garantizar un cambio en beneficio de la clase trabajadora.
De otra manera, nos estamos condenando nosotros mismos a sufrir y permitir este tipo de situaciones que atentan contra la vida humana. Antorcha lo ha dicho por 50 años: el papel de las masas para un cambio en México es su organización y la lucha. No hay de otra: o nos levantamos y luchamos, o el país, junto con nosotros incluidos, se irá a la barranca a la que el capitalismo, con ayuda de Morena, nos está aventando.
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