El pasado 15 de noviembre se llevó a cabo la supuesta movilización de la Generación Z en distintos puntos del país. La que más reflectores acaparó fue la de la Ciudad de México. Lo importante de este texto no es la marcha en sí, sino las enseñanzas que deja este episodio, sobre todo tomando en cuenta la rumorología que se creó alrededor, al grado de que llegó a manejarse (y algunos medios aún lo sostienen) el argumento de que una “revolución de colores” había llegado a México.
El argumento central de este escrito es que dicho evento, trascendente sin lugar a dudas para la vida pública del país, no fue ni se acercó a una revolución de colores, sino una idea ejecutada (mal) por los partidos políticos de oposición, que se aferraron a una bandera que creyeron que funcionaría. La lógica aparente era: si en otros lugares del mundo funcionó para las derechas, por ejemplo en Nepal, ¿por qué en México no habría de funcionar? A continuación explico las razones y las enseñanzas que estos hechos deben dejarnos a los revolucionarios.
A) La guerra por ganar la narrativa. Desde antes de la marcha se generó una enorme cantidad de pronunciamientos, artículos y comentarios en los que se intercambiaron puntos de vista acerca de la convocatoria que la “Generación Z” supuestamente había lanzado. Esta discusión explotó a partir del 1 de noviembre, fecha del homicidio público del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, después del cual la convocatoria empezó a viralizarse, sobre todo en Facebook (dato relevante) y en X. A esta narrativa contribuyó negativamente que personajes viejos de la política nacional (como el expresidente octogenario Vicente Fox) se apresuraran a “invitar” a la marcha juvenil. De inmediato se configuraron dos posiciones clave: la posición oficial, que afirmaba que la marcha estaba siendo orquestada por “la derecha”, “la oposición” y que los fines no eran juveniles auténticos, sino políticos; y por otro lado, los defensores de la marcha, que celebraban que “la juventud había despertado”, asegurando que las generaciones más jóvenes estaban inconformes y que el futuro ya no le pertenecía al oficialismo.
En medio del conflicto comenzaron a circular consignas como la Revocación de Mandato, “sacar a Claudia del poder” y “derrocar a Morena”. Este encontronazo mediático, desde su primer momento, favoreció al gobierno, no a lo poco que pudieron construir los convocantes. Las revoluciones de colores no las improvisan partidos locales: las ejecutan especialistas en derrocamientos desde finales del siglo XX en distintos países. De haber sido un intento serio de revolución de colores, el “apoyo” mediático habría sido aplastante a nivel internacional, como ocurrió en Serbia (2000), Georgia (2003) o Kirguistán (2005). Nada de esto pasó. El gobierno de Morena respondió con un ejército de cuentas de Facebook afines, influencers, líderes de opinión, medios simpatizantes, periodistas y redes completas que insertaron la narrativa oficial antes incluso de que iniciara la marcha. La movilización llegó ya desacreditada. Enseñanza: para ganar la narrativa se necesita un ejército organizado de difusores en redes sociales. Sin eso, no hay batalla posible.
B) La juventud no marchó. Esto es cierto, como lo afirmó la oficialidad. No se vio por ningún lado un líder juvenil, un colectivo de jóvenes, ni una movilización articulada desde las plataformas donde realmente opera la juventud (TikTok, Instagram o Discord). Por el contrario, la difusión ocurrió principalmente en Facebook, plataforma donde, según datos de Meta, la mayoría de usuarios tiene más de 30 años. Esto liquidó por completo la narrativa de una marcha juvenil. La presencia de adultos mayores, familias enteras y adultos portando banderas de One Piece terminó de derrumbar la idea de que “la generación Z había despertado”. La imagen contradijo al discurso, y una vez que eso ocurre, no hay propaganda que lo salve. Los medios afines al morenismo cerraron el punto: la juventud no está molesta con el gobierno.
Enseñanza: si se hubiera tratado de una revolución de colores, los jóvenes habrían respondido masivamente. El capitalismo tiene estudiada a la población juvenil: conoce sus gustos, sus fobias, sus frustraciones y sus aspiraciones. En el caso de Nepal está documentado que, aunque participaron sectores diversos, el predominio juvenil fue abrumador. Nada de eso ocurrió en México.
c) La demanda de derrocar a Claudia y la inseguridad no es una demanda juvenil. Según una serie de encuestas publicadas por la ONG Latinobarómetro (2024), la inseguridad no figura entre las principales preocupaciones de los jóvenes. Esa demanda está asociada a personas mayores de 35 años. Los jóvenes, por el contrario, consideran que la falta de empleos, los salarios bajos, la precariedad económica, y la imposibilidad de adquirir vivienda son los problemas centrales del país. La demanda fundamental de la juventud no es el derrocamiento de un gobierno, sino un cambio profundo en el modelo económico. Sin una demanda que realmente preocupe en su vida cotidiana, era imposible que se sumaran, pese a la insistencia de los partidos políticos.
Es clara la ausencia total del imperialismo en la “insurrección” mal ejecutada por la oposición mexicana. Y si algo hubo fueron simples, muy simples opiniones de algunos personajes que apenas llegaron al nivel de mensajes políticos. También es evidente que no hubo jóvenes participando, que las redes sociales juveniles no se activaron y que las demandas no fueron juveniles. Pero la enseñanza es clara y la conclusión alentadora: hoy más que nunca necesitamos miles de personas que desde sus redes sociales participen en la lucha ideológica.
Antorcha sí tiene lo que los partidos tradicionales ya no: juventud consciente, preparada y dispuesta a luchar por la revolución. Y lo más importante: desde hace al menos una década el Movimiento Antorchista planteó cuatro ejes de un nuevo modelo económico, los cuales son altamente atractivos para la juventud: elevar salarios y garantizar empleo para todos, incrementar el gasto público para que cualquier familia pueda aspirar a una casa, una escuela digna, hospitales, cultura y deporte. En una palabra: con Antorcha gobernando sí se puede aspirar a un futuro verdaderamente luminoso y mejor para todos.
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