La base económica, la producción de los bienes materiales que necesita la humanidad para existir es la que determina la forma de organización social. Así, el género humano ha transitado desde la comunidad primitiva, con su producción basada en la propiedad y uso colectivo de los escasos y rudimentarios medios de producción, con la limitada producción de bienes de consumo que le es aneja, hasta el capitalismo salvaje actual, o "libre mercado" en el que se producen bienes de consumo en cantidades fabulosas con base en la propiedad privada de los medios de producción y la compra-venta generalizada de la mercancía fuerza de trabajo de los obreros, que se paga en forma de salario y en la que los productos del trabajo son propiedad del dueño de los medios de producción. Este proceso de la humanidad ha requerido siempre, de acuerdo a la complejidad de las relaciones económicas, reglamentos o leyes igualmente complejos. Pasamos de los sencillos usos y costumbres primitivos y la respetabilidad de los ancianos que les daba autoridad de mando sobre las comunidades, hasta el Estado de derecho actual, complejísimo entramado de leyes y reglamentos que protegen y regulan el actuar de los individuos dentro del marco capitalista. Estos límites sociales a la actividad de los hombres, el aparato jurídico, el judicial, todo, corresponde siempre al modo de producción que lo originó.
El aparato jurídico, político e ideológico legitima las relaciones económicas; es el vestido adecuado que necesitan éstas para mantenerse y desarrollarse. Pero, ¡Ay de las leyes que pasen a representar un estorbo para el sostenimiento del statu quo! Están condenadas al olvido, a su desconocimiento o a su franca desaparición.
Y esto es lo que al parecer ocurrirá con las leyes mexicanas que avalan los derechos de petición, asociación y manifestación públicas. Resulta que las ha estado desconociendo el presidente electo, AMLO -curiosamente, ningún "líder de opinión", a pesar del evidente ataque a las garantías constitucionales, ha destacado el hecho. Ha dicho que "nada de que vamos a hacer una marcha, una movilización o un plantón", con lo que anticipa tiempos oscuros para quienes se atrevan a usar este recurso para ser tomados en cuenta. La pregunta sería: ¿qué consecuencias habrá para quienes quieran usar este mecanismo, el único que le queda al pueblo para defenderse de los abusos de sus gobernantes? ¿Qué medios se usarán para hacer que se aplaquen quienes se atrevan a usar este medio? Por el tono autoritario con el que ha "prohibido" las marchas el presidente electo, en distintos discursos a lo largo y ancho del país, pareciera amenazar con usar toda la fuerza del estado contra quien ose desobedecerlo.
Hasta aquí, habríamos llegado al punto en que se desoirían y violarían flagrantemente las garantías constitucionales. Pero las cosas pueden empeorar. Para no violar las leyes, los nuevos gobernantes podrían intentar desaparecerlas, por estorbosas. Si el presidente sigue ordenando no atender a las organizaciones, y los gobernantes de los dos niveles de gobierno restantes deciden hacerle caso, como es de esperar que muchos lo hagan -de hecho ya se escucha a varios de ellos decir, por ejemplo, que "como dijo nuestro presidente electo, no trabajará con los ladrones y mentirosos de Antorcha", así, sin mediar razonamiento o explicación del injustificado ataque, sólo porque así conviene a sus intereses- y todo mundo empieza a ver la protesta popular como una agresión y freno a su forma omnímoda de ejercer el poder, seguramente no tardarán los cabildeos entre los grupos gobernantes buscando "reglamentar" las manifestaciones, prohibirlas de hecho o mediante alguna reforma constitucional ad hoc. Habría una cruzada fortísima de miles de gobernantes y todos los instrumentos a su servicio contra el derecho a la organización popular y contra las organizaciones sociales más grandes, fuertes y que no se plieguen a los todopoderosos designios de los amos del país.
Sin embargo, semejantes atropellos, que sólo acallarían los gritos de protesta pero no resolverían las causas de la misma, lejos de resolver el problema lo agravarían, pues ¿qué mecanismos le dejarían a la gente para protestar, si se quitan los medios pacíficos? Estaríamos entrando a un peligrosísimo estado de cosas que a nadie conviene. Cuantimás, si pensamos que una conducta dictatorial necesariamente atropellaría a amplios sectores, sobre todo los populares, que tienen más carencias y son los que tendrían necesidad de protestar; no sólo los antorchistas, sino más y más mexicanos atropellados se inconformarían pero sin ser atendidos, siendo acallados, reprimidos, acosados o de plano prohibidos. El país se volvería un cóctel aún más peligroso de lo que ya es.
Parte del marco legal que un día le sirviera al sistema económico para desarrollarse habría ya jugado su papel y tendría que pasar a la historia. El movimiento "transformador" del país, no habría sido más que un instrumento de los grupos económicamente poderosos para renovarse sin hacerlo, para retroceder en las conquistas constitucionales habiendo inoculado en el pueblo, gracias a su gigantesco poder mediático, la idea de que estamos avanzando. Se habrían quitado molestos frenos al desarrollo del libre mercado para permitir el terso curso de éste.
Los luchadores sociales de hoy tienen una difícil pero necesaria misión: lo único que puede conjurar, o cuando menos aminorar los riesgos de la lucha por disminuir la desigualdad social es la organización y concientización cada vez más masiva del pueblo mexicano. Es un reto importante, pues tendrá que efectuarse esta labor bajo un intenso fuego enemigo, sobre todo contra los líderes, como no se ha visto en el pasado reciente del país, por lo que más inteligencia y trabajo tesonero deberán ser aplicados. Mucha gente, confundida, seguirá a los "redentores" de moda, pero finalmente, al descubrir su verdadero carácter manipulador, embaucador y represor, volverá a otear el horizonte y la fuerza social más progresista que haya podido sortear los peligros, apoyada en el pueblo, sobre todo en la capacidad de movilización de éste, estará ahí para tenderle la mano, ofrecerle su claridad, valor y guía para seguir adelante en las búsqueda de un país más justo, después del bache histórico en el que hoy hemos caído. La burbuja de la falsa izquierda en el poder reventará, y ahí estará Antorcha, valiente y firme como guía fiel, esforzada y consecuente, del pueblo. Que nadie lo dude.
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